El Unión Berlín humaniza el fútbol
Convertir un club en un centro sociológico que va mucho más allá de un partido ganado o perdido no solo construye comunidad, sino que también acaba siendo un negocio sostenible
Una experiencia moral. Ver al Unión Berlín frente al Real Madrid, aunque sea en el Estadio Olímpico, lejos de su casa, es una gran experiencia. La larga travesía que los llevó desde divisiones menores hasta la Champions no desclasó a un club que siente y transmite el orgullo de lo popular. Baja de las tribunas un sentido comunitario que está por encima de todo, incluso del resultado. Una vibración de lo colectivo que no atiende a la corriente economicista que está contaminando imparablemente al fútbol. Como si el club y su gente quisiera decirnos: “El fútbol es esto”. Por supuesto que no atenderemos al consejo, pero dan ganas de subir a esa tribuna para salir purificado, aunque sea por un rato, gracias a su sana influencia. Ahí anida el sentimiento del hincha, esos “desconocidos íntimos”, para decirlo con las palabras del periodista brasileño Nelson Rodriguez en su muy recomendable libro A la sombra de las botas inmortales.
¿Qué es un club? Los aficionados del Unión Berlín son eslabones de una cadena ajena a toda diferencia de sexo o clase que tienen un sentimiento gemelo que los hermana. En su propio estadio, la misma tarde que convirtieron en fiesta su enfrentamiento con el Real Madrid, más de 20.000 personas, la mayoría de ellos niños que entraron gratis, vieron a su equipo juvenil jugar la Young Boys frente a los chicos del Madrid. Perdieron el partido, pero estando juntos y compartiendo orgullo, fortalecieron una identidad que asegurará nuevos eslabones. Estoy convencido de que humanizar el fútbol, convertir un club en un centro sociológico que va mucho más allá de un partido ganado o perdido, no solo construye comunidad, sino que también acaba siendo un negocio sostenible. ¿Qué es un club sino una manera colectiva de ser? El Unión Berlín encontró la fórmula en el fondo de los tiempos, cuando el fútbol le pertenecía a la gente.
¿Y qué es un jugador? Y en ese clima, el Madrid terminó su impecable recorrido clasificatorio con un equipo renovado, con un ejercicio de profesionalidad colectiva y con Bellingham paseando su fútbol con la misma naturalidad que Federer paseaba su tenis, como si brotara de un manantial. La clase y la elegancia no se impostan, se tienen o no se tienen. En Bellingham el estilo se hace eficacia en cada intervención, siempre relajadamente, como si considerara ordinarias las prisas. Si el Unión Berlín te reconcilia con la gente, Bellingham te reconcilia con el juego gracias a su prodigioso golpe de vista, a su técnica de ebanista y a su capacidad para aclarar y acelerar cada balón que toca. Siempre con precisión, a veces con velocidad y en ocasiones con imaginación, todas delicadas armas de destrucción ante muros defensivos. Que jugara 90 minutos en un partido clasificatoriamente intrascendente sirve un último diagnóstico: ama el fútbol.
Barajar y dar de nuevo. Minuto 45 de la primera mitad. Penalti para el Madrid que tira Modric y falla. Minuto 46, gol del Unión Berlín que no tenía nada que ver con el argumento del partido. No importa si no lo había merecido, tampoco que ni lo hubiera intentado. Pero gol… De casi ir ganando a ir perdiendo en un minuto. Es un ejemplo más de algo que el fútbol enseña cada día y de lo que hablamos poco: la gestión de la incertidumbre. De un minuto a otro cambia el escenario de un partido que parecía estable y, con ello, cambia el estado de ánimo y el plan de los dos equipos… Sin pausa valorativa, hay que volver a interpretar lo que creías instalado. De pronto te cambian las preguntas y hay que volver a empezar el examen. La prueba de que este juego es un sinvivir hasta en días intrascendentes.
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