Mi candidato es Rodri
Se viene el Balón de Oro, y el centrocampista del City compite por su inteligencia con la emoción goleadora de Mbappé y Hallaand
Considero a Messi fuera de concurso porque es un genio y los genios comen en mesa aparte. Pero se viene el Balón de Oro y es legítimo hacer apuestas y elegir los candidatos en función de la eficacia (que es medible) y del gusto (que es caprichoso). Se trata de un trofeo que ha ido ganando glamour, razón por la que necesita de la fuerza del impacto que da la fama. Desde ese luminoso lugar juegan con ventaja Mbappé o Haaland, grandes nombres que adornan cualquier escenario. Entre sus credenciales figura la fuerza demoledora de los goles, con su indiscutible valor y fascinante atractivo.
Pero este año emergió hacia la celebridad una figura que nos obligó a mirar hacia atrás. Se trata de Rodri y su influencia se nota cuando juega y también cuando no juega. Desde su misma aparición fue un jugador sustancial, pero ahora alcanzó el grado de determinante. El City es una sofisticada máquina colectiva que produce fútbol de calidad. Gran entrenador, grandes jugadores, grandes resultados. Dice algo en favor de mi candidato que el City haya perdido los tres partidos en los que Rodri estuvo suspendido en la Premier. Los tres resultados fueron un indicador potente. En el juego del City nada resultó más visible que la ausencia de Rodri. Aquello parecía un debate sin moderador, un cruce de caminos sin semáforo, un equipo, en fin, sin Rodri. Durante muchos años hemos tenido que lamentar la invisibilidad de Busquets, seguramente porque la inteligencia es más difícil de ver que cualquier otra virtud y el círculo central resulta menos trascendente que las áreas, pero según para qué.
Si hablamos de jugar al fútbol, el medio centro es el eje que propone el ritmo, la dirección y la intención del juego. Es imposible jugar bien si ese eslabón central no conoce los secretos del juego, si el balón que recibe no sale mejorado de sus pies y si el próximo compañero no recibe con tiempo y espacio. Rodri siempre tuvo criterio, que es una especie de lógica que limpia el juego de impurezas cada vez que el balón pasa por sus pies. Pero fue mejorando hasta hacer mejor que nadie lo que hacen todos y hacer cosas que nadie más es capaz de hacer en esa posición. Tiene presencia, inteligencia, manejo del engaño para ganar un segundo y un talento arquitectónico para estar siempre donde debe. Un estratega que alcanzó tal manejo del juego, que ya interviene relajado y con el aire de suficiencia del que lo sabe todo. No hay jugada que no lo busque; no hay espacio libre, cercano o lejano, que no descubra; no hay partido, grande o pequeño, en el que no asome su categoría.
Es un explorador que está siempre donde debe para dar auxilio cuando se trata de recuperar el balón o para asociarse cuando se trata de conservarlo o amenazar. Su campo de acción, como su influencia en el juego, no ha hecho más que crecer y ya pesa en las dos áreas y en los dos fútboles: el que se juega por bajo y el que se juega por alto. En partidos importantísimos (Bayer, Inter) se apuntó goles decisivos. Una contundente manera de decir: “aquí estoy”. Solo así logrará que no le ocurra lo de Busquets.
En la plenitud de su carrera, España cuenta con un talento superior capaz de darle cuerda a todo un equipo. Claro que los goles son impactantes, pero los partidos tienen comienzo, nudo y desenlace y, de eso, nadie sabe más que Rodri. A lo mejor, por una vez, la inteligencia le gana a la emoción y vemos a Rodri levantar con toda justicia el Balón de Oro. El fútbol quedaría dignificado.
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