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El francotirador Adrián Ben, cuarto del mundo en los 800m de Budapest

En una carrera demasiado lenta para sus posibilidades y ganada por el canadiense Marco Arop, el atleta gallego se queda a ocho centésimas de la medalla de bronce

Carlos Arribas
MUNDO DE ATLETISMO DE BUDAPEST 2023
Adrián Ben esprinta por la calle tres en la última recta de los 800m.Javier Etxezarreta (EFE)

Son los 800m. Dos vueltas a la pista en la noche más húmeda y cálida de la semana. Ocho atletas en la final. Ocho sabios. Cada uno tiene una bala, un solo disparo. Son los 800m. No hay espacio ni tiempo para el falso movimiento. Adrián Ben es uno de ellos. Es un francotirador. Un atleta con estilo. La elegancia del movimiento. Sobrio. Un atleta sustantivo. Los adjetivos, las florituras, le sobran, tan feas. Conoce, como los mejores tiradores, la virtud de la paciencia, la capacidad de esperar una milésima de segundo más que los demás para tomar la decisión correcta. En el 800m, el atleta no controla el tiempo, solo lo utiliza. La carrera sale lenta. Wanyonyi, el keniano que toma el mando, no tiene interés en la velocidad. Pasan los 200m en 25 segundos, los 400m en casi 53s. Demasiado lenta para Ben, gallego de Viveiro (Lugo), de 25 años, un campeón de Europa en pista cubierta, que disputa su tercera final con los mejores del mundo de la distancia más igualada, más abierta. Once campeones diferentes en los últimos 12 mundiales. Ningún español como él en la historia. Ni siquiera Mariano García, el murciano de Cuevas de Reyllo, campeón de Europa al aire libre de la distancia, campeón del mundo en pista cubierta, que, lesionado, no llegó a Budapest.

Sexto en el Mundial de 2019, quinto en los Juegos de 2021. Está mejor que nunca. Por primera vez ha trabajado en altitud. Tres concentraciones. En Sudáfrica, dos veces; en los Pirineos, en Font Romeu, un monasterio casi, una vez. Fisiológicamente ha alcanzado una madurez extraordinaria, el esplendor. Mejor que en toda su vida. Mejor que en todo el año, como demostró en las series y en la semifinal. Tácticamente es un genio. Su entrenador, Arturo Martín, de Moratalaz, casi bebe de sus palabras, de sus explicaciones.

Lo tiene todo para ganar, pero acaba cuarto. Entra demasiado retrasado en la última recta, le cuesta recuperar. Se encuentra la calle ocupada por el británico Pattison. Se desespera aunque quiere estar contento. Sufre la crueldad del atletismo, la delgadez de la línea tan fina que separa éxito de fracaso, sin posición intermedia, una milésima.

“Cada carrera es un mundo”, dice. “He intentado ser un poco más plastilina, más plástico, vamos a ver qué somos capaces de hacer. He decidido ser paciente, esperar al final, y simplemente, el tener que dar un paso al lado para abrirme, un paso de más, me ha costado la medalla”.

Un paso de más. Unas centésimas.

Y explica su paradoja. “Lo pagué. Pagué mi retraso. Estoy contento de estar descontento”, dice, expresión de su rebeldía y su deseo competitivo. De su rabia por ser el mejor español de siempre en un Mundial al aire libre pero no poder volver a su Viveiro, a su playa, al pueblo sin pista de atletismo del que salió, sin llevar en el cuello el peso desmesurado de una medalla. “Y lo que me habría gustado que todos la tocarais y vierais lo que es”, dice ante el arrobado auditorio de plumillas tan happy de poder escucharle, adoradores.

Y explica por qué no ha ganado, por qué en vez de avanzar, como le gusta, por la calle uno, pegado a la cuerda, se ha abierto a la tres, por qué su 1m 44,91s le ha dejado a ocho centésimas del tercero, el británico Ben Pattison (1m 44,83s), a 38 del segundo, Wanyonyi joven y pletórico, tan espiritual que antes de empezar se arrodilla en el tartán y se santigua mirando el cielo, tan grande pero no tanto como el ganador, enorme de cuerpo, el canadiense Marco Arop (1m 44,24s).

“Carrera lenta. Barullo. Ir atrás a veces te evita problemas. Me he tenido que abrir y lo he pagado”, dice. “He intentado pasar como siempre por dentro pero me he encontrado un muro, Wanyonyi, Pattison, Sedjati… Y he dicho, hostia, aquí me freno y no me puedo frenar. Entonces he intentado abrirme, he pasado a Sedjati… Si uno de los tres hubiese ido un pelín. Yo creo que solo hay una variante de que se me pongan tres tíos en línea en la recta. Y es lo que ha pasado. Y había un momento en el 30 ya, que no ha sido como en las semifinales, que seguía como si nada, y ahí ya sí que he colapsado. He intentado llegar y llegar, llegar, llegar y he dicho, por favor, por lo menos mejora el quinto puesto de los Juegos. Seguiremos trabajando. Esto me sirve de gasolina”.

Minutos antes que Ben sufrieron una desilusión mucho mayor los relevistas españoles de 4 x 400 --Iñaki Cañal, Samuel García, Bernat Erta y Óscar Husillos--, cuya lanzada carrera hacia la final quedó frenada bruscamente cuando, en el pase de testigo entre García y Erta, de la segunda a la tercera posta, el atleta indio Amoj Jacob se movió hacia el centro de la pista, por donde comenzaba a acelerar Erta en vez de echarse a un lado después de haber entregado su testigo. Erta chocó con él y perdió unos metros preciosos que ni él ni Husillos lograron colmar. La reclamación española no fue atendida. En la última jornada, el domingo, la esperanza es Mo Katir, uno de los favoritos del 5.000m en el que Jacob Ingebrigtsen buscará el oro que no encontró en el 1.500m.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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