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Adrián Ben, gallego y genial, se clasifica para su tercera gran final de 800 metros en el Mundial de Budapest

Katir y Oumaiz pasan a la final de 5.000m mientras Noah Lyles y Sha’Carri Richardson se preparan para el doblete de la velocidad en los 200m del viernes

Adrián Ben, por la derecha, se clasifica tras Wanyonyi para la final de 800m
Adrián Ben, por la derecha, se clasifica tras Wanyonyi para la final de 800m.BERNADETT SZABO (REUTERS)
Carlos Arribas

Fue la noche de las noches en el estadio. En la pista de Budapest, y la noche es más húmeda aún que el día, como si el Danubio guardara el calor y quisiera hervir solo bajo la luna, Femke Bol, una joven neerlandesa con cara de niña, y trencitas, vuela sobre 10 vallas y da una vuelta a la pista en 51,70s; camino del récord de Usain Bolt, Noah Lyles, como de costumbre, hace el bárbaro (19,76s) en las semifinales de la media vuelta de pista, 200m, en las que Sha’Carri Richardson, como de costumbre, se ha dormido un rato antes de acelerar como una despistada que se da cuenta tarde de que pierde el tren; el griego Miltiades Tentoglou, campeón olímpico hace un Pedroso y, con un sexto salto de 8,52m, supera los 8,50m del fenómeno jamaicano Wayne Pinnock qué frecuencia de pasos acelerada llegando a la tabla asesina que antes hizo resbalar a su amigo y compatriota Carey McLeod, vuelo sin motor sobre la arena con la cabeza por delante, para ganar su primer Mundial; Mo Katir sonríe a la prensa, recita sus tres ces, sus tres grandes valores, inspirado por su paisano Carlos Alcaraz, corazón, cabeza y cojones”, y saluda tras convertirse, junto al malagueño de Nerja Ouassim Oumaiz, en uno de los 17 finalistas de los 5.000m el domingo (20.10); y el chaval de Torrelavega Mohamed Attaoui explota en su momento, corre mejor y más rápido que nunca (1m 44,35s, quinta mejor marca española de siempre), pero, como Saúl Ordóñez, se queda fuera, por poco de la final más difícil de alcanzar, la de los 800m, más difícil aún que encontrar un taxi libre una tarde de lluvia en Sevilla, como decía Kevin López, que unas cuantas veces se quedó a las puertas, frustración máxima.

Y, por si fuera poco, brilló más que nada la genialidad de Adrián Ben prodigioso, maestro del ritmo y de los 800m.

Después de correr como nunca (1m 43,95s: cuarto español que en la historia desciende bajo la barrera del minuto 44 en las dos vueltas de pista), y clasificarse como siempre para la final (sábado, 20.30), y así lo hizo, el segundo español que lo consiguió en la historia, tras Tomás de Teresa, en el Mundial de Doha 2019 y en los Juegos de Río 2021, el gallego de Viveiro, como los grandes narradores, fue capaz de relatar sus pensamientos, sus sueños, sus deseos, su amor, en 7m 38s ante las grabadoras de los periodistas felices de escuchar la felicidad del atleta de 25 años recién cumplidos que en marzo, en Estambul, fue campeón de Europa en pista cubierta.

Un chorro de emoción y sudor resumido en 1.620 palabras. Super Saiyan, el héroe de Dragon Ball, hecho atleta espigado, rubio y locuaz, Ben, quinto en Tokio, sexto en Doha cuenta as lo que los sabios del medio fondo resumen en una frase: ¡qué listo Adrián Ben, cómo ha entrado por dentro!: “Bueno, pues hemos pasado los 400, creo que, en 48s, 49s, habrán pasado ellos, yo habré pasado en 50s. Y, nada, he intentado, pues, lo que yo he hecho toda la temporada. Detrás, sin gastar, por la calle uno. Solo miraba a Kramer [veterano sueco, un seguro] y no pensaba nada más. Solo decía, corre, corre, corre, corre, no he mirado mi paso del 500, mi paso del 600, nada. He visto que la gente se movía, que se empezaban a frenar, y yo seguía teniendo piernas. He intentado moverme un poquito, pero no quería ir por calle tres. Me he guardado detrás de Barontini [italiano]. He intentado pasar por dentro, y he llegado al 100 diciendo, mira, estoy completo, puedo gastar lo que necesite. Y he visto que Hoppel [estadounidense] y Wanyonyi [keniano] se iban, que Wanyonyi se abrió un poquito… Y ha habido un momento en el que he dudado, a falta de 60, 50, que he dicho, espera, que no tengo sitio para pasar y me quedo aquí como un tonto. Pero bueno, he visto que al final Hoppel se abría, y podía haber pasado por el medio o por dentro como he intentado. Y 1,43, cojones, con perdón. Todo, no sé qué decir, parece un cuento, no sé, parece una película. A mí me graban, como se dice ahora, ¿no? A mí me están grabando”.

En la final del sábado estará un Adrián Ben maduro, pulido por el técnico de Moratalaz Arturo Martín, maestro en el arte de hacer que sus atletas lleguen al 100 por 100 el día D a la hora H. Y la cabeza tan bien puesta inspirada siempre, como Noah Lyles, en el manga, en Super Saiyan y en One Piece, su serie favorita. “Esto es muy diferente a mi primera final, en Doha 2019. Era entonces un pipiolo [21 años recién cumplidos] en su primera internacionalidad absoluta como quien dice”, dice. “Y ahora estoy aquí. Y en One Piece hay una imagen, una frase, que he repetido un millón de veces. No sé si alguien de aquí la ve, pero dice que una persona que quiere ser campeón de un mundo no puede tener miedo a una semifinal. Quiero soñar en grande, quiero conseguir grandes cosas”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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