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Kenia impone su hegemonía en la Sierre-Zinal, la catedral del trail

Philemon Kiriago gana la prueba en un día en el que su continente ocupó cinco de los seis puestos del podio

El keniano Kiriago Philemon Ombogo, en plena carrera.
El keniano Kiriago Philemon Ombogo, en plena carrera.VALENTIN FLAURAUD (EFE)

Cuando Kenia se propuso extender su dominio a las montañas tenía una carrera entre ceja y ceja: la Sierre-Zinal. Una distancia de 31 kilómetros que exige un tiempo parecido al de una maratón en asfalto y un trazado sin grandes trampas técnicas que amenacen la matemática de los ritmos. Tras años asomándose a la élite con triunfos de postín, este sábado han dejado su impronta en la catedral del trail –un concepto que acuñó su creador, Jean Claude Pont, por la belleza incomparable de correr en las faldas de cinco picos de más de 4.000 metros– nada menos que en su 50 aniversario. Si no fuera por esas vistas, uno podría pensar que estaba viendo a un país trabajando en equipo por las calles de Berlín. Fue una hegemonía, no solo por la victoria de Philemon Kiriago –no es la primera africana– sino porque su compatriota Patrick Kipngeno y el también keniano Kevin Kibet le acompañaron en el podio. Una foto para la historia.

En un deporte que parece un videojuego por su sucesión de pantallas –ascensos livianos, auténticas paredes, descansos llanos o bajadas sin freno–, la contrapartida de la simpleza de Sierre-Zinal es que no ofrece respiro. El recorrido agota en el tramo inicial casi dos tercios de su desnivel positivo –unos 2.200 metros–, con 6,53 kilómetros de subida al 21% de media, tan constantes que parecen hechos por un matemático. Era el tramo en el que un escalador debía romper la carrera, pero Rémi Bonet, el suizo que tenía a todo un país a sus espaldas para lograr la primera victoria local en diez años y honrar el medio centenario, no tuvo su día y se retiró en el ecuador. Sin él, Kenia tenía vía libre.

La carrera resulta angustiosa porque después de la primera subida empieza el reto: tras esa paliza, ahora toca correr. El avituallamiento de Chandolin es el premio de montaña, un lugar lleno de público en el que los niños reciben a los corredores empapándoles con cubos de agua sin preguntar. El calor –muy notorio cuando las nubes dejaban de hacer guardia– obligaba a refrigerar el cuerpo y, sobre todo, a hidratarlo. Una excusa para parar unos segundos y dar un respiro a las piernas y al alma antes de poner el velocímetro en marcha. Paradójicamente, se descansa más en una subida abrupta que correteando por encima de 2.000 metros como si aquello fueran los caminos de una carrera de pueblo.

En la desnudez de los Alpes, brilla el ambiente de un evento que aúna la organización local con el prestigio de las Golden Trail Series, el principal circuito internacional. Esos altavoces improvisados y los aficionados que afinan la mirada para ver la bandera del dorsal y personalizar el mensaje. Y el cántico universal: “¡Courage!” Un ánimo llevado al extremo porque en la cima una pedrera esperaba un grupo con una motosierra que se oía desde lejos; agradecer los ánimos solo servía para que acercaran el artilugio a los oídos del atleta. Coronar aquello conducía a un contraste total, al silencio absoluto.

Esa subida tenue que no acaba conduce al Hotel Weisshorn, el último punto médico antes de la meta. A su salida, aparece la imagen imborrable, la postal que muestra la magnitud de una cordillera con el Weisshorn, el Zinalrothorn, el Obergabelhorn, el Cervino y el Dent Blanche. La última subida conduce al punto más alto del recorrido (2.424 metros) y a una corta pero abrupta bajada hacia Zinal (1.675 metros), el único tramo de verdadero descenso de un trazado que parte de Sierre (560).

La oportunidad de Kipngeno, reciente campeón del mundo de kilómetro vertical, estaba en la subida. Si Kiriago llegaba con él a la bajada, el final estaba escrito, no solo por sus habilidades sino por la caída que sufrió su compatriota el año pasado, una cicatriz que no se borra tan fácilmente. Dicho y hecho: Kiriago cruzó la meta, llena de turistas que habían salido de madrugada para recibir a la élite después de su martirio, en 2h27m27s, 1m22s menos que su perseguidor. Casi siete minutos después, Kibet aguantaba el bronce por apenas seis segundos en una pelea cerrada con el francés Sylvain Cachard.

También hubo sorpresa en las mujeres: la favorita, la holandesa Nienke Brinkman, fue sexta. Dominó Sophia Laukli (2h53m17s) pese a la resistencia de la keniana Muthoni Njeru, que lo dio todo para aguantar su ritmo en la subida, se quedó sin gasolina en el Weisshorn y llegó a cuatro minutos, suficiente para asegurar el segundo puesto ante su compatriota Philaries Kissang, tercera. La victoria de la esquiadora estadounidense que ha irrumpido con fuerza en el trail fue el único borrón para África en el día de su puñetazo en la mesa del trail.

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