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ALIENACIÓN INDEBIDA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los insultos a Nnaji y las cosas del servicio

Nadie preguntó a Jasikevicius por el tema, pero el entrenador del Barça denunció los gritos racistas contra su jugador, un desconocido para el gran público

Rafa Cabeleira
Real Madrid FC Barcelona Liga Endesa
Nnaji, antes de la final en el WiZink.AFP7 vía Europa Press (AFP7 vía Europa Press)

Me da igual si es un jugador del Real Madrid, del Barcelona o de cualquier otro equipo: esto no puede ser”, se lamentaba Sarunas Jasikevicius al poco de proclamarse campeón de la Liga ACB. Y lo dramático del caso —a James Nnaji lo habían recibido con insultos racistas a la entrada del pabellón— es que parece no dar igual la camiseta que vista el agredido y sí, claro que puede ser: quienes insultaron al pívot del Barça el pasado martes lo hicieron a cara descubierta, bien plantados a escasos metros de varios agentes de policía y grabando la escena con sus propios teléfonos móviles, pues de qué vale tomarse tantas molestias si luego no puede uno ni presumir delante de los amigos, delante de otros racistas.

Sobre la identificación de estos sujetos nada se sabe a la hora en que se redactan estas líneas: ni por parte del Real Madrid, ni tampoco de la propia policía. No se conoce la opinión del ministro ni la del secretario de Estado. Y mucho menos la del delegado del Gobierno en Madrid, que lleva unos días complicados. Nada se sabe de la fiscalía, poco atenta en esta ocasión. Y todos esos programas de televisión que juraron no dar ni un paso atrás en la lucha contra el racismo —de esto no hace más que unas pocas semanas—, apenas encontraron tiempo para señalar el hecho en un corto titular. Se habló de la llegada del verano, por ejemplo. O de las tormentas, pues una cosa es plantarse contra una lacra social y otra, muy distinta, que te coja la lucha poco o muy abrigado por falta de información.

Lo que sí ha comenzado a correr como la pólvora es ese goteo de matices que los racistas acostumbran a deslizar para defender a otros racistas. Incluso los que algunos aficionados suelen utilizar para defender a otros aficionados de su mismo club, aunque estos se muestren abiertamente racistas: “eran cuatro”, “el que más grita no tiene muchas luces”, “los insultan a todos, no solo al negro”, “si nos ponemos tan exquisitos acabaremos por cargarnos el deporte”. También el clásico “España no es racista”. Y esto lo defienden personajes como el que, anteayer, llamaba perros a los jugadores del Barça hasta que se aburrió de sí mismo y comenzó a cantar “culés, racistas, España es madridista”. En medio de todo lo demás. Y también por medio andaban dos niños de corta edad riendo, divertidos, con el pésimo espectáculo que estaban ofreciendo los adultos que les rodeaban, uno de los cuales parecía ser el padre: maldita la rama que al tronco no sale.

Reconozcamos que la lucha contra el racismo se nos está dando regular, basta con otear el panorama político que han pintado las últimas elecciones municipales y autonómicas por aquí y por allá. De manera sorprendente, parece que sentar a Vinicius Jr. en el palco del Santiago Bernabéu o anunciar un amistoso con hashtag comprometido no ha resultado todo lo efectivo que, sobre el papel, pudiera prometer. “Hay que parar esto ya”, imploraba Jasikevicius durante su intervención. Nadie le había preguntado por el tema, ningún periódico tuvo a bien llevar la noticia a su portada y no se prepararon especiales de televisión para denunciarlo. James Nnaji es un desconocido para el gran público. Y a ese gran público todavía no se le molesta con las cosas del servicio. No en este país. O no, al menos, ahora que llega el verano.

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