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TENIS | ROLAND GARROS
Columna
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Yo apostaría por Carlos Alcaraz

Parece no haber un favorito claro, aunque jamás dejaría de incluir a Djokovic para estos días en los que pesan las emociones y la decepción

Djokovic, el viernes en la Philippe Chatrier de París.
Djokovic, el viernes en la Philippe Chatrier de París.AFP7 vía Europa Press (AFP7 vía Europa Press)
Toni Nadal

En 2003, justo un día antes de volar hacia París para participar en su primer Roland Garros, Rafael sufrió una tonta caída, cosa de niños, cuando un compañero del Club Tenis Manacor le levantó la red, tropezó y se fracturó un brazo. Al año siguiente, y sin que por aquel entonces tuviéramos noticia aún de su lesión en el pie izquierdo, se lo rompió en Estoril y vio de nuevo su participación en el grande francés denegada. Como es sabido, finalmente no sólo pudo debutar en 2005, sino que ganó el primero de los catorce trofeos que ha levantado en la Chatrier.

El presente es el único torneo de lo grandes al que Rafael no ha faltado en los últimos veinte años.

Yo solía ir hasta el club dando una larga caminata para disfrutar de la belleza incomparable de esta ciudad en los distintos trayectos que tomaba. Aprovechaba además para ir pensando diversos aspectos de nuestro entrenamiento o de los partidos venideros. Hoy mismo he salido del céntrico hotel en el que estoy hospedado en París, he caminado hasta el Bois de Boulogne y me he sumergido en pensamientos, esta vez claramente retrospectivos.

He rememorado con comprensible emoción muchos momentos vividos aquí. No tanto las finales que Rafael ganó, sino más bien los momentos cotidianos que nos llevaron a ellas: los nervios que nos acorralaban y la ilusión que los sometía, la dificultad de los retos y la determinación de encontrar soluciones para superarlos, el transcurso de las rondas y la inminencia de encuentros que elevaban al máximo las especulaciones, y también la tensión.

Cuando, por fin, he cruzado la verja para entrar en el Stade Roland Garros he sentido acentuada la decepción de que mi sobrino no se haya podido recuperar bien y participar un año más aquí. Mi sensación es muy poco agradable, como se puede entender, aunque la domino bajo la reflexión de que sus éxitos aquí y el gran cariño y reconocimiento que paulatinamente ha ido disfrutando en suelo francés, no pueden despertar ningún sentimiento que eclipse la satisfacción profesional y la gratitud personal.

También me ayuda la actitud que vi en él mismo hace unos pocos días, justo antes de que yo volase aquí. No sólo me expresó la determinación de conseguir su recuperación física, sino también la ilusión de hacer el mejor año posible el próximo 2024; es decir, nada de cumplir con el expediente, sino competir como siempre lo ha hecho, con mentalidad luchadora.

A pesar de la ausencia de Rafael, Roland Garros da comienzo en el día de hoy con todo su esplendor y con la promesa de que los aficionados podrán disfrutar el magnífico Grand Slam, donde aún se mantiene un poco viva la percepción de que la estrategia adoptada por los jugadores tiene que ver con el resultado de los partidos.

Para la edición de este año parece que no hay un claro favorito, al no haber habido un claro dominador en las últimas semanas –Andrei Rublev se anotó Montecarlo, Carlos Alcaraz ganó Madrid y Daniil Medvedev Roma–. Yo apostaría por nuestro joven representante, aunque jamás dejaría de incluir a Novak Djokovic.

El serbio viene de disputar una temporada de tierra poco brillante, con derrotas poco esperadas e, incluso, alguna sorprendente, pero no se puede descartar a un campeón como él, capaz de todo en cualquier momento, con más razón en los torneos más importantes. Yo no olvidaría tampoco a Casper Ruud, finalista aquí el año pasado. Después de unos meses titubeantes, en el torneo de Roma recuperó la solidez y seriedad que lo caracteriza y no cayó hasta el partido de semifinales.

Contrariedades personales aparte, el impresionante y elegantísimo escenario augura dos semanas de emoción y de gran tenis. Los jugadores pasan, el brillante Roland Garros siempre quedará. Como ha sido siempre.

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