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siempre robando
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Bernabéu enciende la cuenta atrás

No eran los minutos más grandes del City, pero la ley del fútbol es ley de tierra vieja: no hay que ser el mejor sino el más fuerte en el momento en que el rival menos te espere

Vinicius celebra su gol al Manchester City
Vinicius celebra su gol al Manchester City.Julian Finney (Getty Images)
Manuel Jabois

Contó Guardiola la semana siguiente a la eliminación de la Champions 2022 que se dio cuenta de que estaban muertos (“si nos tienen que meter cuatro, nos los meten”) cuando su portero, después de que el Madrid marcase el primero, sacó en largo y el balón llegó a las manos de Courtois. La razón era que el City, en esos seis minutos de espanto en la caldera blanca, había renunciado a su idea, su estilo de juego. Y al haberse despojado de su fe, el infierno se abalanzaba sobre ellos. En Perdimos como nunca, el podcast pendiente de estreno de David Trueba en Sonora, Guardiola se pone más flamenco y llega a decir que jugando de determinada manera no le gustaría ganar la Champions. A los aficionados del City, paladar Gallagher, seguro que tampoco. Para qué ganar si no puedes enseñar luego el encerado.

El caso es que mientras el City jugó con la pelota y la movió de un lado a otro, hizo las cosas bien, se desmarcó y trianguló, controló todos los aspectos del juego, percutió en el área del Madrid y hasta obligó a Courtois a un paradón, Vinicius había ya metido un golazo desde fuera del área tras dejar correr un balón con el mismo espíritu con que se deja andar solo por primera vez a un niño en bicicleta; la pelota corría creyendo que la llevaba en la bota Vinicius, y Vinicius detrás mirándola enloquecido, padre orgulloso, antes de reventarla de un zapatazo a la red.

La vida es complicadísima dentro del Bernabéu. Los partidos aquí son un viernes noche a partir de las dos de la mañana, esos en los que cuando te despiertas no sabes si es sábado o domingo. No hay lógica interna que rija el destino de las cosas. Todo es susceptible de ser distorsionado. Incluso el ambiente, propicio para que el Madrid marcase el segundo, con el estadio agitándose entre espasmos, se revolvió contra el arbitraje y entremedias, de forma inesperada, De Bruyne sacó su fusil. No eran los mejores minutos del City, pero la ley del fútbol es ley de tierra vieja: no hay que ser el mejor, sino el más fuerte en el momento en que el rival no te espere.

Llegó el momento de la noche en que el Madrid debía saber qué hacer; o sea, a qué renunciar. Le hicieron renunciar a la pelota. No es lo mismo la soledad elegida que la soledad impuesta. Se notó en el campo. Pero el Madrid se rehizo con la paciencia sedosa de quien espera el partido de vuelta, ajeno a las revoluciones inflamables del Bernabéu. Salieron Asensio y Tchouameni. El City siguió quedándose con la pelota, escondiéndola sin morbo, aburriéndose sin remordimientos. El Madrid era Camavinga y los raptos de locura de Vinicius, que se dedicó a tirar de las cortinas con insistencia infantil y asesina. También era el Bernabéu, para entonces subido ya a las viñas esperando la vendimia del descuento, pero sin la fe de los minutos finales de verdad, esos que esperan en Inglaterra. Casi lo logra Tchouameni con un disparo desde fuera del área. No hubo mucho más porque al final el fútbol no juzga intenciones estilísticas, sino resultados implacables, y el resultado no fue implacable para nadie. Lo implacable siempre es el tiempo, y de ese quedan dos horas en Mánchester. No es el lugar en el que un madridista vaya a pasar una luna de miel para llegar a una final de Champions, pero no se ha sobrevivido a Hiroshima tres veces el año pasado para temer una vuelta tras un 1-1. Demasiadas naves a estas alturas hemos visto arder, incluso propias.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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