Puig Campana, la montaña alpina a los pies del Mediterráneo
Su agresivo perfil plantea una de las carreras más verticales de España con 1.020 metros de desnivel en apenas 3,6 kilómetros
Alicante, la provincia de las playas, anda sobrada de desnivel. “La gente viene aquí y no mira para atrás”, vociferaba el domingo un corrillo de atletas que iniciaba el calentamiento para uno de los desafíos más explosivos, un kilómetro vertical. La plaza Unió Europea de Finestrat no engaña; a los pies del Puig Campana se observa el canal a ascender, con unos datos infernales, avisa el speaker: 1.020 metros de altitud en 3,6 kilómetros de longitud. Es una subida alpina a los pies del Mediterráneo que premia el esfuerzo con un mirador que empequeñece a los rascacielos de Benidorm.
El Puig Campana tiene mística. El collado que sirve de antecima se asemeja a una campana, pero su estructura tiene un tajo en forma de ventana, una anomalía que ha dado pie a leyendas como la de Roldán, un gigante que arrancó de un puntapié ese pedazo para dejar pasar el sol y dar a su amada, que moriría irremediablemente a su puesta, unos minutos más de vida. Así emergió, reza la leyenda, la isla de Benidorm.
La moda de las carreras de montaña está en la ultradistancia. “Hoy en día, si no corres 100 kilómetros no eres nadie”, subraya el director técnico de Costa Blanca Trails, Romualdo Domenech. La prueba es que el vertical, con 175 participantes, tiene diez veces menos demanda que su formato más largo, que roza los 2.000. “Son especialistas, pero muy fieles, les vemos la cara un año tras otro”. El único consuelo que ofrece el formato vertical es el tramo neutralizado desde el pueblo a la Font del Molí. Desde allí arranca la subida cronometrada: un corredor cada treinta segundos. Esa falta de referencias supone un extra. Adil Moussaoui (39m12s) y Ana Tauste (50m05s) fueron los más rápidos.
El umbral del trail está en los porcentajes: hasta qué pendiente eres capaz de subir corriendo. Ahí se diferencian unas clases de otras. No se trata de correr a cualquier ritmo, pues una de las reglas es no correr si vas más deprisa andando. El primer kilómetro, protegido por la arboleda, ofrece muchos consuelos, incluso tibias bajadas, hasta llegar a la canal, un lugar que si estuviera a 3.000 metros sería una delicia para alpinistas. Una pedrera que nunca termina y que se sortea por el flanco derecho. Por eficacia y por proteger un terreno que servía para que los ‘esquiadores’ bajaran deslizando. El premio por superarla es medio kilómetro ‘fácil’ rodeando el collado hacia la cima principal.
Allí, a 1.406 metros, hay una pistola que lee el dorsal y pone fin a la agonía. Termina la crono, pero no la carrera: el reglamento obliga a una bajada más sosegada de ocho kilómetros por la cara norte y a cruzar la meta del pueblo para verificar que nadie se ha perdido en la montaña. Mientras otras carreras diseñan el plan más diabólico posible para sumar desnivel por recovecos a veces artificiales, la magia del Puig Campana es que su subida es natural, la vía original de acceso. “No ha habido que inventar nada”. La bajada enlaza con una senda señalizada a principios de siglo.
Con 14 ediciones, fue uno de los verticales pioneros de España y albergó un mundial. “En la Comunidad Valenciana, salvo error u omisión, no hay otra montaña que tenga estas características. Para encontrarte desniveles semejantes, tienes que ir a Pirineos o Picos de Europa”. El microclima de la bahía de Benidorm garantiza “un tiempo espectacular el 90% de los días”, todo un incentivo para los neófitos. “A raíz de la pandemia, la afluencia es espectacular. Estos días balizando nos habremos encontrado a 200 o 300 personas”. Felices de hacer paso a esos locos verticales.
Hotel Bali, una subida de 924 escaleras
El doblete vertical de Benidorm planteaba el mismo fin de semana el vertical al Puig Campana del domingo y la Subida al Gran Hotel Bali, que sirvió el sábado de anticipo. La prueba consiste en una contrarreloj por las 52 plantas del rascacielos para 180 metros de desnivel y 924 escalones de 17 centímetros. El organizador, Miquel Tortosa, reconoce que es una “idea de bombero”, su profesión. La prueba consta de tres categorías: los bomberos, que suben con todo el equipo (unos 20 kilos), una élite y otra en abierto, para un público más amplio. Se permite utilizar la barandilla para una prueba muy especializada en la que cada cual tiene su estilo. “Es para el típico corredor bajito fuerte de cuádriceps, porque llegas arriba con ellos ardiendo”. Más de una quincena de voluntarios vigilaron los rellanos para que ningún huésped –el hotel estaba lleno– estropease la fiesta. Los más rápidos fueron Soh Wai Ching (4m33s) y Kamila Chomanicova (5m53s). En la cima del Puig Campana más de uno lamentaba el calentón de la víspera.
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