¿Quieres jugar con nosotros, Larry?
El libro autobiográfico de la leyenda de los Boston Celtics ofrece, además de anécdotas del triplista, interesantes reflexiones sobre los rivales, los estadios o sobre el hecho de tener una estatua sin haberse muerto
Larry Bird se enamoró del baloncesto el mismo día en el que descubrió lo que era sentirse admirado. Sucedió en Hobart, un pueblo de Indiana a tres horas de su casa. Habían ido a visitar a una tía suya. Iba caminando por la calle y unos chavales le preguntaron si le apetecía jugar con ellos al baloncesto. Sin una gran pasión por el deporte de la canasta -su deporte favorito era el béisbol- dijo que sí. El primer lanzamiento entró. El segundo, también. “Debes de ser el mejor jugador de allí”, le dijeron al terminar. Pero él no jugaba en ningún equipo. Todavía.
Dos años después, descubrió que lo que más le gustaba era dar asistencias a sus compañeros. Tras apuntarse al equipo del instituto, en su segunda temporada se fracturó un tobillo. Dedicó el tiempo de recuperación a entrenar los tiros libres apoyado en las muletas y a trabajar el pase tras percatarse de que podía hacer malabarismos con el balón en torno a la escayola. “Me di cuenta de que la clave de todo está en los pases […] Me gusta ver cómo le brillan los ojos a un compañero cuando baja a defender después de haber encestado gracias a una asistencia mía”.
Larry Bird: Mi vida (geoPlaneta) es el título de las memorias escritas en 1989 a cuatro manos por el histórico jugador de los Boston Celtics y el periodista deportivo Bob Ryan, recientemente editadas en español. Una historia de inicios peculiares -con partidos de prueba en vaqueros y zapatillas de tenis, meses trabajando en una cuadrilla de mantenimiento urbano, una boda, un divorcio y la aparición de Dinah, la mujer de su vida-, que culminó en el draft de 1978: los Celtics lo eligieron en sexto lugar. Decidió quedarse un año más en la universidad. Después, vendrían sus 13 años como profesional defendiendo la camiseta verde, tres títulos de la NBA, tres reconocimientos como mejor jugador de la temporada y el oro olímpico en Barcelona como una de las estrellas del que es considerado el mejor equipo de baloncesto de la historia.
Bird se incorporó a los Celtics sin ser hincha del equipo y sin haberlos seguido en ningún momento -”no me importaban lo más mínimo”-, pero en aquel verano previo al salto al profesionalismo, empezó a leer sobre la historia de la ciudad de Boston y la idiosincrasia del equipo. Todo ello lo fue interiorizando a medida que se iba convirtiendo en leyenda del club. El libro ofrece, también, interesantes reflexiones sobre los rivales, los estadios o algunos de los grandes jugadores de la NBA, los triples -aparecieron en la competición en su primer año-, los tiros libres o sobre el hecho de tener una estatua sin haberse muerto.
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