El manifiesto feminista de la mejor esquiadora de la historia
Mikaela Shiffrin contrata una entrenadora jefa para dirigir el círculo técnico más cercano formado solo por mujeres
El privilegio que más apreció la primera campeona olímpica de esquí, la alemana Christel Cranz, fue la cena a la que le invitó Adolf Hitler. Era Alemania 1936. La esquiadora era militante fervorosa del partido nazi y en 1941, cuando se retiró de la competición, donó sus esquís y todo su equipamiento para la campaña de propaganda de la invasión de la Unión Soviética del ejército nazi. Es también la esquiadora que más medallas ha conseguido en campeonatos del mundo, 15, una cifra a la que no ha llegado aún la norteamericana Mikaela Shiffrin, la mejor esquiadora de la historia, ganadora de 87 pruebas de Copa del Mundo, más que nadie nunca, esquiador o esquiadora.
Para celebrarlo, y lo está haciendo esta semana en Andorra, donde se disputan las pruebas finales de la Copa del Mundo, Shiffrin, que el lunes cumplió 28 años, no ha exigido ningún privilegio, sino que ha aprovechado su trono para proclamar una suerte de manifiesto feminista. Una mujer con una misión, se define así Shiffrin, que ha conseguido ya mucho, pero que, convencida de su necesidad, va a trabajar ahora para conseguir que las mujeres entrenadoras tengan más objetivos por los que luchar, y piensen que todo, hasta lo más improbable, es posible.
“Todos me preguntan qué huella quiero dejar los últimos años de mi carrera”, ha dicho la esquiadora de Vail (Colorado), que hace un mes despidió a Mike Day, el técnico que la entrenó los últimos siete años. “La elección de un nuevo entrenador me ha parecido un asunto muy importante, y lo he reflexionado mucho. He elegido a Karin Harjo, que formó ya parte de mi equipo para ciertos detalles entre 2015 y 2021, porque es una de las técnicas más capacitadas con las que he trabajado. Pero quiero que sea la jefa de mis entrenadores no solo por eso, sino, sobre todo, porque quiero que el foco caiga cada vez más sobre las mujeres entrenadoras, para que se sepa que existen”.
Con Harjo, Shiffrin cierra un círculo 100% femenino a su alrededor, su entorno más cercano. Su madre, Eileen, de 63 años, esquiadora de buen nivel en su juventud y también entrenadora, y enfermera titulada, está con ella desde que entró en el circuito de la Copa del Mundo, una niña de 16 años en 2011. Su fisioterapeuta es también mujer, Regan Dewhirst, y está en su equipo desde hace cinco años; y su jefa de prensa, portavoz y relaciones públicas, es Megan Harrod, una exesquiadora que también lleva los asuntos del noruego Aleksander Aamodt Kilde, pareja de Shiffrin y ganador del globo de cristal de descenso. Ambos celebraron lo buena que ha sido la temporada de ambos la noche del miércoles y parte de la madrugada del jueves en el après ski más cool de Andorra, en la estación de Soldeu. Pocas horas después, Shiffrin disputó la final del supergigante, una disciplina de velocidad que no es su mejor prueba. Ganó la suiza medio granadina Lara Gut, con lo cual se hizo con el globo de cristal de la especialidad.
Shiffrin se lo tomó como un entrenamiento para el eslalon y el gigante del fin de semana, las pruebas en las que ya se ha proclamado ha obtenido el globo esta temporada, aparte del gran globo de la general final, y terminó 14ª. Si gana ambas pruebas, terminaría la temporada con 15 victorias, dos menos que en su mejor año, 2019, pero ya llegaría a las 89 totales, a solo 11 de la cifra mágica de 100.
En ninguno de estos últimos éxitos ha estado a su lado Karin Harjo, actualmente entrenadora jefa del equipo de Canadá, la segunda mujer que llega a dirigir un equipo y una de las ocho únicas mujeres entrenadoras al más alto nivel del esquí, donde los técnicos hombres son centenares. “No pensaba despedir a Mike Day, con el que trabajé muy a gusto siete años”, dice Shiffrin. “Pero cuando me enteré de que Karin quería dejar el equipo canadiense y volver a Estados Unidos me dije que era una oportunidad que no podía dejar pasar”.
No es la primera vez que Harjo se siente una pionera que abre nuevas vías a las demás mujeres. En 2016 se convirtió en la primera mujer que diseñaba una prueba de eslalon de la Copa del Mundo, una tarea monopolizada por los hombres para carreras masculinas y femeninas.
Desde entonces, dos mujeres más han empezado a llevar a cabo la tarea. “El que Mikaela me haya elegido significa un gran avance para las mujeres, no solo para mí”, dice en The New York Times la entrenadora, que empezará su trabajo con la campeona en abril, con largas sesiones para probar material en Noruega. “No se puede obviar el impacto que la noticia tendrá entre mis compañeras, que podrán decir, ‘bien, si Karin ha podido, yo también podré’. Es una acción que tiene mucha fuerza, que dice que este es un camino viable”.
Karin Harjo nunca ha sido esquiadora profesional. Hace 23 años, cuando se graduó en biología molecular, empezó a trabajar en un laboratorio de la Universidad de Washington. Poco después, sorprendió a todo el mundo, y a sus padre, misioneros noruegos en Tokio cuando ella nació, diciendo que dejaba el laboratorio para hacerse instructora de esquí. “Fue el clásico, ‘voy a tomarme un año sabático y después vuelvo”, explica. “Pero una nunca sabe cómo se empieza una carrera. Y aquí estoy, tanto tiempo después, trabajando en lo que es mi pasión y con una oportunidad de esas con las que solo se podía soñar…”
Un par de años después, la gente empieza a ver también con otra mirada a Shiffrin. Cuando en el Mundial de 2021 se negó a asistir a la ceremonia de entrega de medallas en la que ella recibiría el oro, la prensa habló de “un capricho de princesa”. Ahora se recuerda que en realidad lo hizo para protestar porque el acto se había retrasado varias horas para no interferir en el desarrollo del supergigante masculino.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.