El Baskonia le da una paliza al Valencia
El Buesa Arena sólo tuvo color azulgrana (114-75), en un partido en el que nada le funcionó a Mumbrú
El Baskonia despidió al Valencia de Vitoria con una paliza de antología. Se lamentaba Mumbrú en el descanso de que su equipo había defendido mal en la primera parte. Pues si no quería taza, taza y media. La segunda parte fue peor, y la distancia se fue a los 39 puntos. Nadie se asomó a la cancha, vestido de naranja, para tratar de arreglar el desaguisado. En la pelea por meterse en la siguiente fase, el Baskonia toma ventaja.
Uno de los planes recurrentes de los equipos que se enfrentan al Baskonia suele consistir en tratar de difuminar el juego de Markus Howard. Se puede decir que el Valencia lo consiguió en Vitoria, porque el jugador estadounidense se marchó frustrado al banquillo antes del descanso, con tres faltas y ningún punto en su casillero. Peñarroya le sentó para evitar que consumiera el cupo, como en su anterior partido de la Euroliga, en el que jugó once minutos y cometió cinco personales. Howard se puso la sudadera y no regresó a la cancha.
Pero en el Baskonia hay fondo de armario, y si bien Howard no aportó nada, sus compañeros sí que lo hicieron. Thompson se convirtió en el espejo en el que mirarse y no falló ni un tiro hasta el último segundo de la primera parte; Hommes fue un coloso, Giedraitis mantuvo la regularidad de las últimas actuaciones, y el Valencia se desmoronó en defensa. Nadie aparecía por allí. Mantuvieron el tipo hasta el final del primer cuarto (27-24), pero poco más. Solo en los primeros instantes del partido en el Buesa estuvo cómodo el Valencia Basket en el Buesa Arena, después le tocó sufrir. Hubiera ayudado bastante que los hombres de Alex Mumbrú hubieran puesto un poco más de intensidad en defensa.
Y la inspiración se había marchado enseguida para no volver nunca. Harper estaba pero no estaba –se marchó con cinco faltas cuando la paliza baskonista comenzaba a ser estratosférica; López Arostegui intentaba oxigenar, pero no había manera. En los primeros minutos de la segunda parte ya se vio lo que venía. La máquina del Baskonia se puso en modo picar carne. Pasó del 57-48 en el descanso al 114-75 del final. Nueve puntos de ventaja que se multiplicaron a 39 al final, en un último cuarto arrollador en el que los vitorianos eran capaces de encestar una lavadora si hubiera sido el caso. Y a todo eso, Markus Howard dando palmadas de alegría a sus compañeros que se sentaban en el banquillo con la misión cumplida. 114 puntos anotó su equipo. Él no hizo ninguno. No hizo falta.
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