Vinicius siguió bailando
El brasileño es muy expresivo, las redes peleonas y los hinchas siempre tratan mal al que más temen: el combo completo está produciendo un clima irrespirable
La normalidad como excepción. Vinicius jugó el miércoles en Marruecos un partido normal, y es novedad. Seguramente condicionado por la polémica que lo envuelve, empezó confuso, se fue soltando y, respondiendo a su condición de jugador hiperactivo, le acabó dando tiempo a todo: frenó, aceleró, regateó, acertó, falló, se enfadó, protestó, marcó un gol, le hicieron un penalti… Al final se erigió en gran protagonista y en dueño del peligro. Pero en España las cosas no son tan fáciles. A Vinicius se le está complicando la tarea y se le está quedando cara de león en cautiverio. Las garras siguen intactas, pero es imposible no distraerse con el ruido que hay alrededor, con los latigazos que le pegan, con el desamparo que debe sentir cada vez que sale al escenario.
Aquel baile, estas tempestades. Todo empezó con un baile tras un gol. Un festejo que los partidarios consideran inocente y los rivales interpretan como provocativo. Era el momento de decir “lo siento si ofendí a alguien, no era mi intención”. Algo así hubiera convertido a Vinicius en otra persona para el sentir popular, al que no le sobran luces. Pero Vinicius siguió bailando. Eso y su estilo de juego, que supera a los defensas con una habilidad que se desata en velocidad y descerraja sistemas defensivos causando terror en las aficiones que la sufren. Los hinchas siempre tratan mal al que más temen. Además, el Madrid es excitante, Vinicius muy expresivo y las redes peleonas. El combo completo está produciendo un clima irrespirable, sobre todo con el Madrid en condición de visitante, con las gradas festejando el matonismo de sus jugadores. Solo falta que ovacionen a la camilla que tarde o temprano sacará a Vinicius de un campo.
Vinicius y las gestas. Como las pasiones no se caracterizan por pensar, se invierte la carga de culpa con una velocidad que espanta. Le pegamos, lo insultamos y nos burlamos porque se lo merece, ya encontraremos la razón. Los perseguidores olvidan que estamos ante un futbolista que, para llegar hasta aquí, regateó burlas e insultos que pretendieron convertirlo en un exjugador con 18 años. Aprendió lo que le faltaba e impuso su clase y valentía hasta convertirse en un jugador excepcional. Esa travesía, en un club de la exigencia del Real Madrid, es una gesta. Hoy pide la pelota como si le perteneciera, encara a los rivales con la decisión de un iluminado y desafía las patadas con la tenacidad de un inconsciente. Que sea el jugador más golpeado de Europa es, al parecer, un dato que no preocupa. A esas estadísticas solo se llega si hay complicidad arbitral. Pero Vinicius debe pensar como contribuir a cambiar las cosas, es su nueva gesta
Sanar el juego. Hugo Sánchez, un valiente de otra edad geológica, le recomienda a Vinicius que haga lo que hacía él para vengarse: “gritarle los goles a la cara a los rivales”. Consejo que Vinicius espero que no atienda. Hugo jugaba en campos impracticables y, con frecuencia, ante defensores que eran auténticos carniceros que te decían “buenas tardes” con una patada intimidatoria de bienvenida. Pero es precisamente a ese ventajismo amoral al que no queremos que el fútbol vuelva y para eso alcanza con aplicar el reglamento hacia el lado del bien. En cuanto a Vinicius, bastará con que se concentre en el juego, porque en cada una de sus brillantes aceleraciones la afición se encenderá sin necesidad de que él la agite; el amor al club quedará implícito sin necesidad de besarse el escudo; y la alegría del gol no necesitará de un baile para resultar contagiosa. Volver desde este insano punto necesitará que todos pongan algo de su parte.
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