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Goles y balas

En ‘Cuero contra plomo’, Alberto Ojeda propone una vuelta al verano de 1982 en el que España organizó el Mundial de fútbol bajo la sombra del terrorismo

Portada de Cuero contra plomo
Portada de Cuero contra plomo
Pedro Zuazua

Los grandes eventos deportivos también pueden servir para que las sociedades avancen. Económica, social o políticamente. Unos Juegos Olímpicos o un Mundial de fútbol son acontecimientos que empiezan mucho antes de que arranquen las competiciones —organización, construcción de infraestructuras, adecuación de las sedes…— y que, de alguna forma, unen a las sociedades que los acogen en torno a la idea de un beneficio común y de una ilusión transitoria por ofrecer una buena imagen del país en cuestión. A veces, incluso, está en juego mucho más: la democracia o el inicio del fin del terrorismo.

España acogió el mundial de 1982 con una democracia recién estrenada y, por tanto, frágil. Con ETA asesinando a casi un centenar de personas en el año anterior. Con los GRAPO activos. Con la ultraderecha buscando el sitio que había perdido. Las esperanzas de que la competición sirviera de reclamo para la paz saltaron por los aires apenas una hora después de la ceremonia inaugural. La picassiana paloma de la paz que se formó con figurantes sobre el césped del Camp Nou y la entrañable imagen de un niño vestido con el uniforme de la selección española y un balón en la mano del que posteriormente saldría una paloma real dejaban clara la importancia que el país le daba en ese momento a la violencia. Poco después de terminar la gala, ETA asesinaba en Pasajes al Guardia Civil José Luis Pernas.

En Cuero contra plomo (Altamarea), Alberto Ojeda propone una vuelta a aquel verano de hace cuatro décadas. Y lo hace reconstruyendo el camino paralelo que siguieron Italia y España. Con muchas más similitudes de las que pudiera parecer —la violencia, la inestabilidad…— y una trayectoria que se separó con el fútbol: la inesperada victoria de Italia ayudó a unir al país y marcó el principio del fin de los años de plomo. España, en contra de muchos pronósticos, logró demostrar al mundo que estaba de vuelta en la liga de los países democráticos, aunque el terrorismo estaba aún lejos de ser derrotado. Una parte clave de la historia de ambos países contada a través del fútbol. Con el inolvidable Paolo Rossi. Con Naranjito como icono. Con aquel Italia-Brasil de Sarrià. Con el sonido de las balas como música de fondo.

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Sobre la firma

Pedro Zuazua
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo, máster en Periodismo por la UAM-EL PAÍS y en Recursos Humanos por el IE. En EL PAÍS, pasó por Deportes, Madrid y EL PAÍS SEMANAL. En la actualidad, es director de comunicación del periódico. Fue consejero del Real Oviedo. Es autor del libro En mi casa no entra un gato.

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