La pasión eritrea de Merhawi Kudus, uno de los tres ciclistas africanos en la Vuelta
El ciclista del EF, que participa en su sexta ronda española, se curtió en las carreras de los domingos de Asmara antes de formarse en Suiza
Durante la época del colonialismo, en África se entendía que ir en bicicleta era para los pobres porque los británicos y franceses se desplazaban en motos y coches. Aunque ese problema cultural se borró de un plumazo en Eritrea a finales del siglo XIX, cuando los colonizadores italianos, por la pobreza del país y por lo irregular del terreno, escogieron los pedales. Ya no era una cosa de negros, sino de blancos ricos. Y cuajó tanto que el ciclismo sigue siendo en la actualidad el deporte preferido por todos por delante del atletismo, quizá también porque es el país perfecto para su práctica porque está bañado por el mar aunque atravesado en su interior por una cadena montañosa de más de 2.000 metros de altitud. Y, aunque las autoridades no permiten salir a los ciclistas salvo una oferta de equipo Continental o World Tour -alegan que su circuito es más que bueno-, normal que sí se hayan ganado un nombre algunos de ellos, como Natnael Berhane (ganador de la vuelta a Turquía en 2013), Daniel Teklehaimanot (vistió el maillot a lunares en el Tour de 2015) y Biniam Girmay, que venció este año una etapa en el Giro y Merhawi Kudus Ghebremedhin (Asmara; 28 años), único eritreo de esta Vuelta y uno de los tres africanos del pelotón, pues por Sudáfrica corren Daryl Impey (Israel) y Louis Meintjes, ganador en Les Praeres.
Las primeras veces que Merhawi usó una bicicleta, prestada por su padre, no podía sentarse en el sillín porque no llegaba a los pedales. Pero pronto se enamoró de la sensación de rodar con el viento de cara, también de subir las montañas. Y lo hacía tan rápido que con el paso de los años y de los vericuetos, llegó a profesional, ya con seis Vueltas en sus piernas, ahora corredor del EF Education-EasyPost. “Es un chico que aporta mucho, que es muy fácil trabajar con él y que siempre cumple con lo que se le dice. Es un escalador que quizá no marca la diferencia, pero sirve de ayuda y tiene un gran olfato para las fugas”, explica su director deportivo, Juanma Gárate.
Hijo de constructor de edificios, pasó una infancia sin apuros en su país, por más que fueran cinco hermanos y una hermana. Y aunque era buen estudiante, Merhawi esperaba con ganas los domingos, día de carrera en Asmara, aunque que de niño le tocaba la salida a las seis de la mañana, el horario establecido para la tercera división, la de los más jóvenes. Ascendió, ya con 14 años, a Segunda, contratado por el equipo más potente del país, suficiente para que dos cursos después, en 2011, se coronara campeón y diera el último salto, al grupo Élite.
Y de ahí fue fichado por un centro de alto rendimiento en Sudáfrica -con lazos con la UCI- para competir por todo el continente, aunque ninguna carrera mejor que el Tour de Ruanda. “Con 19 años, cuando debuté, casi la gano”, cuenta Merhawi, que compitió con los colores del Bretagne-Seché Enviroment; “gané la segunda etapa y en la sexta me puse el maillot amarillo. Pero mi equipo no era muy fuerte y en la séptima lo perdí y ya no lo pude recuperar en la última, en la octava”. Su exhibición, en cualquier caso, no pasó desapercibida y la UCI le invitó al centro de alto rendimiento en Aigle (Suiza). “Fue muy duro, tenía 19 años, y nunca había estado más de dos días lejos de mi familia. Pero cuando eres joven tienes energía y te falta el miedo, por lo que estaba emocionado con la oportunidad de ser profesional. Sí que mis padres estaban preocupados, pero yo contaba los días para ir”, relata. Allí descubrió la nieve. “Pensé que estaba en medio de una película, me sorprendió mucho”, cuenta, aunque tampoco acabó de convencerle porque ahora, que vive en Andorra, prefiere sin ninguna duda los días soleados.
En 2014, firmó con el MTN Qhubeka y, ya en 2016, con Dimension Data, el primer club africano de categoría élite dentro del ciclismo que en sus estatutos se compromete a tener la mitad de su plantilla compuesta por ciclistas africanos y a fomentar la práctica del deporte de las dos ruedas por todo el continente. Con ese equipo logró su mejor resultado en la Vuelta -ha corrido también dos Giros y un Tour-, clasificado finalmente en el puesto 31. “Ese equipo corría para mí. Ahora yo lo hago para otros. Pero mi sueño es ganar una etapa en la Vuelta como logró Biniam en el Giro. Lo intentaré en una de las dos etapas que quedan de montaña en esta Vuelta. Tendré que meterme en una escapada”, desvela.
Sabe que toda Eritrea le estará viendo -tienen un canal de deportes en el que emiten todas las carreras-, pero pase lo que pase seguirá siendo una celebridad en el país y seguirá participando cuando se lo permita el calendario en la carrera del domingo de Asmara. “Pero no corro para ganar, sino para dar espectáculo, trato de hacerla más dura para que los aficionados estén felices. Soy agresivo, ataco, muevo la carrera…”, explica. Y sonreirá como lo hace en esta Vuelta y como lo hacía de niño, cuando montaba en esa bici que no alcanzaba con los pies, sobre esas carreteras que definieron su presente.
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