Del 7 al 10
El caso Figo es la historia de cómo José Veiga pasa de ser agente de Figo a ser agente de Florentino Pérez
El mejor momento de El caso Figo (Netflix) ocurre cuando José Veiga (agente) y Paulo Futre (intermediario) empiezan a pensar que Figo no se irá al Madrid de ninguna manera, incluso cuando Florentino Pérez ya ha ganado las elecciones. Y tendrán que asumir (¿ellos dos?, ¿los tres?, ¿solo Veiga?) los 30 millones de euros de la cláusula incluida en el precontrato. Entran en pánico y se presentan en el hotel de Cerdeña en el que Figo pasa las vacaciones con su mujer y su hija; a las nueve de la mañana Veiga llama desde el vestíbulo y Figo dice: “¿Pero estos qué hacen aquí?”. Y, al irse a la playa por la tarde con su familia, los dos les siguen de traje y echándose la corbata al hombro.
Esa imagen de dos hombres ricos (uno de ellos, leyenda del fútbol) arrastrando los zapatos en la arena, sudando la gota gorda, persiguiendo a un matrimonio de vacaciones, para poder cobrar su comisión (3,5 millones Veiga, 1,5 Futre; Futre dice que le sacó seis a Florentino Pérez) es la que mejor representa el espíritu del documental. Dinero y mentiras, muchas, algunas de ellas admitidas alegremente (Futre, De la Morena).
Empieza la historia cuando Veiga, tras colgarle al principio el teléfono a Futre, descubre que hay una comisión para ellos y activa todo su interés: todo un representante que busca lo mejor para su representado. Acaba cuando Veiga y Futre le dicen a Figo que, si no se va al Madrid, hay que afrontar el pago de 30 millones de euros. O sea, y esto no se dice en el documental pero se contó en su momento: se van a la cárcel. Así que esta es la historia de El Caso Figo: cómo José Veiga pasa de ser agente de Figo a ser agente de Florentino, y dedica sus esfuerzos no a convencer a un club de que quiera a su jugador, sino a convencer a su jugador de que tiene que ir a un club.
¿Y Figo? Dijo dos veces en la prensa de Barcelona (la última de ellas a dos días de las elecciones del Madrid, y posando con la camiseta del Barça) que no se movía del club catalán: “Es una decisión irrevocable”. Tengo la impresión de que hasta eso ayudó a Florentino Pérez, que sale confiado, alegre y fumando en las imágenes recuperadas por el documental: cuántos le habrán votado para ver cómo salía de esa, bien con el portugués en el Santiago Bernabéu o bien pagándoles las cuotas de socio.
No se sabe qué es más angustioso, los líos de Figo (ahora sí, ahora no) o la desesperación de Veiga&Futre. Se echa de menos alguna imagen del famoso precontrato firmado por Veiga y Florentino Pérez, y del que Veiga dice que firmó a instancias de Figo mientras que Figo dice que no. Si Figo no está en ese precontrato y Veiga no tiene poderes, ¿por qué habría de apechugar el jugador con él? ¿Quiere decírsenos que Figo se ‘sacrificó’ por su agente y Futre, que lo único que querían de esta historia era su dinero? Con su mujer al teléfono diciéndole que ni de broma se fuese de Barcelona y él colgando y diciendo que vale, que no se va, al final lo que Figo dice es que pensó en sí mismo, pensó en su carrera, y pensó en el maltrato del Barcelona. Versión que avala Florentino Pérez, que dice que lo que ocurría, simplemente, es que Figo quería jugar en el Madrid. Un idilio demasiado sencillo y perfecto como para que 20 años después se le siga dando vueltas.
Luego está, claro, el Barça. El trato a Figo, el contrato de Figo, las propuestas ridículas de mejora. “Figo era el número uno y cobraba como si fuese el séptimo”, dijo Johan Cruyff en aquella época, que también dio su opinión sobre el precio del traspaso récord, 60 millones de euros: “Muy barato”. Baratos los 60 para el Madrid, carísimos los 30 para Veiga
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