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Mario García Romo, bronce en la prueba de 1.500m del Campeonato de Europa

El noruego Jakob Ingebrigtsen, el favorito, consigue la medalla de oro con el mejor tiempo de la historia de los Europeos

Mario García Romo celebra su medalla de bronce en la prueba de los 1500m de los Europeos de Atletismo este jueves en Múnich.
Mario García Romo celebra su medalla de bronce en la prueba de los 1500m de los Europeos de Atletismo este jueves en Múnich.ANDREJ ISAKOVIC (AFP)
Carlos Arribas

”En Galicia llueve”, dice, tautológico, Adrián Ben, gallego de Viveiro al que le gusta la sabiduría de las frases sabias de Fariña, y ríe su gracia que maldita gracia le hace a Mario García Romo, de Villar de Gallimazo, la Castilla seca y el cereal, y se encuentra con que en Múnich, como en Galicia, llueve, y mucho, y contempla el agua chocar contra el techo de cristal del Estadio Olímpico, y en la cabeza la capucha del chubasquero color dorado champán de la selección. Un dorado falso que se confunde. Que termina siendo el color bronce de la medalla que le espera, la primera gran medalla internacional, a los 23 años, de la nueva estrella del medio fondo español, heredero de los grandes del 1.500m, desde González Amo, Abascal y José Luis González, y Cacho y Reyes Estévez, y Casado. García Romo (3m 34,88s) es tercero.

En Galicia llueve, sí; Ingebrigtsen gana, claro. El oro será para el esperado Jakob (3m 32,76s). La plata, para el británico Jake Heyward, tan peleón (3m 34,44s).

La final, su final, la final de los 1.500m en la que peleará la pelea imposible contra el tremendo noruego Jakob Ingebrigtsen se retrasa 20 minutos por la lluvia. 1.200 segundos para dar vueltas en la cabeza a los posibles desarrollos que deben conducir a un desenlace único, la victoria. Todo pasa por su cabeza, todo lo asimila su razón, la fuerza interior que da más fuerza a sus piernas, a su paso ligero, que da más aire a sus pulmones tan capaces, que da más razón a su determinación. La sabiduría del hobbit. Él hará lo que haga el noruego. Le seguirá y, en la última recta, le adelantará. Sueña. Cree.

Todos los guiones dependen de la voluntad de Ingebrigtsen, el doble campeón de Europa de 5.000m y 1.500m a los 17 años, en Berlín 18, el campeón olímpico a los 20 en Tokio, el imbatible aún a los 21, o casi, porque en el Mundial de Eugene un audaz británico le rompió. Esa es la esperanza de García Romo, que Ingebrigtsen, ya independiente de su padre, que le entrenó y le sometió hasta hace unos meses, ya soberbiamente único decididor de sus pasos, dude, que se equivoque. El error de Ingebrigtsen es la mejor arma del castellano de la Moraña. Y cuando, el cielo ya despejado, el aire claro, la noche limpia de Múnich, la brisa fresca, Ingebrigtsen sale y decidido se pone el primero y marca el paso, García Romo piensa quizás que ahí está el error, que ninguno resiste 1.500 metros tirando, cambiando, progresando, que es imposible. Y, animado, se pone a sus espaldas. Aguanta cerca. Y si fuera de día iría pisando la sombra del espíritu que desea ver desvanecerse. Detrás de él, todos aprietan los dientes, en fila como condenados, ordenados. Los otros dos españoles, los andaluces Gonzalo García e Ignacio Fontes, entre ellos. Atrás. El sevillano terminará sexto (3m37,40s), finalista en sus primeros Europeos; el granadino, 11º, 3m 42,40s.

Mario García Romo (segundo por la derecha), durante la carrera.
Mario García Romo (segundo por la derecha), durante la carrera.WOLFGANG RATTAY (REUTERS)

García Romo espera, pero Ingebrigtsen no flaquea. 56,54s, los 400m; 1,54m, el 800m; 2m 23s, el 1.000; 2m 37s al toque de la campana. Cada vez que García Romo intenta acercarse un poco, Ingebrigtsen se aleja, sombra inalcanzable, tortura, pesadilla. Quien cede, quien no puede más, es el salmantino. Poco a poco ve alejarse al atleta inaprensible. Poco a poco oye acercarse, a su espalda, los jadeos, las ambiciones, de los que esperan su muerte para saltarle. 55s del noruego en la última vuelta.

El polaco Rozmys, tosco y brutal; el británico Jake Heyward, tenaz y paciente; el italiano de apellido famoso, Pietro Arese, ambicioso. Solo el británico le supera. Con su último aliento, García Romo resiste al italiano. El bronce es suyo. Y el deseo se mantiene. “Está muy bien ganar mi primera medalla internacional”, dice, sereno, razonable. “Pero venía a por el oro. Mi objetivo sigue siendo ganar a Ingebrigtsen”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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