GP de Assen: 30 años de la histórica victoria de Àlex Crivillé
El piloto logró en Holanda el primer triunfo español en la categoría reina y dio pista al dominio posterior
Assen, la undécima parada del Mundial de MotoGP en 2022, representó un antes y un después para la historia del motociclismo español. En la Catedral, hace tres décadas, un chaval de Barcelona de 22 años logró algo que por entonces se veía como una quimera: ganar una carrera en la categoría reina de las dos ruedas. Àlex Crivillé (Seva, Barcelona; 52 años), el protagonista de esa gesta, no ha viajado a los Países Bajos durante estos días de celebración, sino que se ha quedado en casa disfrutando de la verbena de Sant Joan junto a su familia.
El piloto, que rompía moldes desde su primer campeonato del mundo de 125cc en 1989, fue el encargado de derribar, el 27 de junio de 1992, la gran barrera de los españoles en 500cc. “Con esa victoria hubo un cambio de mentalidad. Ese día disfruté muchísimo el hecho de pilotar la moto, fue brutal”, recuerda Crivillé en conversación telefónica. Bien acompañado en su aventura por Sito Pons, que le escogió como heredero de su moto tras retirarse de la competición a raíz de dos duras caídas, el novato acalló con su victoria hasta las voces más críticas.
“Esa victoria fue el culmen. Una sorpresa que no esperábamos, pero allí todo el mundo se dio cuenta de que sí, un español podía ganar en 500cc”, explica Pons desde Assen, donde hoy (14.00, Dazn) continúa la historia del certamen. El expiloto y mentor de un sinfín de corredores desde su apuesta por Crivi es quien mejor recuerda el escepticismo con que se vio desde España su proyecto en la máxima categoría: “Decían que nos habíamos precipitado. En España, además, se creía que no se podía competir contra los estadounidenses y los australianos. Yo sabía que sí, y a mí eso no me amilanaba”.
Al contrario que en estos últimos años de gloria, cuando se han convertido en la principal referencia del Mundial, por entonces un español subido a una 500cc era visto como una apuesta perdedora. Cuando Pons y Joan Garriga subieron a la categoría reina, el primero en 1989 y el segundo en 1990, nadie imaginaba que tenían posibilidades de lograr una victoria ante el dominio avasallador de los estadounidenses. Precisamente fue una caída, la de Kevin Schwantz, la que abrió las puertas de la gloria a Crivillé en Assen, el único circuito que se ha mantenido en el calendario desde la fundación del campeonato en 1949.
“De entre los circuitos míticos de Europa, es el mejor”, valora Crivillé, que recuerda el subidón de verse peleando por la victoria con John Kocinski y Alex Barros. La caída de Schwantz y Lawson, los líderes destacados en una carrera en la que no estaban por lesión ni Wayne Rainey ni Mick Doohan, le motivó a empujar como nunca. “En el segundo grupo tienes ambición, arriesgas algo. Pero cuando de repente ves la opción de ganar, todo cambia. Te creces, te entra un subidón y lo das todo”, rememora. Y lo logró. “Estábamos tan excitados que cuando me hicieron subir al podio con Àlex, como todavía no había cultura de eso, me subí al mismo peldaño que él. Allí estaba yo, eufórico, aunque después se reguló y ya pusieron a los jefes de equipo a un lado del podio”, revive al tiempo que suelta una risotada.
Fue una victoria de equipo porque Crivillé heredó la estructura ideada por Pons para competir con garantías en la categoría reina. Sin esa base, que alentó la inversión de patrocinadores españoles y el creciente interés del público y la prensa, habría sido difícil acelerar tanto la irrupción en la élite. Aunque no estuvo lejos de conseguirlo él mismo, a Pons no le importó reconocer, tras perder la competitividad sobre la moto, que necesitaba ceder el testigo: “Quería encontrar una alternativa, un piloto español que pudiera aprovechar todos los recursos invertidos, un sustituto para hacer el trabajo que yo ya no podía hacer”.
Pero ascender a Àlex no fue sencillo. Además de las reticencias de la prensa y los miembros del paddock, Crivillé quería continuar en 250cc tras una mala temporada. También recibió la oferta de construir una 500cc desde cero con Antonio Cobas, con quien tenía mucha confianza. “Elegimos a Crivillé porque era el más avanzado de todos”, asegura Pons, que más tarde aprovecharía su estructura para catapultar a otros pilotos como Carlos Checa o Alberto Puig. Un cambio de tecnología del motor screaming al motor big-bang, más fácil de llevar y con un comportamiento similar al de las 250cc de la época, permitió que el acople de Crivillé a la máquina fuera casi instantáneo. Un podio en Malasia en su tercera carrera advirtió del potencial del piloto.
“Cada gota cayó donde tenía que caer”, apunta el expiloto catalán. La retirada de Sito, el cambio de normativa técnica, su crecimiento con la moto, las caídas de los referentes del campeonato… Y entonces hizo historia. “A partir de ahí me dejaron por las nubes todos, menos los americanos, que iban a su bola. Eso sí, ya no estaba tan lejos y se notaba en ellos un cierto respeto”, señala Crivillé, que siguió acelerando hacia su gran logro, el primer campeonato del mundo de un español en la categoría reina en 1999. Según Pons, ese primer triunfo en Assen le abrió a su pupilo las puertas del equipo oficial de Honda en 1994 y dio paso al patrocinio de la petrolera española Repsol, que desde su entrada en 1995 ha acumulado 15 títulos mundiales de pilotos de 27 posibles, además de sumar más victorias que nadie (183).
“Lo que más recuerda la gente es el título, pero obviamente esa victoria en Assen fue un poco el principio del boom. Ganábamos en 125cc con Ángel Nieto [el piloto con más victorias (15) en el circuito holandés] y en 250cc con Sito, pero se nos resistía la categoría reina. Esa victoria fue la leche”, remacha Crivillé, orgulloso por una gesta que catapultó su carrera y al motociclismo español.
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