El ‘Cuerdo’ Bielsa
El técnico argentino es, sobre todo y ante todo, un creador, casi un artesano que ha moldeado con sus creencias a un número ingente de grandes futbolistas
Contaba esta misma semana Jon Rivas que la primera respuesta ofrecida por Marcelo Bielsa a Iñaki Arechabaleta, el candidato a la presidencia del Athletic que ha logrado convencer al entrenador argentino de regresar a Bilbao, fue un escueto “déjeme que lo estudie”. La vida del rosarino está llena de frases así: cortas en origen, pero que a la postre se convierten en una tarea ímproba, a menudo obsesiva, que en esta ocasión lo llevaron a revisar los 45 partidos disputados por el primer equipo la pasada temporada. También los 38 disputados por el Bilbao Athletic y otros muchos del Basconia, del equipo juvenil y, cómo no, de los futuros rivales. Casi cuatrocientos partidos en total para terminar ofreciendo un diagnóstico que demuestra el talante y la honestidad de un personaje único en la historia del fútbol: “El equipo juega bien, me gusta. Lo mejor para el Athletic sería la continuidad de Marcelino”.
Meses atrás, antes de ser destituido como entrenador del Leeds United, el propio Bielsa contaba en una entrevista a los compañeros de DAZN el origen de su famoso apodo y su relación con el exceso. O, al menos de dónde cree él que surgió, pues ni en eso es del todo taxativo este argentino de carácter shakespeariano. Cuando comenzó a trabajar en las divisiones inferiores de Newell’s coincidió, en la estructura montada por Jorge Griffa, con Carlos Picerni. “Él entrenaba tres edades y yo tenía solo una, pero los entrenamientos de mi equipo duraban más que los tres suyos juntos... Y ahí comenzó a decirme que estaba loco”, explica mirando al suelo, el interlocutor al que Bielsa dedica la mayor parte del tiempo. Como en tantas otras de las historias que conforman su biografía, parece que ni él mismo es capaz de distinguir entre la realidad y la leyenda.
De su carácter, de su demostrada capacidad de trabajo y de una apuesta firme por los jóvenes talentos, se deduce que Bielsa es, sobre todo y ante todo, un creador, casi un artesano que ha moldeado con sus creencias a un número ingente de grandes futbolistas. El último de ellos, actual objeto de deseo por parte de algunos grandes clubes de la Premier, Kalvin Phillips, habla de él en términos casi de autoría, como si de algún modo estuviera dispuesto a cederle sus derechos de marca. “El día que se anunció mi convocatoria con la selección me llamó, me dijo lo orgulloso que estaba de mí y me regaló una camiseta de sus tiempos como jugador”, explica un Phillips visiblemente emocionado. “Por eso fue a él a quién regalé la camiseta de mi debut con los pross”.
Sus críticos, que nunca desfallecen en el intento de desacreditarlo —especialmente en Argentina y en un tono semejante al utilizado contra Messi, quién sabe si contra todos los rosarinos en general—, acentúan una y otra vez el impacto de la literatura en todo lo que rodea a Bielsa. Y lo dicen como algo despectivo, incapaces de descifrar la herencia futbolística que siempre deja tras sí el personaje. No será un problema si gana Arechabaleta: en Bilbao lo saben cuerdo y por eso lo adoran como locos.
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