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ALIENACIÓN INDEBIDA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Frenkie nunca encontró su sitio

“Su caso no es comparable a los de Coutinho o Dembélé: a él, conviene recordarlo, lo convencieron de que había nacido para jugar en el Barça en un tiempo en que ni el propio Barça sabía a qué jugaba”

Rafa Cabeleira
Frankie de Jong
De Jong controla el balón durante el Barça-Elche en marzo pasado.Silvestre Szpylma (Getty Images)

Hace tiempo que el Ajax funciona como una especie de Rincón del vago para el Barça. Cuando el trabajo y la audacia brillan por su ausencia —defectos que se convirtieron en rutina durante la última década—, siempre aparece un espabilado que mira hacia Ámsterdam e identifica a uno o varios futbolistas que, desde su lógica del mínimo esfuerzo, resultan trasplantables al nuevo ecosistema sin provocar rechazo, como si los godenzonen fuesen una especie de donantes universales para el club azulgrana: “Error 404 Not Found”.

Frenkie de Jong, con todas sus virtudes, pertenece a la élite de este movimiento acelerado que nutre al Barça de sueños improbables mientras el Ajax engorda sus arcas con sumas de dinero que parecen crecer de los árboles. En el caso del centrocampista, su traspaso se valoró en 75 millones de euros más otros 11 en variables, toda una ganga a la que el PSG o el Manchester City no pudieron hacer frente por las limitaciones que entonces les imponía el fair play financiero. Pero el Barça sí pudo, ajeno a cualquier principio de prudencia y sin que ninguno de los controles imperantes —ni los propios, ni los de LaLiga— levantasen la voz por la ya entonces más que dudosa situación financiera del club.

Temas mundanos aparte, lo cierto es que Frenkie nunca encontró su sitio por dos razones. La primera tiene nombre y apellidos: Sergio Busquets. La segunda, fácil de intuir, pero difícil de reconocer en un club que vive de frases hechas, es que el Barça y el Ajax no practican el mismo juego. Se parecen, sí. Pero también alimentan ciertas contraindicaciones que convierten a futbolistas como De Jong en elementos de difícil encaje. Si a esto le sumamos que el Barça no tiene un entrenador-formador desde la marcha de Guardiola, el resultado es un futbolista que se empeña en trasladar el balón y pisar lo fregado sin que nadie haya sido capaz de explicarle que una cosa es el fútbol posicional del Ajax y otra muy distinta, el juego de posición que Xavi pretende recuperar en el Barça.

Solo el tiempo dirá si el entrenador de Terrassa podrá conseguirlo, pero todo parece indicar que el momento de Frenkie ya pasó. Son tres los años que lleva enrolado en la nave y ni por esas ha sido capaz de interpretar lo que futbolistas noveles como Pedri y Gavi comprenden desde el primer momento: en eso consiste también la auténtica calidad, que por algo es prima hermana de la inteligencia. Soñar con una inmediata redención del holandés sería, a estas alturas de la aventura, la versión blaugrana del roce y el cariño: el mismo valor empírico, la misma trampa mortal.

Les queda pues, a Frenkie y al Barça, no hacerse daño en la despedida. Profesional intachable, De Jong se merece que el club no sobrepase ciertas líneas a la hora de mostrarle la puerta de salida. Su caso no es comparable a los de Coutinho o Dembélé: a él, conviene recordarlo, lo convencieron de que había nacido para jugar en el Barça en un tiempo en que ni el propio Barça sabía a qué jugaba.

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