Thomas Ceccon corona la revolución italiana con el récord mundial de 100 espalda
El nadador de Vicenza, de 21 años, desmonta al estadounidense Ryan Murphy en un segundo 50 prodigioso
Las leyes de la dinámica de fluidos, la sensualidad, la epistemología y la superstición, han contribuido a extender entre los nadadores una convicción que los previene sobre el efecto de freno que producen los pelos en el medio acuático. Todos se rasuran obsesivamente, salvo raras excepciones. Mark Spitz desafió estas aprensiones en 1972. Desde entonces no se recordaba un récordman mundial con bigote. Thomas Ceccon fue este lunes el atrevido que rompió con la inercia psicológica. Lo hizo con calma, con equilibrio, conservando la misma frecuencia de brazada desde el primer metro al último de la final de 100 espalda de los Mundiales de Budapest. Un prodigio de exactitud que le permitió acelerar en el último largo para superar a Ryan Murphy antes de tocar la última pared en 51,60 segundos. Nada menos que 25 centésimas más rápido que el récord mundial que el propio Murphy estableció en los Juegos de Río, en 2016.
El largo italiano —mide 1,96— de Thiene, provincia de Vicenza, nadó mejor que Peirsol, el estándar de los espaldistas del siglo. Como Peirsol, resultó excéntrico por la sencillez de cada gesto. Al tocar la pared se volvió hacia el marcador y cuando vio las luces que lo señalaban como al héroe de estos Mundiales, ni se encaramó a la corchera, ni azotó el agua, ni aulló, como suelen hacer todos los vencedores, imitadores de las efusiones de Michael Phelps. Ceccon simplemente hizo un mohín y permaneció sumergido tranquilamente un momento antes de irse por donde había venido.
Hacía tres años que Murphy no nadaba tan rápido. Su salida fue bárbara. Entró al agua el primero y emergió del viraje el primero, listo para rematar la carrera en los últimos 70 metros. Ceccon conservó la sangre fría. Contra las normas biomecánicas y fisiológicas, que obligan a los nadadores a aumentar la frecuencia de brazadas en la medida en que la fatiga se traduce en un mayor hundimiento del cuerpo en el agua, el italiano dio 34 brazadas en el primer 50 y apenas 33 en el segundo, cuando lo normal habrían 35 o 36.
“Ha nadado con una frecuencia extraordinariamente baja”, observó Raúl Arellano, el biomecánico de la federación española. “Eso es muy raro y obedece a una técnica excepcional”. Ceccon ahorró energía tras el volteo con hasta nueve patadas de delfín, 15 metros bajo el agua en los que evitó la superficie, que ofrece más resistencia que la profundidad. El contraste de su progresión armoniosa con el aparatoso y espumante Murphy en los estrepitosos metros finales resultó evidente. Donde el americano luchaba contra el líquido, Ceccon se deslizaba como una tabla de surf.
“Evolución hacia la velocidad”
La proeza de Ceccon no parece casual. Lo probó Nicolò Martinenghi con el oro en 100 braza el domingo y lo confirmó Benedetta Pilato con el oro en 100 braza el lunes. Italia es el país europeo que más se resiste a la supremacía de Estados Unidos. Lo consigue gracias a sus fenomenales velocistas. Al contrario que en España, en donde la tendencia sugiere que cada individuo explote sus propias posibilidades, los italianos han creado un verdadero equipo.
”Nosotros hemos tenido una evolución hacia la velocidad”, explica Claudio Rossetto, el entrenador que descubrió a Filippo Magnini y transformó la cultura de su país. “Comenzamos en el año 2000. Hasta entonces ganábamos títulos en distancias de 200 y en 400 metros. Las satisfacciones las encontrábamos en el mediofondo. Ahora Thomas Ceccon o Alessandro Miressi, y como ellos muchos otros, han compartido un método y han crecido juntos. Si no hubieran competido entre ellos en las prácticas no habrían evolucionado así”.
De la mano de Alberto Burlina, su tutor en la piscina del Centro Federal de Verona, “el maestro”, en palabras de Ceccon, de adolescente se desarrolló como un excelente nadador de libre y un fabuloso espaldista. “Tuvo suerte de entrenarse con continuidad durante toda la pandemia en Verona, que fue una isla feliz en 2020, gracias al apoyo de la federación”, dijo Burlina. “A pesar de no poder competir, se fraguó con el grupo de velocistas de Rossetto”. Con ellos ganó la plata en el relevo de 4x100 de los Juegos de Tokio y el bronce en Budapest. Gracias a ellos afinó el sentido de la lucha que posibilitó el primer récord mundial en estos Mundiales.
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