Léon Marchand acaricia el récord de 400m estilos de Michael Phelps

Reflejada en el espejo de la piscina del Danubio, Katalin Kovák, presidenta de Hungría y líder histórica del partido nacionalista Fidesz, proclamó este sábado que a los húngaros les gustan las “misiones imposibles”, y que la organización del Mundial de natación en cuatro meses había sido “una misión imposible”. El populista Viktor Orbán pretende sacar rédito político del campeonato que su gobierno presentó antes de que se celebraran las primeras finales de natación en línea, marcadas por la irrupción explosiva del francés Léon Marchand en la zona Phelps.

Atacar la barrera de los cuatro minutos y cuatro segundos en los 400 metros de estilos combinados supone un reto mucho más complicado que organizar un torneo de natación en una piscina construida hace seis años. Esto es lo que hizo el imberbe Marchand, rubio casi albino, de cejas transparentes, boca de rape y mirada encantada. Su consistencia en los dos largos de mariposa y los dos largos de espalda le sirvió para mantenerse en la ola de Carson Foster y, tras el viraje al parcial de braza comenzó a imprimir una fuerza insólita en el agua inestable hasta aventajar en cuatro segundos al estadounidense. Cuando remató el viraje hacia el nado libre iba a ritmo de récord mundial. Nadaba en un ámbito que parecía inaccesible a toda la humanidad menos a Michael Phelps.

Marchand tocó la última placa en 4m 04,28s y se colgó el oro. Le sobró un metro para batir el récord que estableció Phelps en la final de los Juegos de Pekín, en 2008. Aquellos 4m 3,84s suponen un hito mágico en la historia del deporte. Nadie más que Phelps bajó de 4, 04s en esta prueba. El superdotado nadador de Baltimore lo consiguió armado de una envergadura y un fenotipo extraordinario, apoyándose en su don para hacer las palancas de la mariposa, y exaltado por el golpe adrenalínico de encontrarse con 23 años ante el mayor desafío de su vida en unos Juegos.

Marchand se le aproximó más que nadie. Sin pasar del 1,84 de estatura, de momento, y con unos miembros más moderados que su predecesor, nadó en la estela del gigante en Budapest. Sus 20 años escasos invitan a pensar que Francia tiene en el muchacho de Toulouse al héroe predestinado a brillar como anfitrión en los Juegos de París de 2024. A Marchand le espera una tonelada de presión. Cuenta con las mejores herramientas para gestionarlo. Le acompaña nada menos que Bob Bowman, el excéntrico entrenador de Georgia que antes de ser su mentor se ocupó de diseñar la carrera de Phelps.

Sun Devils

Tras los Juegos de Tokio, donde quedó sexto, Bowman lo reclutó para la Universidad de Arizona. Esta temporada se proclamó ganador de los campeonatos universitarios de la NCAA para los Sun Devils con la mejor marca de todos los tiempos en la prueba de estilos de 200 yardas. “Hace cinco años vi los Mundiales de Budapest por televisión y ahora estoy aquí”, dijo; “todavía tengo que hacerme a la idea de lo que he conseguido”. Acababa de salir del agua y parecía sorprendido ante una marca que le eleva sobre los grandes maestros de siempre: Ryan Lochte (4m 05,18s), Kosuke Hagino (4m 06,05s) o Laszclo Cseh (4m 06,16s).

Marchand fue la gran sensación de la primera jornada de los Mundiales. Menos sorprendentes resultaron Katie Ledecky, ganadora del cuarto título mundial de 400 libres, y Caeleb Dressel, líder de Estados Unidos en la conquista del oro en el relevo de 400 libre.

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