El Madrid abrasa al Barcelona en el primer duelo de la final de la ACB
Dirigidos por la batuta de Hanga y las muñecas de Deck y Causeur, el equipo blanco se impone en todas las facetas y gana el factor cancha
Como ese grandullón que le roba el bocadillo o los apuntes al chico más enjuto o menudo de la clase, el Madrid abusó del Barcelona en el Palau en el primer partido de la final de la ACB. Un triunfo a domicilio que le adelanta en la serie y que pone el factor cancha a su favor; un resultado (75-88) que le aclara al equipo azulgrana que deberá hacer mucho más si quiere decir la suya antes de que el laurel corone a los blancos.
Pareció que el partido lo iba a jugar ese Barcelona de a principios de curso, que descontaba rivales como quien deshoja una margarita, equipo imperial al que muy pocos le tosían. Así lo reclamaba Mirotic, que después de marcar un triple desde su casa precedido por una bandeja asentía al tiempo que el Palau se deshacía en vítores. Un parcial de 7-2 en el arranque que, sin embargo, fue un auténtico espejismo porque el Madrid explicó que tiene de todo y no solo juego interior como le preocupaba al Barça, sobre todo porque no puede contar con los lesionados Oriola ni Sanli [se torció el tobillo en el último duelo de las semifinales ante el Joventut]. Y, poco a poco, triple a triple, rebote a rebote, robo a robo y carrera a carrera, el equipo de Laso —todavía está Chus Mateo en el banquillo a la espera de que se reincorpore el técnico tras el infarto que sufrió la semana pasada— fue un martillo pilón que socavó el baloncesto azulgrana, también su mermada confianza porque en el recuerdo estaba la reciente derrota en las semifinales de la Final Four de la Euroliga.
Dos lanzamientos de tres de Causeur, uno de Hanga y otro de Yabusele sirvieron para refrendar que el Madrid no solo se impone en la botella —con Tavares y Yabusele— sino que tiene un equipo que ataca por tierra, mar y aire. Nada que pudiera maquillar Mirotic y el siempre elegante Higgins porque se sucedían las pérdidas de balón, también las transiciones hipersónicas blancas comandadas por Hanga para acabar el primer cuarto con un expresivo 17-30. Hanga, ese base que no contentaba a Jasikevicius y que en verano tomó el puente aéreo.
No cambió la tonadilla con el paso de los minutos. Medroso el Barça por más que Kuric reclamara su cuota de protagonismo o Laprovittola convirtiera alguna canasta esporádica de genio; y entonado el Madrid, de nuevo con Hanga y Rudy con los tiros exteriores, también con Poirier, Yabusele y Tavares dominadores bajo el aro. Contundente 31-49 para el Madrid al llegar al entreacto, solo contrariado por la lesión de rodilla que sufrió Randolph. “La diferencia es la energía entre unos y otros”, admitía Jasikevicius al tiempo que se atusaba la corbata y agachaba la cabeza, lejos de esas reprimendas tan sonoras y expresivas que suele proferir. “Si mantenemos la intensidad tendremos opciones”, replicaba Mateo.
Intentona ahogada
Trató de corregirse el Barcelona tras el descanso, con un marcaje eléctrico de Calathes sobre Hanga —no hizo más puntos—, con un equipo que jugó tan al límite que a falta de seis minutos para concluir el cuarto ya había entrado en el bonus de las faltas. “¡Así, así, así gana el Madrid!”, gritaba el Palau, disconforme con la cantidad de personales señaladas a un bando y a otro, también con un Madrid que no daba tregua porque Causeur seguía haciendo de las suyas y Deck se sumaba al recital. Intentona ahogada para los azulgrana y el Madrid que sacaba músculo (51-74) al concluir el tercer cuarto. Más de lo mismo.
Sí que encontró su orgullo el Barcelona en el último cuarto, espoleado por el joven Jokubaitis, sobrado de desparpajo y talento, también por el inconformista Laprovittola. Un sprint que redujo las distancias a 11, pero entre los rebotes en los dos aros —el Madrid logró 18 rebotes ofensivos; los mismos que el Barça hizo en defensa— y la inspiración de Deck, la rebelión pronto quedó bañada en cloroformo. Bofetada para los azulgrana, que se complican la serie nada más empezarla.
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