_
_
_
_
_

La guerra en Ucrania refuerza la Liga Asobal

Hasta cinco jugadores del Motor, el equipo del país en la Champions, llegan al renqueante torneo español, beneficiado por un mercado abierto hasta el final

Lorenzo Calonge
Liga Asobal
Aidenas Malasinskas, con el Ademar León en un partido contra el Cuenca.Manu Quiroga (Ademar León)

Al jugador lituano de balonmano Aidenas Malasinskas, ahora cedido en el Ademar León, la invasión rusa en Ucrania le estalló literalmente en las narices. El avión de su equipo, el Motor Zaporiyia, tomaba tierra en Kiev de regreso de un partido de Champions justo la noche de febrero que Vladímir Putin ordenaba el ataque militar. Toda la expedición se dio prisa por regresar lo antes posible a su ciudad en autobús (500 kilómetros), pero a la mañana siguiente, ante la amenaza de los primeros bombardeos, este central de 36 años no dudó en salir rápidamente de allí en coche junto a dos compañeros de vestuario, el español Carlos Molina y el bielorruso Bokhan Viachaslau. Cuatro días de trayecto y un frío terrible para recorrer los 1.000 kilómetros que les separaban de la frontera polaca turnándose entre los tres para dormir. “Solo pasé un momento de miedo, cuando escuchamos disparos. Pero Bokhan me dijo que me tranquilizara, que eran de defensa, no de ataque”, recuerda ahora en calma desde León. Un viaje que, según el testimonio que luego ofreció Molina, dejó más peripecias que aquel episodio puntual.

Ellos son dos de los cinco jugadores de este equipo ucranio, representante del país en la élite del gran torneo continental, que se han buscado la vida en la Liga española, al menos hasta final de temporada. El Motor tuvo que dejar de competir y accedió a que la mayor parte de la plantilla se colocara donde pudiera para seguir en activo. Y de esa desgracia se ha beneficiado la Asobal con las llegadas de Zahkar Denysov (capitán ucranio) al Torrelavega, Malasinskas al Ademar León, Molina al Sinfín de Santander, y Dmytro Horiba y el croata Luka Sebetic al Nava, el conjunto de un pueblo segoviano de apenas 3.000 habitantes (Nava de la Asunción). Este último, eso sí, decidió recientemente hacer el viaje de vuelta a su país debido a una lesión. “El chaval no podía ni caminar por un pinzamiento y dijo que se sentía mal por no ayudar, que no había venido a robar. Se marchó sin cobrar un duro”, explica Zupo Equisoain, un viejo lobo del balonmano español que ahora pelea por salvar del descenso al Nava.

Salvo el pedigrí del Ademar León, el resto de destinos de estos jugadores han sido clubes modestos en una Liga ya de por sí con muchas cicatrices económicas. Todos ellos se quedan hasta final de curso a la espera de ver qué ocurre con su club de origen, que busca volver a la competición la próxima campaña, tal vez instalado en otro país.

“Nos hemos beneficiado de que la gran mayoría de las Ligas europeas, salvo la polaca, ya tenían cerrado el mercado y, sin embargo, aquí se pueden fichar jugadores hasta las últimas cuatro jornadas. Si no, hubiera sido imposible que vinieran a España porque proceden de un equipo de Champions [estaba en el grupo del Barcelona] y, en condiciones normales, no podemos traer jugadores de este nivel, al margen del Barça”, matiza Equisoain.

Entregar el coche para llegar a la frontera

Una ventaja administrativa que dos zorros como él y Manolo Cadenas, el técnico de Ademar, han sabido aprovechar tirando de su extensa red de contactos. “El contrato de Sebetic lo hice a través de Ivano Balic [leyenda a quien dirigió en el Portland San Antonio] porque estaba entrenando en Croacia. El jugador había tardado cinco días en coche en llegar hasta su país con su familia. Y luego Sebetic nos hizo de puente con Horiba, que se encontraba en Alemania junto al resto de ucranios. Por ahí salieron estas dos opciones”, apunta Zupo.

El desembarco de Malasinskas en León también tuvo mucho de agenda. “Lo tuve dos temporadas en el Granollers, hace una década, y siempre he mantenido el contacto con él. Me lo intenté llevar al Wisla Plock [equipo polaco donde estuvo entre 2013 y 2016] y a él, como a otros, les llamo para que me informen de jugadores que puedo fichar. De hecho, así me traje el verano pasado a su compatriota Zanas Virbauskas”, detalla Manolo Cadenas, que hace un mes también fichó al hermano de este último (Deividas), que quería salir del conjunto ruso del Don Cossacks.

“Cuando llegué a casa a Lituania”, apunta Malasinskas en un decente castellano, “Manolo me llamó el primer día, me propuso jugar en León y no me lo pensé mucho. Lo conocía a él y también la Asobal”. Hasta su llegada al Motor ucranio, este veterano central había hecho casi toda su carrera en España, en el Bidasoa de Irún, Logroño y Puerto de Sagunto, además del Granollers.

A Aidenas le restan dos cursos de contrato en la escuadra ucrania. En Zaporiyia, donde vivía desde hacía siete años, a 200 kilómetros de la zona crítica de Donbás, lo dejó prácticamente todo antes de salir corriendo. Cuenta que a veces habla con su casera y le dice que todo está tranquilo en esa localidad. Él se marchó a la carrera y, según el relato de Carlos Molina -que se abrazaba a él para no pasar frío-, para terminar de salir del país los tres compañeros de aventura tuvieron que superar el último peaje: regalar el coche a los trabajadores de un puesto de control si querían llegar hasta un compatriota de Malasinskas, que les estaba esperando a cinco kilómetros de la frontera polaca.

Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_