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Area di rigore
Columna
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El último viaje del Atalanta

El pequeño equipo de Bérgamo, asiduo a las competiciones europeas en los últimos años con su fútbol total, encadena su peor racha y abre la hipótesis de un fin de ciclo

Marten de Roon, del Atalanta, el sábado contra el Venecia.
Marten de Roon, del Atalanta, el sábado contra el Venecia.ALESSIO MARINI (EFE)
Daniel Verdú

La tragedia suele ser más generosa en adjetivos que la comedia, especialmente en un país dado a la hipérbole como Italia. Giampiero Gasperini, entrenador del Atalanta, el hombre que transformó un equipo de pueblo en una máquina de fútbol, quiso subrayarlo hace unos días describiendo su destino. “Estamos ante una caída moral”, proclamó ya sin remedio a solo tres jornadas del final del campeonato. El precipicio ético al que se refería era la medianía de la tabla de clasificación de la Serie A. Y el abismo, verse fuera de la zona Champions después de un lustro tumbando gigantes por las canchas de Europa. El equipo de Bérgamo ganó el sábado al Venecia (1-3), pero sigue octavo en la tabla. Y lo peor es que hoy, como aquel barco de la película que dirigió Jean Vigo con el mismo nombre, no sabe a qué juega ni tampoco ya a dónde se dirige.

La contagiosa alegría del Atalanta, gestionado hasta hace poco de una forma familiar, permitió sonreír a la zona más golpeada de Italia por la covid durante los días más duros de la pandemia. Se plantaron en unos cuartos de Champions en Lisboa contra el PSG y desplegaron un juego poderoso. Pero ha habido cambios: en el campo y en los despachos. Los propietarios, un fondo estadounidense, ya no hablan bergamasco por primera vez en la historia. Tampoco la mayoría de los jugadores, que honraron a una de las mejores canteras de Italia. El equipo ha perdido cuatro de los últimos seis partidos y ha quedado fuera de los puestos para disputar la próxima Europa League. En 2022 ha puntuado prácticamente lo mismo que la Salernitana, colista de la Serie A. Todo ello en un tramo de la temporada en el que normalmente arrasaba gracias a su cuidada preparación física.

Gasperini, que aterrizó en Bérgamo en 2016, es el padre del milagro. Maestro de los banquillos y algo complicado en el trato personal -acabó a palos con el Papu Gómez-, transformó el equipo pequeño de una rica provincia en una especie de Liverpool lombardo que ahogaba a sus rivales con presión en todo el campo y velocidad. Lo clasificó para la Champions y fue el máximo goleador de la Serie A. Pero para algunos fue solo un espejismo. El Atalanta de siempre era un equipo pequeño que vivió siempre entre Primera y Segunda División y al que apodaban la Reina de las provinciales. Era difícil seguirle en los álbumes de cromos. Un año era finalista de la Copa Italia, al siguiente bajaba a la Serie B. El mejor recuerdo, de hecho, fue aquella semifinal de la Recopa contra el Malines jugada en el 88 (y perdida) que el club disputó sin estar en la máxima categoría. Fue tan importante que años más tarde volvieron a repetir el partido con los mismos jugadores.

El club ha pasado hoy a manos de un fondo estadounidense y deberá empezar un nuevo ciclo. Si se marcha Gasperini, creen muchos, Roberto de Zerbi podría volver a Italia después de una dramática aventura en el Shaktar Donetsk. El entrenador que revolucionó el Sassuolo, convirtiéndolo en el equipo que mejor jugaba de la Serie A, sería el elegido para iniciar una nueva era. Pero De Zerbi es de Brescia, la provincia que linda con Bérgamo. Y eso, en las decisivas cuestiones de odio entre territorios lombardos, no es un asunto menor. Se la tienen jurada. Todo el mundo recuerda cómo les fastidió en el partido decisivo para el Atalanta el primer año que iban a jugar en Europa. Y también las polémicas que protagonizó entonces. El tifoso bergamasco tendría dudas a la hora de entregarle el banquillo. Pero en medio de su particular tragedia, quizá no sea tan complicado para la nueva propiedad encontrar un par de adjetivos que ayuden a suavizar el trago.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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