Luuk de Jong, Lukaku y el caos
El fútbol es un juego desconcertante donde alcanza una jugada para deshacer un prejuicio
Todo lo que cabe en 45 minutos. Juegan Mallorca-Barça con Luuk de Jong como titular, un cuerpo extraño dentro del discurso estilístico del Barça. Desencaje que lo convierte en polémico. ¿Qué hace un cabeceador en un mundo sin centros? ¿Qué hace un tipo que no devuelve paredes en un equipo de Xavi? En la primera jugada, Luuk Intenta un tiro desde fuera del área que termina en… saque de banda. Como el prejuicio queda confirmado, lo insultan en todos los idiomas. De inmediato, va al suelo para discutir agónicamente un balón con el portero, lo desvía con la punta del pie y da en el palo. La suerte no ayuda a los pobres, pienso. En la siguiente jugada, remata un centro con una chilena espectacular que da en el travesaño. Pobre tipo, me digo. Pero antes del descanso, encuentra el gol con un remate de cabeza que resuelve un partido torcido desde la alineación.
Un respeto. Si el fútbol es un juego desconcertante donde alcanza una jugada para deshacer un prejuicio, no puede extrañarnos que en 45 minutos consagre como héroe a un perseguido. El partido frente al Mallorca lo vi entre desconocidos del Barça que le pusieron banda sonora a la noche de Luuk de Jong. Se rieron ante aquel tiro desviado, tras el primer disparo al palo el más atrevido dijo “ese gol lo meto yo” (me quedé con las ganas de decir que no, que él se cagaría encima al salir del túnel), se levantaron incrédulos del asiento tras la chilena y festejaron como locos el gol que sacaba al equipo de un problema gordo. Buen momento para recordar que el presunto paquete es internacional por los Países Bajos, que tiene personalidad para jugar sin complejos en un equipo hostil para su talento y que, con todo el viento en contra, fue capaz de ganar un partido clave.
¿Alguien lo entiende? El Chelsea ganó la última Champions dejando una sensación de solidez inabordable. Ni siquiera esa máquina de jugar al fútbol que es el City pudo inquietarlo en la final. En el verano, el aparato de precisión que era el Chelsea agregó a Lukaku a su funcionamiento, uno de esos goleadores que intimidan desde el túnel de vestuario. La pieza que faltaba, nos dijimos. En cuanto al City, no logró comprar al goleador que necesitaba para corregir esa sensación de equipo desvalido que dejó en aquella final. Una catástrofe, nos dijimos. Seis meses después, el fútbol vuelve a reírse de los pronósticos. Al parecer Lukaku no está contento, extraña al Inter y convirtió una entrevista en una bomba de racimo que explotó en el vestuario. Atentar contra la convivencia hace líquido a un equipo sólido. En cuanto al City, lleva 10 puntos de ventaja y es el máximo goleador de la Premier.
Más covid, más caos. Luuk de Jong es un problema que se convierte en solución y Lukaku una solución que se convierte en un problema. Si en el fútbol solo a veces las cosas son como parecen es porque se trata de un juego lleno de corrientes subterráneas. Corrientes que se agitan, que cambian de dirección de un partido a otro, que se convierten en tsunamis en los medios de comunicación. Un fútbol cada día más imprevisible porque no hay manera de mantener el equilibrio con un partido cada tres días, con jugadores que se lesionan estornudando, con la covid en la puerta de los vestuarios y con divos que anteponen sus intereses individuales a los colectivos. Hasta el big data se tira de los pelos porque los algoritmos no conocen la incertidumbre, el miedo o el efecto del cansancio en la confianza. Así las cosas, el entrenador es, hoy por hoy, el gestor de un caos llamado fútbol.
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