El Rayo angustia al Madrid
El Real, recreativo durante una hora, da vida al equipo vallecano y roza la remontada en el tramo final, de nuevo con los madridistas desconectados
¡Qué largos se le hacen algunos partidos al Madrid! Lo mismo da que irrumpa un Real recreativo durante una hora y tenga el marcador despejado. Con demasiada frecuencia hay momentos en los que decide cortar el cable y se desenchufa de la contienda. Le sucedió ante el Rayo, sometido hasta que el Madrid le dio siete vidas. Le concedió un segundo aire y un partido que insinuaba una goleada local derivó en un Real acogotado por un Rayo que flirteó hasta el final con el empate.
Advertido por su público en el duelo con el Shakhtar, esta vez el Real Madrid no salió de parranda. No quería pitos. Frente al dicharachero Rayo de este curso no apareció un Madrid moroso, sino entretenido durante algo más de una hora. Tan ameno hasta entonces que incluso Asensio, acoquinado en muchas ocasiones, cogió vuelo. Ancelotti sacó su papeleta en la rifa habitual para suplir al lesionado Rodrygo. Un día Lucas, otro Asensio... Nunca, por ahora, Hazard, jornada tras jornada enclaustrado en el banquillo. Ancelotti no traga.
Desde la banda derecha, Asensio flotó por todo el perímetro del ataque local. Lo mismo que Vinicius y Benzema. Suficiente para fundir al principio al equipo vallecano, achicado de entrada en Chamartín. Hasta el último trecho no fue ese Rayo con gancho.
Sin demoras blancas, a los cinco minutos ya había embocado Vinicius, asistido por su ya colega Benzema. Por un pulgar se decretó fuera de juego del francés. También se invalidó de inicio una llegada de Kroos al asalto, concretada con un gran remate con la pelota bota que bota como en un paisaje lunar. El VAR recapacitó y comprobó que Vinicius no había dado hilo a la jugada en fuera de juego. Quienes sí estaban fuera de lugar eran los centrales visitantes, clavados en campo del Madrid con todo el horizonte despejado a sus espaldas. Vinicius, que ya no juega al solitario, se citó con Asensio y el balear vio llegar a Kroos, que no suele ser un aventurero de las áreas. Pero la noche invitaba al recreo, con un Rayo aún frágil y un Madrid mancomunado.
Los franjirrojos, un equipo protesta
Isi y Álvaro, habituales ventiladores rayistas por los costados perdían todos los duelos. Lo mismo que Óscar y Comesaña por el eje, donde, ausente Modric por fiebre, Camavinga, sin ánimo de complicarse la vida, mantenía en combustión al medio campo de los blancos. Eso sí, un Camavinga con recorrido, pero más contenido, sabedor de que a su técnico le disgustan las muchas tarjetas que acumula. En España el juicio al fútbol de forro físico dista de los tribunales franceses.
Cada ataque local suponía un serio aviso para Dimitrievski y sus centinelas. Incluso había fuego amigo, como un rechace pifiado de Comesaña que obligó al portero macedonio a tirar de pértiga para evitar el 2-0. Resultado que no tardó en darse. Alaba, nostálgico de sus tiempos de lateral zurdo en el Bayern, enfiló desde la izquierda a Benzema. El pase del austriaco sorteó a toda la guardia del Rayo hasta llegar al capitán madridista, cuyo testamento goleador no tiene fin.
Un marcador acorde con el discurrir del encuentro. Pero el Rayo, hasta en una mala noche, es un equipo protesta. Nada de arrugarse o ceñirse a evitar un azote sonado. Llegado el segundo acto, el grupo de Iraola no dudó en dar un estirón, con un pelotón de jugadores siempre por delante de la pelota. Un trance de lo más arriesgado. Cada pérdida le suponía un tormento.
A campo abierto no conviene dar perspectivas a Vinicius y compañía. Las tuvo el brasileño, que pilló pista, fue dejando rayistas por la cuneta —con distintas moñas con las piernas y la cintura— y su remate final lo sacó un rayista bajo el larguero. Vinicius esquía con botas de lazo y esquiva rivales como puertas los esquiadores. Poco después de ese gambeteo, también a la carrera, Asensio se estrelló en un duelo esgrimista con Dimitrievski. El Madrid se lo pasaba pipa hasta que pasada la hora quiso bajar la persiana. Un alivio para el Rayo, para el que hasta entonces todo eran etapas alpinas. Su conmovedora fe le dejó a un dedo de la remontada.
Irrumpieron Bebé y Falcao, justo cuando el Madrid ya holgazaneaba más de lo conveniente puesto que el partido no estaba del todo despejado. El primero largó un zapatazo que sacudió el poste izquierdo de Courtois. Y Falcao no es aún un pariente lejano del mejor Falcao. Llegó a Chamartín con molestias e Iraola le preservó hasta el último tramo. El colombiano, hijo predilecto del gol, llegó a tiempo para sellar el 2-1 y crujió. Y casi cruje el deshilachado Madrid del final, auxiliado por Kroos bajo palos y un despegue de Courtois. Las tuvo el Rayo y de milagro no lo pagó el otro Real, el de los repentinos apagones.
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