La vía del riesgo, la única opción
Si Medvedev quiere tener alguna opción, deberá ser más agresivo y no limitarse al juego pasivo que tan buenos resultados le da con la gran mayoría de rivales
El US Open llega a su clausura con dos finales diametralmente opuestas. Si a la masculina han accedido el número 1 y el número 2 de la clasificación, la femenina la disputaron, contra todo pronóstico, una jugadora situada en la 70ª posición ante otra venida de la fase previa, la 150ª del mundo. Sin ánimo de quitar ningún mérito a las dos prometedoras tenistas, no deja de ser sorprendente que hayan sido capaces de derrotar a las primeras en el ranking mundial en un torneo de tanta importancia.
Novak Djokovic tiene en la jornada de hoy la oportunidad de completar el Grand Slam en un mismo año natural, es decir, ganar los cuatro torneos más importantes del circuito tenístico igualando la proeza realizada por el australiano Rod Laver. El viernes vi al legendario jugador sentado en el palco presidencial del torneo neoyorquino en las dos semifinales y entiendo que, con buen acierto, la organización le tendrá preparado el honor de entregar el trofeo al tenista que logré vencer esta gran final masculina.
El actual número 1 es el favorito. La trayectoria que lo ha llevado hasta el día de hoy lo avala con creces, pero él sabe bien que se juega mucho más que este preciado trofeo. Aparte de igualar el récord de Laver, está el de superar a Roger Federer y a Rafael en número de Grand Slams. De ahí su frase de ayer: “Solo me queda un partido. Todo en él”. Este partido, de ganarlo él, se escapará del marco del US Open para marcar un hito en la historia de nuestro deporte.
Hoy se repite el mismo cartel que en la final inaugural del Open de Australia y a nadie se le escapa el difícil precedente que aquella sentó para Daniil Medvedev, quien perdió la fe en sí mismo ya en los inicios del encuentro. Hoy, más que nunca, el jugador ruso debe recordar a la perfección aquellos derroteros. Novak es un auténtico depredador. Bajar la guardia y cederle algo de terreno da como resultado su más implacable ataque. Intimida, atenaza y no da tregua a su presa.
Si Daniil quiere tener alguna opción, deberá demostrar que aprendió la lección. Aunque fuera con dos sets por delante no podría bajar la guardia en ningún momento, como hizo Tsitsipas en Roland Garros, dando pie al serbio a que impusiera su ley y se llevara el partido y la Copa de los Mosqueteros. Si, por el contrario, se ve sometido en el marcador no podrá desfallecer ni perder un ápice de concentración, si no quiere ver cómo la oportunidad de llevarse su primer trofeo del Grand Slam se le escapa, de nuevo, y sin casi saber por qué.
A nivel táctico, el ruso parte con una clara desventaja. La estrategia que le suele servir ante el resto de sus rivales, mayor control de la situación y dificultad para ser desarbolado, es no solamente una de las virtudes de Novak sino que, en este aspecto, supera también a su rival. Por consiguiente, al moscovita no le quedará más remedio que hacer un planteamiento algo diferente: sin perder la consistencia que atesora, deberá intentar ser más agresivo y no limitarse al juego pasivo que tan buenos resultados le da con la gran mayoría de los tenistas. Deberá asumir ciertos riesgos y a la menor oportunidad que se le presente deberá ir con decisión a buscar el golpe definitivo.
Y resulta difícil pensar que se le otorguen muchas. Novak va a luchar hasta la extenuación, si le hace falta y, aunque deba soportar una presión extraordinaria por todo lo que tiene en juego, yo creo que no solo sabrá soportarla, sino que lo hará con autoridad. Dará, si es necesario, su alma. Como ha dicho él, como si fuera el último partido de su vida.
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