_
_
_
_
_
PISTA LIBRE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El Barça responde sin la ‘coartada Messi’

El equipo realizó un excelente partido coral y sin brechas en el rendimiento de los jugadores, frente a un equipo competente como es la Real Sociedad

Gerard Pique celebra con sus compañeros haber marcado el primer gol del partido contra la Real Sociedad
Gerard Pique celebra con sus compañeros haber marcado el primer gol del partido contra la Real SociedadALBERT GEA (Reuters)
Santiago Segurola

La lógica y el fútbol no hacen buenas migas, hasta que la obligación impone la sensatez. En su primer partido del campeonato, el Barça olvidó rencores, decepciones y diferencias. Fue un equipo solvente, sostenido por una hinchada leal. Después de dos años desastrosos, la deriva del Barça apuntaba a un estallido social. La salida de Messi, horas después de desmontar la conferencia de prensa prevista para anunciar su renovación, agravó tanto el clima emocional y la decepción que podía sospecharse una virulenta contestación en el debut: sin Messi, con el filtro abierto a una limitada presencia de espectadores en el Camp Nou y la Real Sociedad enfrente. Un menú de aúpa.

Su condición inaugural no evitó un aire trascendente al partido. Se conocía el pliego de lamentaciones y no se sabía la respuesta del equipo. Tampoco la del público, hipersensible en los dos últimos años, pero más de 500 días alejado del estadio, su hábitat natural. Venció la lógica: la hinchada asumió sin fisuras el papel que le toca en este momento —amparo, aliento, unidad— y el equipo contestó con juego y energía.

Le quedan alrededor de 60 encuentros por delante, una aventura de proporciones oceánicas en el fútbol, pero algunos partidos son más importantes que otros, no importa su ubicación en el calendario. Cabía la posibilidad de un Barça mortecino, deprimido por tanta negatividad, sin confianza en sus recursos y, sobre todo, sin Messi como coartada. Servía casi siempre para lo bueno, pero también para lo malo. Resultaba demasiado fácil explicar al Barça a través de Messi. El equipo cobró un perfil anecdótico, de cómodo figurante en la función, con todos los riesgos que eso implica.

Sin la coartada de costumbre, el Barça no sólo jugó bien, sino que transmitió la sensación de equipo sano. ¿Cómo se mide la salud en el fútbol? Menos por el resultado que por el compromiso colectivo, la solidaridad, la atención a los detalles, el compromiso y la armonía. Sin todas estas condiciones se puede ganar, pero es imposible jugar bien. Y el Barça realizó un excelente partido frente a un equipo competente que funcionó muy mal en el primer tiempo, quizá porque no esperaba un rival tan decidido, robusto y autoritario. No dejó respirar a la Real.

Fue un Barça coral, sin brechas en el rendimiento de los jugadores. La clásica actuación, en fin, en la que cuesta distinguir a los mejores de los peores. Futbolistas criticados, caso de Braithwaite, vivieron su mejor experiencia con la casaca azulgrana. Los nuevos se ajustaron como la seda, asignatura suspendida por los fichados en los últimos años. Èric García jugó con naturalidad, de memoria, poco exigido desde luego, pero con gran personalidad. Se gestó en el Barça y pasó varios años en el tamiz de Guardiola en el Manchester City. Está adiestrado para jugar en el equipo que más le conviene: el Barça.

En una tarde que dejó más feliz que satisfecha a la parroquia barcelonista, nadie generaba más atención que Memphis. Una cosa es llegar precedido por una cierta fama, otra es justificarla en un equipo de la magnitud del Barça. No triunfó en el Manchester United. Sí lo consiguió en el Olympique de Lyon, donde el grado de exigencia es menor. Tardó un minuto en expresarse. Memphis no dejó dudas: delantero fuerte, habilidoso, veloz, versátil y con carácter. La camiseta no le pesó un gramo. Queda por ver su rendimiento cotidiano, el día a día que distingue a los futbolistas que dilapidan su gran potencial de los que apuran hasta la última gota de su talento. Pasó con nota un difícil examen. También el Barça. Su despegue ha superado las expectativas.

Puedes seguir a EL PAÍS DEPORTES en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_