El lío de Zinedine Zidane
El técnico francés improvisó más de la cuenta, en contraste con los esquemas naturales empleados por Tuchel y Guardiola
El Real Madrid se quedó, por el momento, sin su decimoséptima final de la Copa de Europa. Como semifinalista que ha sido parece que ha estado cerca de Estambul, pero futbolísticamente se ha mantenido bastante alejado del premio. Y más si se compara con los dos finalistas reales: Chelsea y Manchester City.
La inmediatez de la vuelta a la Liga y el consuelo de poder conseguir un título de peso, posiblemente, impedirá a Zidane flagelarse mentalmente más de la cuenta sobre su planteamiento táctico en Stamford Bridge. También sobre la elección de los jugadores en un momento tan decisivo. Pero seguro que tendrá tiempo de recordar algo que sabe perfectamente, que en el fútbol lo más habitual suele ser lo más recomendable. Y si no que se lo pregunten a Tuchel y Guardiola.
Acuciado por el destino, llevaba el técnico francés toda la temporada haciendo juegos malabares a la hora de confeccionar las alineaciones y los dibujos. Se entretuvo tanto por el camino, perdió tantos puntos en el primer tramo de la temporada, que llegó el momento en el que no podía perder más. Final tras final. En la Liga y en la fase de grupos de la Champions. Para sobrevivir tiró lo más que pudo de los mejores (Varane, Casemiro, Kroos, Modric, Benzema…) o, en muchos casos, simplemente de los que tenía disponibles y las consecuencias a largo plazo han sido letales.
Nada inventó Tuchel para estas semifinales. Se agarró a su patrón táctico (3-4-2-1), a sus básicos conceptos, y los llevó a la práctica. Ni un experimento. Un equipo directo que puebla el mediocampo y se mueve como un acordeón. Presiona y repliega. Por fuera amenaza con los laterales. Por dentro te mata con las medias puntas (Mount, Pulisic, Havertz…) y las llegadas del indetectable Kanté. No plantea ni un delantero de referencia como tal. Apuesta por llegar sin estar y aunque falla muchas de sus citas con el gol, llega tanto que le da para meterse en una final de la Champions.
No muy distinto es el caso de Guardiola. En los dos partidos contra el PSG, pruebas las justas. Como mucho, algunos ajustes. Un lateral profundo (Zinchenko) por un lateral más de control (Cancelo) y todo lo demás como siempre. También sin una referencia clara, pero con cuatro de ‘facto’: Mahrez, Bernardo Silva, De Bruyne y Foden. Los delanteros puros, en el banquillo. Para con la final asegurada entrar de golpe (Agüero, Gabriel Jesús y Sterling). Poderío se llama la figura.
Un equipo sin estridentes, que presiona alto con seis y a los 20 segundos se repliega en bloque con todos sus efectivos por detrás del balón en espera de la siguiente estampida. Un conjunto que vive de dar pases, pero se clasifica para la final con un preciso balón largo de 50 metros del portero que deja fuera de órbita a medio equipo rival y con una preciosa acción de contragolpe.
Nada que ver esta simplicidad táctica y futbolística con el Madrid de Stamford Bridge. Un galimatías para eruditos de la pizarra. De los tres centrales, uno, Militao, se juntaba a Sergio Ramos, mientras el otro, Nacho, se alejaba para pegarse a la cal como un lateral al uso. Kroos, teórico interior y canalizador del juego ofensivo, sumamente retrasado, entre Ramos y Nacho, casi como un cuarto central.
Un extremo, Vinicius, de lateral de largo recorrido en el lado opuesto al que lleva jugando desde que llegó al Madrid. Un lateral, Mendy, de extremo puro. Hazard, por dentro, como segundo delantero, para que no tuviera que trabajar defensivamente en los costados. En definitiva: una extrañísima ocupación de los espacios; jugadores fuera de su puesto habitual y un desequilibrio tanto en el balance defensivo como ofensivo que quedó especialmente retratado en el latifundio que había entre los dos centrocampistas (Casemiro y Modric) y los dos jugadores más avanzados (Benzema y Hazard). Un espacio que ya se denomina internacionalmente: territorio Kanté.
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