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Verstappen reina en el desgobierno del GP de Emilia Romaña

El holandés logra en Imola su primera victoria del curso en una disparatada carrera en la que Sainz termina el quinto y Alonso décimo gracias a una sanción a Raikkonen

Verstappen se sale de la pisra en un momento de la carrera en el circuito de Imola.
Verstappen se sale de la pisra en un momento de la carrera en el circuito de Imola.AFP7 vía Europa Press (Europa Press)
Oriol Puigdemont

Ver conducir a Max Verstappen en estos momentos es una auténtica gozada. A Lewis Hamilton, una delicia. El holandés de Red Bull tiene solo 23 años, pero a pesar de eso ya acumula una buena mochila cargada de historias que algún día, dentro de mucho tiempo, podrá recopilar en varios tomos o contarle a quien quiera. Si todo va bien, un capítulo estará reservado a la gresca que mantiene con Hamilton por la batuta de un Mundial bien distinto a los últimos; con Mercedes más vulnerable y con el búfalo rojo en estampida. Si a las tremendas prestaciones del RB16B le añadimos el sublime estado de forma de Verstappen, uno se atrevería a decir que la lucha por el título está servida. No hay mejor noticia que esa para una hinchada que hace ya mucho tiempo que reclama alternativas a la brutal superioridad de las Flechas de Plata, que acumulan siete dobletes consecutivos desde que en 2014 se introdujo la tecnología híbrida en el certamen.

Mad Max salió reforzado de Imola, un escenario con pedigrí que albergó un gran premio convertido por la lluvia en un auténtico disparate. Hubo accidentes espeluznantes, como el que protagonizaron Valtteri Bottas y George Russell y que obligó a los comisarios a neutralizar la prueba poco antes de llegar a su ecuador. Y salidas de pista inesperadas como la de Hamilton (vuelta 31), mientras el británico circulaba encendido y en persecución del chico de Hasselt: se salió de la trazada, pisó la zona mojada y adiós. Un tropezón difícil de ver en el heptacampeón del mundo, que no se cansó de pedir perdón a su equipo a través de la radio antes de redimirse con una de esas remontadas marca de la casa que le llevó hasta la segunda posición. Lando Norris, brillante a lo largo de todo el fin de semana al volante de un revitalizado McLaren, completó un podio al que por un pelo no se subieron los Ferrari de Charles Leclerc (cuarto) y Carlos Sainz (quinto). Fernando Alonso, por su parte, finalizó el décimo gracias a la sanción que se aplicó horas después a Raikkonen. El asturiano consiguió de esa manera su primer punto con Alpine.

Verstappen lo hizo todo bien, tanto en la primera arrancada –superó a Checo Pérez y a Hamilton para encarar la primera curva al frente del pelotón–, como en la segunda, detrás del coche de seguridad. Entre Red Bull y las propias carreras –lleva más de 120– se han encargado de pulir a este diamante que ahora ya no solo esconde una velocidad endiablada, la de siempre, sino también la pausa que le faltaba. En un campo de batalla con trampas en cada curva, el buque estrella de la estructura energética exhibió un nivel de fiabilidad que ni siquiera Hamilton pudo alcanzar, por más que el piloto de Stevenage (Gran Bretaña) minimizó los daños con una brutal demostración de poderío.

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En la reanudación, el de Mercedes se recolocó el noveno, y en 27 vueltas se merendó a siete de los ocho monoplazas que tenía por delante. En un domingo de esos en los que todo se tuerce, la punta de lanza de la marca de la estrella logró mantener el liderato de la tabla general gracias a la vuelta rápida que se adjudicó a solo tres giros para el final, una prueba más del grado de competitividad de este corredor que, de acumular otra corona (la octava), se convertirá indiscutiblemente en el mejor de todos los tiempos. “Cuando tuve la salida de pista solo intenté superar esa sensación desgarradora que te queda cuando cometes un error. Es el primero que hago en mucho tiempo, pero estoy orgulloso de haber podido devolver el coche a casa”, declaró Hamilton en su versión más autocrítica, una faceta que todavía no se le ha visto a Verstappen, con quien volverá a medirse en corto muy pronto, dentro de dos semanas, en la montaña rusa de Portimão.

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