La inflación de marcas mata al maratón
Un aluvión de grandes registros en Japón dispara las alertas sobre la influencia exagerada de las zapatillas
En abril de 2003, cuando el keniano Paul Tergat fijó el récord del mundo de maratón en 2h 4m 55s, el mundo se maravilló —si se puede bajar de 2h 5m, la última frontera, dónde están los límites del ser humano, se preguntaba—, y los especialistas iniciaron un animado debate sobre las características fisiológicas que debían reunirse para ser un gran maratoniano y si en el futuro sería obligatorio haber sido capaz de correr los 10.000m en menos de 27 minutos (como Tergat, que lo había hecho en 26m 27s).
El récord de Tergat duró cuatro años. Lo mejoró en 29s otro especialista en 10.000m, y en bajar de 27 minutos, el etíope Haile Gebrselassie.
En el último ranking mundial, la marca de Tergat ocupa solamente el puesto 57, solo uno por delante del que ocupa desde ayer un japonés de 25 años llamado Kengo Suzuki, que al ganar el histórico maratón del Lago Biwa con un tiempo de 2h 4m 56s se convirtió en el primer atleta no nacido en África que corre los 42,195 kilómetros en menos de 2h 5m.
La proeza de Suzuki —un atleta cuya mejor marca en 10.000m son unos mediocres 27m 49,16s y que en maratón no había bajado de 2h 10m— llega acompañada de un aluvión de marcas extraordinarias de decenas de participantes equipados con los últimos modelos de zapatillas. “42 atletas japoneses han bajado de 2h 10m; a lo largo de la historia lo han conseguido 21 españoles o 17 británicos. Ocho japoneses bajaron de 2h 10m en 2019, hoy han sido 42. Y ojo, ¡174 han bajado de 2h 20m!”, tuiteaba ayer anonadado el estadístico español Miguel Villaseñor. Este río de registros no ha sido recibido con entusiasmo y encomio hacia la gran profundidad y la gran afición que existe en Japón por el atletismo de fondo, sino con cansancio, casi tristeza, por una afición que recuerda los tiempos en los que la EPO hacía estragos en los récords y acepta como proféticas las palabras recientes de Geoff Burns, un especialista en biomecánica y en zapatillas de atletismo: “El tiempo es la moneda de cambio del atletismo, pero una serie de fabricantes de zapatillas ha imprimido un montón de billetes de más, y eso ha derivado en una imparable inflación. Deberíamos, pues, dejar de emocionarnos por las grandes marcas. Todo ha cambiado”.
Se refiere Burns a la revolución de las zapatillas iniciada por Nike hace casi cinco años con el ensanche de las suelas hasta los 40 milímetros gracias al uso de espumas muy ligeras y de placas de carbono que las aseguran y llegan a actuar como muelles. La federación internacional las ha aceptado en su última regulación del calzado y no hay gran fabricante que no cuente ya con su modelo atómico.
“No esperaba esta marca para nada”, reconoció Suzuki, que calza zapatillas Nike. “En las últimas maratones siempre me hundía en los últimos kilómetros, y esta vez hasta he acelerado”.
“Las mejoras que han permitido tantos récords de atletismo de fondo en los últimos tres años son tecnológicas y no fisiológicas”, alertaba hace apenas un par de meses un grupo de investigadores en biomecánica, fisiología y ciencia del deporte, entre los que se encuentra el español, de la Universidad de Zaragoza, Borja Muñiz, y el británico Yannis Pitsiladis, preparador fisiológico del gran Kenenisa Bekele, quien nunca se benefició de las nuevas zapatillas, en su intento frustrado de bajar de dos horas. “En la fisiología del ser humano no se ha dado el gran salto, el gran acontecimiento, que explique que en tres años se hayan mejorado todos los récords mundiales de 5.000 metros en adelante”, se lee en su estudio, publicado en la revista Sports Medicine. “Sin embargo, en tecnología sí que se ha producido ese gran salto adelante”.
“Cuando la tecnología permite tanto ahorro de energía que se distorsiona el valor fisiológico de los deportistas, hay que actuar”, dice Muñiz, que recuerda cómo la inflación de récords en natación llevó a la federación internacional a prohibir en 2009 los bañadores de cuerpo entero. “Deberían reducirse las suelas a un máximo de 20 milímetros, un grosor que no influye apenas, y borrar los récords conseguidos con las zapatillas actuales”.
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