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SYDNEY 2000

"Yo me paso al maratón"

Molina, clasificado junto a Ríos para la final de 10.000, harto de correr tras los africanos

Carlos Arribas

Cuando acaba una prueba de fondo, digamos una de 10.000 metros, merece la pena bajar a la zona mixta, el pasillo por donde los atletas abandonan la pista y están a disposición pasajera de los periodistas, para darse cuenta de cómo gira el mundo. Teodoro Cuñado está hecho polvo. El atleta español ha empezado a correr su serie del 10.000 a un ritmo exagerado y mediadas las 25 vueltas ha sufrido una pájara considerable. Ha tardado más de 29 minutos en acabar la prueba, pero al menos ha terminado. Hecho polvo, de todas maneras. Se dobla y sufre en la mixta. Un oficial permanece a su lado con un transmisor por si es necesaria asistencia médica. Así está la cosa cuando por su lado pasa como una exhalación Haile Gebrselassie. Sonriente, como siempre, el atleta etíope, récordman mundial, campeón mundial, imbatible campeón olímpico, pasa a paso ligero, a trote de footing por la zona. Los africanos se ríen. Los europeos se doblan de dolor. En el fondo, eso es el fondo."Ya estoy harto", se oye exclamar a Enrique Molina, un granadino duro como el pedernal, valiente también, que acaba de terminar octavo su serie, ganada por Gebrselassie, y se ha clasificado para la final del lunes. "Ya estoy harto de tener que correr siempre detrás de los africanos. Ya estoy harto de tener que luchar por el título ese inventado de mejor europeo, un título que no vale para nada. Yo me paso al maratón. Ya está decidido. En abril corro el primero. Allí no hay tanto africano".

Sí, es depresivo pegarse la paliza, creerse bueno, y ver luego como etíopes, kenianos y compañía, como quien no quiere la cosa, sin sentir fatiga, sólo dolor de pies, mantienen un ritmo constante de 2.57 minutos el kilómetro, 70 segundos la vuelta, haga frío o calor, nieve o llueva, y así hasta el final, reventando al incauto, como Molina ayer, o Cuñado, que quiera aguantarles.

"Sí, en efecto", tercia José Ríos, "esto es más duro que trabajar en la carnicería". También Ríos ha sufrido la ley de los africanos en su serie, pero él, con un reloj en la mano todo el tiempo, ha controlado y se ha regulado para no reventar. Ha terminado el noveno la serie y ha pasado gracias a su magnífico tiempo (para un europeo): 27.50. Una vez más, y lleva tres esta temporada, un 10.000 por debajo de los 28 minutos. Dos 5.000 rozando los 13 minutos. Y el año pasado era uno más. Y aunque pueda ser duro para la moral ver a Tergat, Murhit, Gebrselassie o demás grandes del fondo sonreír en tu dolor, a Ríos, de 26 años, no se le lleva la desesperanza. "Seguiré entrenando duro y mejorando mis marcas. Tengo futuro. Y puede que hasta un día yo también baje de los 27 minutos en los 10.000. ¿Por qué no?".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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