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Alex Schwazer: “Dejé de verme como un atleta; sólo quería justicia”

El excampeón olímpico de marcha relata a EL PAÍS los cuatro años y medio de batalla judicial para demostrar su inocencia en un caso de dopaje

Alex Schwazer
Alex Schwazer, durante una entrevista con EL PAÍS, en junio de 2015 en Roma.Antonello Nusca
Eleonora Giovio

Es martes 23 de febrero, son las 8 de la mañana y Alex Schwazer (Vipiteno, Italia; 36 años) contesta al móvil con la misma energía que si fueran las 11. El marchador italiano está feliz y aliviado después de casi cinco años de batallas judiciales para demostrar que un positivo por testosterona en un análisis el 1 de enero de 2016 (pedido tras declarar contra Roberto Fischetto, médico responsable antidopaje de la Federación Internacional de Atletismo, IAAF) era falso. El laboratorio de Colonia analizó las muestras y las consideró negativas. No así la IAAF, que pidió un examen más específico para testar y detectar testosterona sintética, la que finalmente se encontró en la orina de Schwazer y certificó su positivo. La defensa pidió una prueba de ADN, el Tribunal de Bolzano solicitó para ello las muestras al laboratorio de Colonia y tardó dos años en conseguirlas (tuvo que pedir dos rogatorias internacionales, a los peritos intentaron colarles frascos sin sellar, se registraron fallos en la cadena de custodia y mentiras sobre la cantidad de orina conservada). Los frascos del atleta italiano contenían una cantidad “anómala” de ADN como para considerarse fisiológica. El juez Walter Pelino dictaminó, después de tres estudios periciales, que las muestras habían sido manipuladas, “para que diera positivo y así conseguir la suspensión y el descrédito tanto del atleta como de su entrenador, Sandro Donati”. El Tribunal de Bolzano absolvió a Schwazer el pasado día 18 en el juicio por dopaje, que en Italia es delito. El TAS le condenó a ocho años de suspensión en agosto de 2016. “En ninguna carrera había sufrido tal desgaste”, resume Schwazer, campeón olímpico de 50km marcha en Pekín 2008 y padre de una niña de cuatro años y de un bebé de cuatro meses.

Pregunta. En julio de 2016 usted contó a este periódico: “Nunca hubiera pensado algo así. Como mucho que me descalificaran en competición…”.

Respuesta. Con Sandro alguna vez llegué a hablar del caso Di Terlizzi [Annamaria, atleta de Donati, que también fue víctima de manipulación hace 22 años, su muestra de orina fue contaminada con cafeína para que diera positivo]… pero eran charlas sin más, nunca llegué a imaginar que me pasaría algo así. Que te descalifiquen en competición nos puede pasar a todos y lo aceptas. Pero esto ha sido algo con muy pocos antecedentes. Han sido años difíciles, estoy contento ahora porque por fin puedo cerrar página.

P. ¿Para qué manipularon sus muestras?

R. No tengo una única respuesta. Sí varias hipótesis. Lo más cómodo era eliminarme a mí para también eliminar a Sandro. Yo no he sido el paladín de la lucha antidopaje como lo ha sido siempre Sandro [en los años ochenta fue apartado de la Federación italiana de atletismo por negarse a dopar a sus atletas]; su compromiso y su lucha han molestado a más de una persona. En el momento en el que me golpeas a mí, también le asestas un golpe a la credibilidad de Sandro. Han pasado cosas tan raras en esta historia que incluso para mí, que soy la víctima principal, es complicado responder.

P. ¿Cómo se ha sentido en estos cuatro años y medio?

R. Ha habido muchos momentos duros y de desánimo. También porque yo soy un deportista y mi lugar es la calle, no las aulas de un tribunal. Me encontré en un ambiente que no era el mío, yo me preparo para una competición y sé que en función de como me sienta irá bien, mal o regular. Aquí había muchas incógnitas, empezando por si llegaría el día en que conseguiríamos demostrar la verdad. Estaba luchando sin saber si conseguiría el objetivo, ni cuándo. Cuando compites sabes que tienes por delante 50 kilómetros y luego se acaba. Aquí podía ser un año, dos; y al final han sido cuatro y medio. No ha sido fácil, pero nunca perdí la confianza en que llegaría el día de la verdad.

P. ¿Y ahora cómo se siente?

R. Me es todavía difícil expresarlo. Necesito un poco más de tiempo para darme cuenta de lo que ha pasado y asimilarlo. He pasado días pegado al teléfono, no he tenido todavía la tranquilidad para razonar sobre todo esto.

P. ¿Quién le ha ayudado a no caer en un agujero negro?

R. Sandro siempre ha estado a mi lado y tiene muchísima experiencia en este tipo de asuntos. Me orientaba sobre qué pruebas pedir, sobre qué teníamos que investigar. Luego mi familia, tenerla te obliga a ponerte las pilas para conseguir un trabajo y un sueldo. Si no hubiese sido por mi familia, seguramente hubiera caído en un pozo. También me ayudó volver a entrenarme, aunque eso tardé en hacerlo. Sin familia, le digo la verdad, hubiese sido tremendamente complicado porque en el fondo tú sigues viéndote únicamente como deportista y no como persona, te ves como un deportista que ha sido víctima de algo grave. Tener familia te hace ver que también hay cosas bonitas en la vida.

P. ¿Qué se le pasó por la cabeza cuando llegó a ver por escrito la frase de Roberto Fischetto (responsable antidopaje de la IAAF): “Este crucco [alemán, por el apellido Schwazer] tiene que morir”?

R. Uffff… he visto incluso cosas peores. Empiezo a ser consciente de todo ahora. Y ahora que hemos llegado al objetivo de demostrar la verdad sólo quiero disfrutar de las cosas buenas.

P. ¿Cómo se despertó el día después de la sentencia de absolución?

R. Mi mujer me preparó una tarta con los cinco aros olímpicos e Ida [la hija mayor, de cuatro años] me preguntó: “¿Papá cumples cinco años?”. Lo primero que pensé esa mañana fue en intentar atender todas las peticiones de entrevistas y cómo cuadrarlo con el trabajo y el entrenamiento. Ahora es cuando poco a poco voy sintiendo cosas: es una sensación rara porque antes al levantarme lo primero en lo que pensaba era en el siguiente paso que había que dar en esta lucha. Ahora que se acabó la lucha, me siento ligero, aliviado. Me siento como una persona normal que ha dejado de estar en la guerra.

P. ¿Algún mensaje que le ha hecho especial ilusión?

R. Lo que más me ha gustado es que ahora las instituciones deportivas italianas han vuelto a dar señales de vida y se han posicionado a mi lado. [Nombra al presidente del CONI, Giovanni Malagó, y a Stefano Mei (presidente de la Federación italiana de atletismo]. Antes estuve luchando solo contra todo. Sandro, mi abogado y yo no hemos tenido un gran apoyo en estos cuatro años y medio. Me alegra ahora tenerlos por los pasos que hay que dar de aquí en adelante [conseguir que el TAS le quite la sanción y poder clasificarse y competir en los Juegos]. Si me encontrara solo de nuevo no tendría ganas de seguir porque estoy exhausto.

P. ¿Quiere ir a Tokio?

R. Me encantaría, sí, y espero poder ir. Estoy sancionado por algo que no he hecho. Tengo 36 años, me gustaría hacer alguna competición más; este año, el que viene. No está en mi mano y sé que es complicado.

Schwazer en la Copa del Mundo de mayo de 2016 en la que consiguió el pase para los Juegos de Rio.
Schwazer en la Copa del Mundo de mayo de 2016 en la que consiguió el pase para los Juegos de Rio.Tullio M. Puglia (GETTY)

P. ¿Nunca dejó de entrenarse?

R. Parado nunca he estado, pero marchar lo que es marchar volví a hacerlo en noviembre de 2019. Antes lo que hacía era salir a correr tres-cuatro veces por semana para sentirme mejor. Desde noviembre de 2019 no he parado, pero al ritmo de cuatro entrenamientos por semana. Estoy en un estado de forma discreta, nada comparable al de un atleta de élite que tiene dos sesiones diarias. Pero tengo la base sobre la que volver a empezar.

P. ¿Por qué no se entrenó hasta noviembre de 2019?

R. Después de volver de Río sin poder competir [el TAS le negó las medidas cautelares], mi único objetivo fue conseguir que se hiciera justicia. No volví a verme como un atleta, ni siquiera quería volver a serlo, sólo quería justicia. Mi vuelta a los entrenamientos coincidió con el primer auto del juez de instrucción que ya dejaba entrever que las cosas que habían pasado eran muy serias. En aquel momento empecé a pensar que había esperanza de conseguirlo porque vi que había voluntad por parte de la justicia italiana de llegar hasta el final. El que ha llegado con la famosa frase de la sentencia: “No ha cometido el delito”.

P. Hay más frases contundentes en el auto del juez Pelino. “Es comprensible que WADA (Agencia Mundial Antidopaje) y IAAF (la ahora World Athletic, federación internacional de atletismo) con tal de salvar la cara nieguen hasta la evidencia científica”. Y otra: “estamos delante de un castillo de naipes construido para engañar”…

R. Estoy contento de que en esta sentencia se haya puesto negro sobre blanco lo que ha ocurrido en estos cuatro años porque demasiadas veces he escuchado por parte de la justicia deportiva cosas como “desafortunadas coincidencias”. Vale, entiendo que se quieran minimizar cosas a veces para que no salte todo por los aires o para hacer el menor ruido posible… pero es que en mi caso se ha tardado más de un año sólo para conseguir los famosos frascos. Mis muestras han estado bajo secuestro, las tuvo que solicitar un juez [dos veces] por rogatoria internacional ya que en Italia el dopaje es delito… Yo no entiendo como un ciudadano normal se pueda negar a eso. Me parece inverosímil. Luego cuando ya llegó el permiso para desplazarse al laboratorio de Colonia a recoger los frascos… aparece uno abierto. ¡Podía haber sido perfectamente de usted! Intentaron colárselo al perito. No sé si esto es normal dentro de un procedimiento judicial… es alucinante. Por eso estoy contento de que todo esto ha quedado por escrito, porque son cosas que han pasado de verdad.

P. ¿Lo qué más le ha desconcertado de esta historia?

R. Que se han invertido los papeles. Normalmente, la IAAF o la WADA deberían ser los primeros en alegrarse si se hacen más análisis y el atleta, por el contrario, temer esos análisis ulteriores. En mi caso ha sido exactamente lo contrario: cada vez que la justicia italiana solicitaba algo, la WADA y la IAAF siempre se han opuesto o han intentado pararlo como han podido. Me da asco porque pienso en el sistema, en los atletas; en cómo debería ser el mundo del deporte y como al final no lo es. Espero que alguien se pare a pensar sobre esto. Desde Sochi 2014 se sabe que los frascos se pueden abrir… Y me pregunto: ¿Y hoy? ¿Qué frascos se utilizan para los controles? Pues los mismos y han pasado siete años. No me parece normal. Así que, en vez de atacar la sentencia de un juez, la WADA y la IAAF que se centren en garantizar que se usen frascos seguros, no manipulables. No por mí ya, por todos los demás atletas.

P. ¿Hay alguno que le ha trasladado preocupación en ese sentido? ¿Se habla de eso entre los deportistas?

R. Yo creo que los deportistas estamos tan en nuestro mundo que el 95% ni siquiera se hace esa pregunta. No se preguntan si la orina que te acaban de sacar y que sale hacia un laboratorio y no volverás a ver seguirá un camino seguro. Como mucho piensan: a mí nunca me pasará algo así.

P. ¿El momento más duro?

R. Muchos de ellos los he olvidado, directamente es que no los recuerdo. No recuerdo absolutamente nada, por ejemplo, del día que Sandro y mi abogado me llamaron [junio de 2016] para decirme que había dado positivo. Estaba en shock. Sí recuerdo un día especialmente duro, cuando el TAS en Río nos denegó las medidas cautelares para poder competir e íbamos en el taxi hacia e al aeropuerto para volver a casa. Pasamos justo por el circuito donde al día siguiente se correrían los 20km marcha [una de las dos carreras que Schwazer iba a disputar]. Miraba por la ventanilla y pensaba: mañana tendría que estar compitiendo aquí y no me dejan. Me prohíben correr y soy inocente.

P. Algunos incluso siguen dudando de usted porque en 2012 le sancionaron por consumir EPO. ¿Por qué cuesta quitarse esa etiqueta?

R. Pues según ese razonamiento un atleta que se somete a su primer control y da negativo, no tendría que volver a pasar uno nunca más. ¿No? Según ese razonamiento has dado negativo, has demostrado que no te dopas por lo que nunca te doparás.

P. Hay quien cree que todo lo que pasa después de un positivo por EPO es irrelevante porque el que se dopa una vez no tiene derecho a volver a competir.

R. Cometí un error y soy culpable. Pero cumplí castigo. Y una vez que cumples castigo, tienes que tener los mismos derechos que los demás.

P. ¿Siente que ha perdido cuatro años?

R. No pienso en eso,porque no se puede volver atrás. Estoy contento porque se ha hecho justicia. Soy realista y vivo el ahora y sólo pienso en el futuro más próximo. Y por eso espero al menos que alguien tenga la decencia de darme los dos años que me quedan de carrera. Eso sí me gustaría.

P. ¿Qué le ha enseñado esta historia?

R. Que si uno sabe que no ha hecho nada malo tiene que intentar llegar hasta el final para demostrarlo; a pesar de los enemigos que tenga enfrente.

P. ¿Cómo se reacciona a la llamada de un positivo que sabe que no ha cometido?

R. Es algo tan inverosímil que ni siquiera sabes qué pensar. Es como si a usted ahora mismo la llamaran para decirle que está acusada de haber matado a una persona. ¿Qué pensaría?

P. La WADA escribió un comunicado para decir que estaba consternada “por las múltiples acusaciones imprudentes e infundadas hechas por el juez” y la IAAF dijo que es inverosímil que las muestras hayan sido manipuladas como considera el juez.

R. Intento ser neutral. Cuando el fiscal Bramante solicitó al juez Pelino que archivara la causa, ni la IAAF ni la WADA se opusieron… Y tuvieron 20 días para hacerlo, no dos horas. ¿Raro, no? [En la memoria final en la última sesión del juicio sí pidieron que siguieran adelante con el procedimiento y condenaran a Schwazer].

Schwazer abraza a Donati después de la victoria en la Copa del Mundo de Roma.
Schwazer abraza a Donati después de la victoria en la Copa del Mundo de Roma.MAX ROSSI (REUTERS)




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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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