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Alex Schwazer, historia de un dopaje manipulado

La justicia italiana absuelve al atleta, excampeón olímpico de marcha, y considera “altamente creíble” que sus muestras fueran alteradas para que diera positivo

Alex Schwazer durante la 50 km de Roma en mayo de 2016.
Alex Schwazer durante la 50 km de Roma en mayo de 2016.MAX ROSSI (REUTERS)
Eleonora Giovio

Alex Schwazer tiene 36 años, es italiano y fue campeón olímpico de 50 km marcha en los Juegos de Pekín 2008. No pudo revalidar título en Londres 2012 porque dio positivo por EPO poco antes de la ceremonia de apertura. Fue sancionado cuatro años. Cumplió castigo y en 2015 decidió volver de forma limpia. Para ello se puso en manos de Sandro Donati, entrenador paladín de la lucha antidopaje que en los años ochenta fue apartado de la Federación italiana de atletismo por negarse a dopar a sus atletas. “Quiero demostrar que voy fuerte sin ayuda. No quería terminar siendo un dopado”, declaró el marchador en una entrevista con este periódico en mayo de 2016. Reconoció su error, se comprometió a competir limpio y a someterse a todo tipo de controles por sorpresa y a cualquier hora del día.

Iba como un tiro hacia una medalla en los Juegos de Río. Pero en Brasil no pudo competir. En un control del 1 de enero de 2016 dio positivo por testosterona. Desde entonces, lleva cinco años batallando para demostrar que le tendieron una trampa. Este jueves la justicia italiana –en Italia el dopaje es delito- le ha absuelto. No se dopó. “El juez de instrucción preliminar considera altamente creíble que las muestras de orina sacadas a Alex Schwazer el 1 de enero de 2016 fueron alteradas para que diera positivo y así conseguir la suspensión y el descrédito tanto del atleta como de su entrenador, Sandro Donati”, escribe el juez Walter Pelino en un auto de 87 páginas.

Es más, considera Pelino que “existen solidas evidencias de que en el intento de impedir que eso se demostrara, se cometieron una serie de delitos”. Entre ellos, la obstrucción del procedimiento por parte de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) y de la Agencia Mundial Antidopaje (WADA). Mintieron, según el juez, sobre la cantidad de orina conservada. Se negaron a entregar las muestras y presionaron al laboratorio de Colonia para que siguieran sus consignas. El juez probó, además, irregularidades en la cadena de custodia de los frascos en los que se encontró una concentración “anómala y no fisiológica” de ADN del atleta. Desde el principio, el juez de instrucción trabajó en la hipótesis de que esa concentración se debía a una manipulación de la orina de Schwazer. Y así lo ha dejado claro en el auto en el que archiva la causa penal del atleta (que en 2016 fue condenado por al TAS con 8 años de suspensión). “No sólo la hipótesis de manipulación permite explicar cómo y por qué se haya encontrado una anómala concentración de ADN, sino que esta constituye la única explicación convincente”.

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La historia del dopaje de Schwazer es lo más parecido a una novela de espionaje. Para él y su entrenador han sido cinco años de pesadilla. Sin contar que no pudieron competir en Río y que tampoco podrán hacerlo en Tokio (a no ser que el Comité Olímpico Internacional le conceda una medida de gracia). Un médico de la IAAF llamó a la puerta de Schwazer el 1 de enero de 2016, festivo, para que se sometiera un control antidopaje por sorpresa. Ese control se ordenó el 16 de diciembre de 2015, día en el que el marchador testificó en el juicio penal contra Pierluigi Fiorella (médico de la federación italiana) y Roberto Fischetto (responsable antidopaje de la IAAF), quienes, supuestamente, empujaron a Schwazer y a otros atletas a usar EPO antes de los Juegos de Londres. Su declaración contribuyó a la condena en primer grado de ambos (fueron absueltos luego en apelación). En una escucha telefónica, Fischetto llegó a decir “Este crucco [alemán, por el apellido Schwazer] tiene que morir”.

El laboratorio de Colonia analizó las muestras de Schwazer y las consideró negativas. Así lo registró también en el sistema ADAMS (el entorno web de los deportistas en el que, entre otras cosas, informan sobre su localización y conocen sus resultados de control de dopaje). No consideraron sospechoso el valor de 3,46 de epitestosterona (testosterona externa, es decir, no producida por el organismo) que encontraron. La relación normal entre testosterona y epitestosterona es de 1-1 y las normas permiten hasta un 1-4. “Era una cantidad tan mínima que la atribuyeron al consumo de alcohol [día siguiente a la Nochevieja] ya que el alcohol libera una cantidad mayor de testosterona”, explicaba Donati.

La IAAF, sin embargo, sí consideró sospechoso ese valor y pidió analizar las muestras con un examen más caro (el IRMS) que permite testar y detectar la testosterona sintética. La que, finalmente, se encontró en la orina de Schwazer y certificó su positivo. Donati siempre se preguntó por qué la federación internacional pidió analizar una muestra que dio negativo y por qué tardó más de un mes (desde 13 de mayo al 20 de junio de 2016) en comunicar el positivo al atleta (algo que se suele hacer a los pocos días). Donati siempre sospechó que las muestras habían sino manipuladas y el abogado de la defensa pidió que se hiciera un análisis de ADN.

La IAAF y la obstrucción del procedimiento

La petición de la prueba fue aceptada por el fiscal y solicitada por el juez Pelino que, en el auto, vuelve a recordar cómo tardó dos años en conseguir que el laboratorio de Colonia entregara las muestras A y B a los dos peritos nombrados por él. Tuvo que pedir dos veces una rogatoria internacional. La WADA y la IAAF no querían que los frascos de Schwazer, que finalmente evidenciaron una concentración de ADN “anómala”, salieran de ese laboratorio. El juez acusa en el auto a la IAAF de obstrucción en el procedimiento y de mentir sobre las muestras y la cantidad de orina que contenían. A los peritos intentaron colarles incluso frascos sin sellar.

En un intercambio de emails recogido en su día en el escrito del juez, el abogado de la IAAF en Lausana (Ross Wenzel) y el jefe antidopaje de la IAAF (Thomas Capdevielle) hablan de complot contra AS [las presuntas iniciales de Alex Schwazer] y presionan al director del laboratorio de Colonia para que las muestras no salgan de ahí. La entrega se ordenó el 12 de noviembre de 2016 y, sin embargo, no fueron entregadas hasta el 7 de febrero de 2018. “Los frascos [que normalmente se identifican con un código numérico] llevaban el nombre del pueblo de Schwazer [Racines, 4.000 habitantes], por lo que el anonimato no estaba garantizado […] La cadena de custodia se ha demostrado inconsistente: Hans Geyer, director del laboratorio de Colonia, pretendió entregar a los peritos una muestra, que aseguraba ser la B, sin sellar; la A tampoco estaba sellada; la cantidad que había dentro no se correspondía a la declarada previamente…”, escribió el juez tras la instrucción preliminar.

Una vez conseguidas las muestras, los peritos encontraron una concentración de ADN de Schwazer demasiado elevada para ser considerada fisiológica. En la muestra A había 350 pico-gramos; en la B, 1.200. El juez ordenó así dos estudios periciales para descartar primero que esa alta concentración dependiera de un “esfuerzo elevado” [lo hizo recogiendo con análisis de 50 atletas de alto nivel] y luego para demostrar científicamente que el ADN tiende a bajar y no a subir con el paso del tiempo y debido al “estrés térmico” de la congelación y descongelación. Los ocho análisis a los que se sometió Schwazer durante la investigación registraron 295 pico-gramos. Las muestras de los 50 atletas de alto nivel evidenciaron una bajada del 70% de concentración de ADN después de seis meses de la recogida y una bajada del 87% después de un año. ¿Cómo era posible que entre enero de 2016 y febrero de 2018 la concentración de ADN de Schwazer, en vez de bajar, subiera? ¿Cómo se explicaba la “sensible divergencia” (más de 3/1)” entre la muestra B y la A?

La WADA amenaza con acciones legales

El juez explica en el auto que la manipulación es “la hipótesis más concreta, convincente y coherente” también por las “carencias” en la cadena de custodia que la “han convertido posible” en cualquier momento. “La WADA y la IAAF no toleran controles externos y están preparadas para impedirlos hasta tal punto de que son capaces de hacer declaraciones falsas y cometer fraudes procesales. Es una maquinaria para desacreditar a los demás sin ningún reparo”, escribe el juez.

“Aparte Giovanni Malagò [presidente del Comité Olímpico Italiano], que ha intentado echar una mano, me he encontrado con el silencio del mundo del deporte. Han sido cinco años de lucha durísima, me hubiese gustado sentir más apoyos”, ha comentado Donati. No es la primera vez que uno de sus atletas es víctima de una manipulación. Hace 22 años la muestra de orina de Annamaria Di Terlizzi fue manipulada con cafeína para que diera positivo. El entrenador fue colaborador de la WADA (Agencia Mundial Antidopaje) durante 12 años y ayudó a destapar la base de datos encontrada en el ordenador de un médico italiano de la IAAF con centenares de perfiles hemáticos anómalos de atletas de todo el mundo, sobre todo rusos. En marzo de 2016 la WADA le envió una carta para prescindir de sus servicios.

“La WADA ha notado con grave preocupación los comentarios hechos por el juez del Tribunal de Bolzano sobre el caso Schwazer. Si bien la decisión es larga [87 folios tiene el auto] y tendrá que ser evaluada en su totalidad, la WADA está consternada por las múltiples acusaciones imprudentes e infundadas hechas por el juez contra la organización y las demás partes implicadas en este caso”, se lee en el comunicado que publicó la organización mundial antidopaje pasadas las 11.30 de la noche en las redes sociales. Asimismo asegura haber aportado “pruebas contundentes” durante el juicio que fueron corroboradas por peritos independientes y “rechazadas por el juez en favor de teorías infundadas”. Añade que una vez haya analizado la sentencia, considerará “todas las opciones disponibles, incluidas acciones legales”.

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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