Carlos Soler calienta al Valencia
Un disparo lejano del centrocampista acaba con el Valladolid en el minuto 75
El temporal Filomena ha evidenciado que el fútbol va mucho más allá de los jugadores. Sin los operarios anónimos, que tanto en Valladolid como en media España se han esforzado para retirar la nieve sobre los campos, no habría partidos que ver en casa, con o sin la manta que sería imprescindible en noches invernales como las de Zorrilla. El estadio de la pulmonía albergó una primera parte de dominio del Valencia. Tales son los contrastes de un grande del balompié español que coquetea con el descenso que su mayor estilete es un defensa. Gayà, que no hace prisioneros cuando se incorpora, tuvo en sus botas la más clara. La repelió el palo tras rozar Masip un potente disparo y a continuación Soler se topó de nuevo con la manopla del portero. Primer aviso.
El choque comenzó cimentado en las transiciones rápidas del Valencia, con Racic como absoluto semáforo en rojo para la creación local. Jota, con jota de jugón, comandó las escasas intentonas pucelanas con esas carreras y esos gestos que señalan inequívocamente que es un pelotero macanudo. Sus interacciones con Weissman, que siempre que la toca hace lo que un delantero debe hacer, fueron la mayor inquietud para la zaga visitante. Los de naranja se vieron poco exigidos en la primera mitad por un rival frío, de nuevo más pendiente de su oponente que de exhibir sus virtudes, que alguna tiene, como reflejó en Getafe. Si ya es escasa la calidad en esta Liga sin el aliento del pueblo, más duele que los quilates se vean reprimidos por planteamientos conservadores.
El paso por vestuarios ofreció una versión algo más ambiciosa de los de Sergio. La jugada que casi cambia el signo del encuentro fue curiosamente prima hermana de la que trajo tres puntos del Coliseum. Nacho prolonga para Kike y este la pone al área, pero esta vez al atacante hebreo le faltaron algunas tallas de pie para enchufarla.
El susto despertó a los de naranja, activos por banda y ágiles con balón hasta que Carlos Soler, con un chupinazo lejano que se comió Masip, abrió el marcador. Un disparo desde fuera del área que entra por el medio siempre es demérito del guardameta, especialmente en Primera y no en Regional.
Restaban 15 minutos y Javi Gracia respiraba después de tantos sobresaltos en ese banquillo que es una silla eléctrica. Solo cabía esperar y aguantar un resultado soñado para quienes llevaban sin ganar desde noviembre. El Pucela, sin ideas, dependía del beso de la fortuna. El azar fue esquivo en un centro-chut de Hervías que no encontró un amigo en área pequeña.
Los minutos finales desembocaron en un frenesí no visto hasta entonces que pudo alterar ese 0-1 tan solitario que parecía inamovible. El VAR invalidó un tanto de Manu Vallejo tras un jaleo en el área y la sombra del empate volvió a planear mediante un cabezazo pucelano al poste en la última jugada, hasta que sonó el pitido final. El Valladolid, inoperante en planteamiento y en reacción, se ve superado por un Valencia que toma aire respecto a la temida zona roja.
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