Carlsen gana el torneo que inicia una época del ajedrez
El campeón doblega (2,5-1,5) a Nakamura en la final de la mejor competición en la historia de internet
El campeón del mundo ha ganado el torneo rápido por internet que él mismo diseñó, Magnus Carlsen Invitational, para difundir el ajedrez durante la pandemia, tras superar (2,5-1,5) al estadounidense Hikaru Nakamura en una final de alta calidad técnica. Dado el gran éxito de audiencia, las competiciones de élite por la red serán normales a partir de ahora, empezando por la Copa de las Naciones, desde el martes.
“Estoy muy contento de como ha ido todo. Aunque la opinión que importa es la de los espectadores, tengo la sensación de que están muy contentos. Y yo también, por el éxito del torneo y por la calidad de mi juego”, explicó Carlsen en Chess24, a pesar de que sufrió mucho en la semifinal contra el chino Liren Ding y tuvo que emplearse muy a fondo hasta el último minuto de la final.
“Hay una tendencia que suele cumplirse en muchos deportes: cuando las semifinales son apasionantes, la final es aburrida”, advirtió Alexánder Grischuk, triple campeón del mundo de rápidas, al comienzo de la retransmisión en directo para Chess24. Pero lo vivido durante los últimos 17 días incitaba a augurar el desacierto del ruso.
Seguro que el primer asalto no hizo vibrar de emoción a los aficionados de bajo nivel técnico porque fueron 84 movimientos de largas maniobras. Pero esa partida es una lección magistral del campeón del mundo sobre cómo trabajar un peón débil a muy largo plazo, masajeándolo una y otra vez, hasta que cae rendido. Y también ilustró el estilo tradicional de Carlsen en el periodo 2012-2018 (desde 2019 arriesga mucho más, gracias a la influencia del revolucionario programa AlphaZero): “Magnus es capaz de hacer muchas jugadas consistentes durante mucho tiempo, y eso es muy difícil de resistir para sus rivales”, sintetizó Péter Svídler, octacampeón de Rusia.
La conclusión lógica de esa partida es que Nakamura se equivocó al permitir que la lucha llegase rápidamente a una posición sin damas, relativamente sencilla, donde su asombrosa capacidad para calcular con gran rapidez y precisión apenas sirve de nada. Sobre todo, si se tiene en cuenta la clara superioridad psicológica de Carlsen sobre el estadounidense, a quien gana casi siempre en partidas lentas, y con frecuencia (aunque no tanta) en las rápidas).
Nakamura tuvo en cuenta eso al planificar su estrategia para el segundo asalto, que llegó a la jugada 26 con un dama, dos piezas menores y seis peones por bando; una estructura mucho más propicia para que el estadounidense lleve la lucha al barro de las variantes complicadas y el cálculo exacto, donde es probablemente el número uno. Carlsen lo sabe, y por eso ofreció el cambio de damas en la 35, sin darse cuenta de que, tal como realizó ese trueque, el final de caballos resultante le dejaba muy cerca de la derrota. Nakamura, quien asentía todo el rato en una clara imagen de que tenía todo bajo control, no perdonó. Lo que extrañó esta vez fue que Carlsen adoptase una variante tan pasiva para las piezas negras, impropia de su estilo.
La tercera partida aclaró una idea tan errónea como extendida: Carlsen ya no tiene un punto débil en su preparación de las aperturas. Puede afirmarse que lo tuvo -aunque sería más exacto decir que dedicaba poco tiempo a esa faceta- hasta hace cinco o seis años, cuando de manera casi invariable se salía de los caminos trillados lo antes que podía para obligar a su rival a pensar por sí mismo y no jugar de memoria. Pero hace ya tiempo que dispone de un equipo de analistas conectados con computadoras muy potentes para analizar en profundidad muchas ideas, aunque con preferencia -eso sí- por las menos ortodoxas.
Por ejemplo, la que aplicó en la duodécima jugada de ese tercer asalto, sometiendo de nuevo a Nakamura a una presión tan molesta como un dolor agudo de muelas, a pesar de que el estadounidense ha incluido esa variante en su repertorio con negras de los últimos diez años. Como en la partida inicial, el cálculo preciso ayudaba muy poco; la posición quizá sea sostenible para una máquina, pero exige una exactitud defensiva impropia de los humanos, ni siquiera de Nakamura, quien tuvo que agachar la cerviz en la jugada 52.
El panorama se volvía muy sombrío para el americano, porque tumbar dos veces a Carlsen en cuatro partidas es una hazaña que roza lo imposible. Sin embargo, Nakamura peleó en el cuarto asalto como se espera de un gran gladiador del tablero, logró una pequeña ventaja y obligó al escandinavo, arrinconado contra las cuerdas del ring, a una defensa muy precisa para arrancar el empate con sabor a gran triunfo.
La profecía de Grischuk no se cumplió: la final no fue tan vibrante como las semifinales, pero si de muy alta calidad. Un colofón más que digno para un torneo que ilustra una gran diferencia entre el ajedrez y todos los demás deportes (excepto el bridge) reconocidos como tales por el Comité Olímpico Internacional: se puede jugar por internet, y por tanto ideal para tiempos de pandemia, además de apropiado para cualquier periodo de vida normal. Las audiencias del Magnus Carlsen Invitational han sido millonarias, y alimentan el debate sobre si el futuro del ajedrez debe basarse en las modalidades rápidas.
Todo indica que habrá más torneos de este tipo en los próximos meses. El primero, de altísimo nivel, empieza el martes, organizado por otro de los grandes clubes virtuales, Chess.com, con las selecciones de China, Europa, Rusia, EEUU, India y Resto del Mundo. Este tipo de competiciones de élite tienen una ventaja adicional sobre las que disputan jugadores aficionados: nunca hubo indicio alguno de que las estrellas del ajedrez hicieran trampas (con ayuda de computadoras durante las partidas), y nadie sospecha que las haya habido en el Carlsen Invitational.
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