Con Nairo en Francia, la afición de Boyacá ya no viste el azul del Movistar
Nueva victoria de Molano, que remonta a Hodeg en la interminable recta de Sogamoso
Hace calor en Sogamoso, más de 22 grados a 2.505 metros de altitud, y a los campesinos, que hace unos días estaban preocupados por las heladas insólitas, les asusta la locura del tiempo, los incendios forestales, antes infrecuentes, y se alarman más cuando miran hacia el norte a la Sierra Nevada del Cocuy y observan cómo casi de día en día la capa de nieve, los glaciares formados en las cimas de las montañas, de más de 5.000 metros, decrece y decrece, y el lago de Tota, su orgullo, sufre la contaminación del cultivo de truchas. “Sabemos lo que nos espera, es igual en todo el mundo, también en el país en el que el término pisos térmicos puede empezar a quedarse sin significado”, dicen algunos, resignados, y visten todos junto a la meta maillots de manga corta de equipos ciclistas, y, otra muestra grafiquísima de cómo cambian los tiempos, de un día para otro, de las azules del Movistar, que hace nada monopolizaban el territorio, ya no queda ni rastro. Aunque no corra su Tour, Nairo sigue siendo su dios, el dios ciclista de Boyacá, pero ahora viste de rojo.
Frente al edificio de la universidad en Sogamoso, junto al sprint tremendo, again, de Sebastián Molano, que manejó los tiempos mejor que el impaciente Álvaro Hodeg, a quien remontó duro, los puestos de maillots piratas solo ofertan tres modelos, el vino tinto de su Ineos, el rosa fucsia del EF y el rojo del Arkea. Los maillots del coloso Egan –que dice Igan, cariñosamente, su madre, doña Flor, aficionada con maillot propio, el azul con triángulo de la tricolor colombiana del Egan Bernal Fan Club–, el niño Higuita, el mito Nairo, la santísima trinidad ciclista de ahorita mismo. Y los venden fácil a gentes felices de estar a la última.
Marchados Nairo, su hermano Dayer y su paisano Winner Anacona, el Movistar mantiene la veta colombiana pero el mantenido veterano Betancur y los jóvenes recién llegados Heiner Rubio y Juan Diego Alba, no despiertan la misma pasión que el León de Tunja. “Ya crecerán los jóvenes, ya crecerán”, dice Eusebio Unzue, el jefe del Movistar, que siempre está con el equipo en Colombia, considera buena la actuación de su equipo y solo lamenta que a Rubio, que vive en Italia, no le dejaran entrar en Colombia con tiempo para aclimatarse a la altura.
Si por las mañanas no se agolpan al pie del autobús del equipo las mismas multitudes místicas de periodistas locales que antaño, Unzue sigue siendo un personaje de referencia del que muchos solicitan sus reflexiones. Ya no le preguntan por sus preocupaciones mayores, si Nairo va a ser líder único en el Tour de Francia y por qué tiene que llevar a Landa, otro que se fue del equipo, o a Valverde con él. Ahora, empoderados por la revolución generacional que ha colocado a casi niños colombianos al frente del ciclismo mundial, le preguntan qué pasa en España, que ya no tiene campeones, o por qué se fue Carapaz, el ecuatoriano que ganó el Giro, al Ineos. O, ya para rematar, también se fue el costarricense Amador al equipo británico, el gregario que querría tener todo equipo, y al que tanto quiere Carapaz por cómo le ayudó en el Giro.
Si la marcha de Nairo fue de común acuerdo y la de Carapaz, dolorosa para el equipo, que lo quería conservar, la de Amador, que acababa de firmar la renovación de su contrato, ha transcurrido como una batalla cruenta, una más en la guerra que se ha abierto entre Abarca, la empresa que gestiona al equipo, y Giuseppe Acquadro, el mánager de Nairo, Carapaz y Amador. Cuando se fue Carapaz, Acquadro le dijo a Amador que si él quería también podía irse al Ineos. Amador pidió consejo a Carapaz, quien le dijo que ganaría el triple de lo que ganaba entonces. Amador le pidió entonces a Unzue libertad para irse. Como este se la negó, planteó una demanda ante la Unión Ciclista Internacional (UCI). La cuestión se resolvió finalmente con un acuerdo confidencial a última hora entre ambas partes por la que Unzue aceptaba la marcha de Amador a cambio de una indemnización, cuyo monto no ha sido revelado, pero, muy satisfactorio para Abarca, atendiendo a las palabras de Unzue: “Bien se puede decir que el Ineos necesita más a Amador que nosotros”.
Comentando su segunda victoria consecutiva, Molano, campesino de Paipa, Boyacá, habla de desarrollos, de que llevó un 53, de confianza, de cómo está en dinámica de éxito, y se abraza con su madre. También habla del cambio climático, y lo hace con preocupación, con miedo. “Con todo esto que nos cae”, dice, “se está volviendo difícil la agricultura, sacar las cosechas”.
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