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PISTA LIBRE
Columna
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El fuego y la Biblia de Bordalás

El técnico del Getafe considera que la exuberancia física, la disciplina táctica y la presión asfixiante presidirán el fútbol que viene. Su equipo responde punto por punto a estos criterios

Santiago Segurola
Bordalás anima a sus jugadores ante el Athletic.
Bordalás anima a sus jugadores ante el Athletic.J. Zorrilla (EFE)

Un equipo exige más que ningún otro la mirada clínica de los datos. Es el Getafe, que juega sin el menor asomo de retórica, pero con una eficacia implacable. Su recorrido impresiona: ascendió a Primera en 2017, terminó octavo el año siguiente y quinto una temporada después. Ahora ocupa el tercer puesto y no será fácil desplazarle de ahí. El Getafe está hecho de acero.

Ganó en Bilbao —sexta victoria en los últimos ocho partidos— con una de las alineaciones más económicas de LaLiga. Los 11 titulares le han costado 23,45 millones de euros. Dos futbolistas llegaron libres (Damián Suárez y Etxeita) y otros dos figuran como cedidos (Cucurella y Deyverson). De los siete suplentes en San Mamés, cuatro le resultaron gratis: Ángel, Jorge Molina, Timor y Chichizola. Kenedy está cedido por el Chelsea. Los dos restantes eran Chema (1,5 millones) y Amath Ndiaye (tres millones).

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El Getafe ha aprovechado el mercado y lo ha desacreditado a la vez. No parece un tiempo apetecible para los equipos artesanales, construidos desde la escasez en el periodo más inflacionista que ha conocido el fútbol. Esos equipos suelen afanarse por evitar el descenso. El Getafe ya ha alcanzado la Europa League —se enfrentará al Ajax en la próxima ronda— y sin ruido busca un puesto en la Liga de Campeones. Avisó el pasado año. Perdió el cuarto puesto en la penúltima jornada.

Si la palabra proyecto, una de las más manoseadas y huecas del fútbol, tiene sentido es en el Getafe, o en el combo que forman el presidente Ángel Torres y José Bordalás, el técnico. Se dice de Ángel Torres que conoce al milímetro todos los jugadores de Segunda A y al dedillo los de Segunda B. No suena a leyenda urbana. Pero el hombre que redondea el plan y lo exprime es José Bordalás, que sólo ha conocido la Primera División en el Getafe.

Hace tres años y medio, después de la séptima jornada en Segunda A, el Getafe ocupaba la 18ª posición. Se dispararon las alarmas. Esnáider fue despedido y le sustituyó Bordalás, que había adquirido fama de técnico estabilizador en el fútbol levantino y en el Alcorcón. El Getafe remontó y ascendió. El prestigio aumentó en el Alavés. Lo ascendió al primer intento, pero no le renovaron el contrato. Se decía que su perfil no se adecuaba a la máxima categoría.

Se puede hablar del proyecto Bordalás porque es diáfano y consistente. Lo confirma cada dato. El Getafe es el equipo que más adelanta la línea defensiva (40 metros), el más comprimido (38 metros entre la defensa y los delanteros), el que más utiliza el juego largo, el que menos pases traza (3,2 por jugada), el que más veces impide la llegada de los rivales a los últimos metros y el que más faltas comete (18,9 partido). Es un equipo de autor, de un autor que no pretende hacer poesía.

Bordalás considera que la exuberancia física, la disciplina táctica y la presión asfixiante presidirán el fútbol que viene. El Getafe responde punto por punto a estos criterios. No se distrae ni a palos y aprovecha como ningún otro las distracciones de los rivales. Es un equipo contracultural en el fútbol español, que giró con Johan Cruyff, un heterodoxo en las antípodas de Bordalás.

Como siempre en el fútbol, no hay posibilidad de proyecto eficaz sin la convicción necesaria para llevarlo adelante. Bordalás la tiene. Es una convicción febril que ha logrado trasladar al equipo, que juega con un compromiso casi fanático. El resultado es impactante, el que se corresponde con un modelo que irrita a unos y lo festejan otros —el Getafe no deja indiferente a nadie—, pero que funciona. Y de qué manera.

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