La peor resaca de Simeone
La eliminación copera en León desnuda todos los problemas futbolísticos del Atlético y eleva el debate sobre la continuidad y el estilo del entrenador
“Podemos ganar a cualquiera y perder con cualquiera”, aventuró Diego Pablo Simeone tras la derrota del Atlético en Eibar (2-0). La sentencia fue una premonición de la debacle acaecida solo cuatro días después en el Reino de León. En la previa del encuentro ante la Cultural Leonesa, Simeone justificó esa frase en los resultados habidos en la última jornada de Liga e incluso miró a la Serie A para ejemplificar que todos los equipos pierden partidos ante rivales inferiores. El problema del Atlético es que cada vez gana menos a los rivales que son superiores y pierde o empata más con los que no llegan a su nivel. Si antes era un generador de épica propia ahora lo es de la ajena.
La hecatombe de León (2-1) fue una radiografía y una consecuencia de por qué el equipo está a ocho puntos de la cabeza de la Liga con el peor registro en la era Simeone (35) en 20 jornadas, ya está fuera de la Copa del Rey por obra y gracia de un equipo de Segunda B y las opciones de eliminar al Liverpool en la Champions, por los síntomas que transmite el equipo, no parecen muy elevadas. La crisis afecta tanto al entrenador y a su modelo como a los futbolistas. Las derrotas en Eibar y León y la desazón causada entre la hinchada provocaron que este viernes Miguel Ángel Gil Marín, accionista mayoritario del club, tuviera que publicar una carta de apoyo a Simeone y al plantel. “Ha sido un golpe duro e inesperado. Entiendo perfectamente y comparto con nuestros aficionados esta gran decepción. Debemos ser responsables y valorar lo que somos, dónde estamos y lo que hemos conseguido como club con este cuerpo técnico y con esta plantilla”. La temporada pasada, tras la dura eliminación de los octavos de final de la Champions en Turín, Gil Marín también emitió un escrito de apoyo al técnico.
El desgaste del líder
Después de ocho años al frente del equipo, los malos resultados abren las dudas sobre si Simeone, con contrato hasta 2022, será capaz de enderezar el rumbo. El jueves, en la sala de prensa del Reino de León, por primera vez tuvo que responder si se sentía con fuerzas para seguir. Sin futbolistas con la ascendencia de Gabi, Godín, Tiago, Filipe Luis y Juanfran, ha sido el propio Simeone el que ha tenido que ejercer en ocasiones un mayor liderazgo en un vestuario joven y renovado. Sus voces y sus recriminaciones al plantel tras la derrota en Leverkusen fueron significativas. Les reprochó a sus futbolistas falta de personalidad, llegó a llamarles “cagones”, y les recriminó que no le devolviesen con rendimiento las apuestas que hacía por ellos. El efecto de esa cholina parece haberse apagado en los últimos partidos. El desgaste y la sensación de que el ciclo del entrenador podía estar llegando a su fin ya fue una comidilla interna dentro del vestuario la temporada pasada. El paso del tiempo también afecta a su propio cuerpo técnico. La más que probable marcha de Germán Burgos al final del presente curso romperá una de las parejas de los banquillos más exitosas de los últimos años.
La gestión de João Félix y los pulsos al club
La llegada de la joven promesa portuguesa supuso el desembolso (127 millones de euros) más caro de la historia de la entidad. En los mentideros del fútbol y hasta los despachos del propio club llegaron las dudas sobre si el chico había elegido el mejor destino para progresar teniendo en cuenta la propuesta de Simeone. En público y en privado, el entrenador ha asegurado que João Félix tiene grandes condiciones, pero nunca lo ha dejado de ver como un jugador aún tierno. Su apuesta no concordó con el precio pagado. Le recicló como jugador de banda para ponerle al servicio del equipo hasta que la lesión de Diego Costa y las quejas de su agente, Jorge Mendes, le colocaron como segundo delantero. Aquí la duda está en si una inversión de tal calado debería o no requerir que más que el futbolista se pusiera al servicio del equipo, el equipo se pusiera al servicio de él. Simeone aún no ha creado las condiciones futbolísticas necesarias para la explosión de un jugador de sus características. Parte del vestuario tampoco ha contribuido a hacer más fácil su adaptación. Le han acusado de individualista y algunos no le perdonaron que lanzara un penalti contra el Lokomotiv de Moscú cuando no le correspondía. En la caseta fueron bautizados como los “Premios Mendes” el galardón que recientemente el luso recibió en Doha, el premio Globe Soccer al jugador revelación de la pasada temporada. Ante el cisma, el club ha tenido que intervenir para tratar de enderezar una situación que va camino de enquistarse. Simeone también ha vivido una batalla soterrada con la dirigencia a costa del nueve que reclamó en verano y no llegó. Que Saponjic no debutara hasta el fiasco copero escenifica el pulso habido. La presencia en el tramo final del partido en León de los canteranos Riquelme y Camello en el campo pareció un mensaje hacia la planificación de la temporada. Sin embargo, esta fue una apuesta por la reducción de fichas profesionales para primar las contrataciones y poder mantener los sueldos de los jugadores más importantes y del propio entrenador.
Cavani, un goleador por encima del mal juego
Parte del modelo con el que Simeone alcanzó sus éxitos está enraizado al canon clásico italiano de un gran portero, una defensa de pocas concesiones, un centro del campo más táctico y batallador que creativo y un delantero matador que rentabilice los muchos partidos en los que el equipo genera pocas ocasiones porque juega al riesgo mínimo. Los tres primeros conceptos, más o menos se han mantenido, pero la carencia de un goleador eficaz ha debilitado ese patrón. Falcao, Diego Costa en su primera etapa, y Griezmann cumplieron con ese papel. Eran capaces de sacarle rédito al poco juego del equipo desde su condición de jugadores definitivos. Por ello, el Cholo reclama ahora con tanta insistencia a Edinson Cavani, pese a sus 33 años y los problemas musculares que le aquejan tras el Mundial de 2018. Simeone necesita un goleador que esté por encima del mal y pobre juego ofensivo que el equipo despliega en muchos partidos. La apuesta por la continuidad de Diego Costa, ahora lesionado, y la irregularidad de Morata no han tapado ese agujero.
El peor centro del campo con el Cholo
Los problemas de consistencia en el centro del campo que ya se apuntaban en el declive de Gabi y de Tiago se han agudizado. Sin Rodrigo, el Atlético se ha quedado sin un futbolista en torno al cual se ordene el equipo y le aporte criterio con el balón. Ni Saúl, ni Koke, los llamados a tomar el relevo, se han impuesto como ejes y sostén. A Thomas aún le persigue su peor defecto, la irregularidad. A Herrera le costó entrar y tras una serie de buenos partidos ha entrado en la misma vulgaridad que el resto de centrocampistas. Marcos Llorente, el fichaje estrella tras João Félix, no ha encajado y no es ni titular. La línea, en su conjunto, es una fábrica de perder balones.
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