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el juego infinito
Columna
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Triunfa Gutiérrez, desaparecen los ‘Gutis’

Se dirá que el técnico dio un paso adelante para ser un gran entrenador y es verdad. Pero si ya no hay jugadores como él será porque el fútbol dio un paso atrás

José María Gutiérrez, dirigiendo un entrenamiento del Almería.
José María Gutiérrez, dirigiendo un entrenamiento del Almería.Carlos Barba (EFE)
Jorge Valdano

Soñar hacia atrás. El partido del Real Madrid contra Unionistas fue un choque de trenes entre el antes y el ahora. Porque la Copa del Rey nos recuerda de dónde venimos. Al Madrid le evocó su época fundacional, cuando un grupo de amigos creó un club que el tiempo llevó a la gloria. A los jugadores les revivió sus inicios, cuando cualquier campo servía para activar el sueño del profesionalismo. Y a los viejos aficionados les recordó tiempos de fútbol en blanco y negro que no volverán. El Madrid siempre supo imaginar el futuro del fútbol y ahora toca agrandar los horizontes mentales mejorando su estadio y visionando una Liga Europea. El Unionistas es una cooperativa nacida de la ruina de la Unión Deportiva. Iniciativa de gran valor popular que miramos con simpatía y hasta admiración. Su hazaña es la misma supervivencia y los jugadores la honraron jugando con honor.

El dador de sangre. Casemiro siempre jugó al fútbol como los soldados hacen guardias, atento a cualquier imprevisto. Con el tiempo su figura ganó autoridad, sentido estratégico, presencia ganadora siempre que se dirime un combate y capacidad de desequilibrio cuando un partido se atasca. Frente al Sevilla marcó dos goles y, como el fútbol actual vive del impacto, fue imposible no ver que aquel soldado llegó a general. Ese tránsito se lo debe a su inteligencia, con la que el tiempo fue haciendo su trabajo, pero sobre todo a su manera de sentir el fútbol, al que le entrega su vida. Cuando Bale marcó su gol frente al Unionistas, su parco festejo transmitió tal depresión que estuve a punto de apagar el televisor. Entonces apareció Casemiro con la sonrisa de oreja a oreja y abrazando al goleador en lo que pareció una transfusión de sangre futbolística. A Bale no sé, pero a mí me sirvió para seguir viendo el partido.

El malentendido. El Barça se buscó a sí mismo en Ibiza sin encontrarse. La pelota pasaba de un jugador a otro como si el objetivo fuera hacer 1.006 pases después de los 1.005 que hizo frente al Granada. Es verdad que el toque preciso cansa al rival, pero antes debe servir para distraer, engañar y aclarar los caminos que llevan al gol. Hay veces que tenemos la sensación de que el único jugador que sabe que al fútbol se juega con porterías es Messi. Setién, que es un admirable profeta de la posesión, no debe dejar que el empeño por tenerla se convierta en un malentendido. Dicen que hay muchas maneras de pasarse el balón, yo solo distingo dos: al pie o al espacio. En Ibiza, cuando el Barça convirtió en vicio el pase al pie, sufrió una humillación. Y le bastaron dos pases al espacio para salir del aprieto.

De Guti a Gutiérrez. El Almería de José María Gutiérrez atrae miradas y ya pisa el primer puesto en Segunda División. Guti fue un jugador de culto al que no supimos interpretar. Lo veíamos como un hombre conflictivo. En realidad, se trataba de un hombre libre cuando el fútbol empezaba a pedir jugadores sumisos para atarlos a una estructura colectiva. Lo que a Guti le costó entender como jugador, el inteligente Gutiérrez lo incorporó de inmediato como entrenador. El Almería juega bien, lucha y gana porque su entrenador ve el fútbol con claridad y es exigente. Pero cuando lo veo en la banda me resulta imposible no sentir nostalgia por aquel jugador que inventaba algo nuevo en cada jugada. Se dirá que Gutiérrez dio un paso adelante para ser un gran entrenador y es verdad. Pero si ya no hay Gutis en el campo, el que dio un paso atrás es el fútbol.

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