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El Madrid pasa el trago

El conjunto blanco gana a un bravo Unionistas con un gol de Bale, lesionado y que no lo celebró, y dos de Brahim en un campo entregado que vive una fiesta histórica

Bale regatea a dos defensas del Unionistas. En vídeo, declaraciones del entrenador del Real Madrid.Foto: atlas | Vídeo: EFE (J.M. GARCíA) ATLAS
GORKA R. PÉREZ

Aunque normalmente las colas tienden al desastre en los grandes acontecimientos, la interminable hilera de aficionados del Unionistas de Salamanca que se arremolinó alrededor del Estadio Helmántico que da acceso a Las Pistas horas antes del comienzo del encuentro ante el Madrid guardó su sitio. Aunque había algún temeroso al tiempo, progresivamente la serpiente humana fue adornando el interior de las instalaciones, como en una especie de invasión coral. “¿Dónde está el alcalde? ¿El alcalde dónde está?”, coreaban algunos de los primeros hinchas en entrar, en referencia a las presiones recibidas por el máximo mandatario de la ciudad para que el encuentro se celebrase en el Helmántico, con cuatro veces más aforo (17.000 por 4.000 asientos) y a escasos 50 metros. La fiesta tuvo lugar en Las Pistas, y ahí el Madrid, salvo el susto del momentáneo empate, solventó la encrucijada con un gol del misterioso Bale (que no celebró) y dos de Brahim.

Sería por las circunstancias que rodeaban al partido, ese regreso a los orígenes del fútbol más básico y auténtico, que Zinedine Zidane no quiso experimentar demasiado y entregó la batuta del equipo a la mayoría de los fijos disponibles. Al margen de la presencia de Areola en la portería, la entrada de jugadores como James, Bale, Nacho y Vinicius, con cartel de titularizables en un pasado no muy lejano, desenmascaró el temor a un encuentro tan atípico que pudiera contagiar incluso al desenlace.

Bien es cierto que para jugar al fútbol tan solo hacen falta un balón y dos porterías. Sin embargo, para sobrevivir en condiciones adversas son necesarias muchas cosas que se alejan del glamour y apelan al sentimiento. Salió decidido el Madrid a resolver la papeleta en los primeros asaltos, como si no quisiera que su rival encontrase la fe con el paso de los minutos. Bien ordenado, el Unionistas resistió con cierta solera los primeros compases, las primeras carreras, esas que sirven para llenar la hucha de la confianza. Sin embargo, en un mal despeje de cabeza dentro del área pequeña, el balón cayó sobre la bota derecha de Bale y su disparo de volea se coló junto al palo izquierdo de Brais Pereiro. El galés, apático, ni lo celebró. Más bien dibujó un gesto de pesar.

Si antes de que Melero López señalara el comienzo del partido desde los altavoces de Las Pistas sonaba Ska-P y su icónico Vals del obrero —con más volumen cuando el Madrid saltó a calentar—, durante todo el encuentro, a excepción del minuto 23, momento en el que se coreó a voz en grito el himno de la extinta UD Salamanca, la afición charra creyó que se podía. La rabia del técnico local Jabi Luaces, cuando los centros de Góngora no encontraban la cabeza de Garrido, insuflaban aire a David. Aunque Goliat, vestido de verde, con un juego ordenado y ningún ánimo de tropezar, hilaba pases y más pases y buscaba una y otra vez a Bale. Con ayuda de James, que estrelló el balón en el larguero tras una buena jugada personal, el Madrid intimidaba a su manera al Unionistas, que pese a todo no le perdía la cara al partido.

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El mazo del Madrid este curso sigue alejado de la contundencia, por lo que a pesar de su prestancia y oficio de equipo grande, su falta de gol sigue dando oportunidades a cualquiera que se niegue a agachar la cabeza. No lo hizo el equipo salmantino, ni su hinchada, que llenó el estómago con empanada en el descanso, y aclaró la voz con agua para seguir acompañando a su equipo en esta travesía del desierto en la que se había convertido el partido.

No temió a su destino el Unionistas, tratando de tutear al rival más grande que haya pasado por su casa, con la cabeza alta y el corazón en la boca. Y esa osadía tuvo su recompensa en forma de gol, con una jugada de enorme habilidad de Álvaro Romero. El menudo jugador de Unionistas (mide tan solo 147 centímetros), recogió un mal despeje de Marcelo y tras cambiar de dirección con dos movimientos de cintura envió el balón al fondo de la portería de Areola. Esa afrenta calentó el cuerpo del Madrid, que reaccionó gracias de nuevo a un afortunado tanto, esta vez de Brahim, en quien confió Zidane tras semanas de ostracismo. En el tiempo de descuento redondeó su reaparición con un segundo tanto de un disparo raso. Para entonces Bale había sido sustituido, de nuevo con problemas físicos.

“¡Muy bien chavales! ¡Hemos plantado cara!”. El agradecimiento del público a sus jugadores una vez terminado el duelo fue como esa caricia que alivia pero no consuela. Ellos también creyeron que el reto era salvable, pero aunque la derrota fue el resultado de su esfuerzo, nadie les quitará nunca el mérito de haber conversado en el mismo tono con el Madrid en Las Pistas.

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Sobre la firma

GORKA R. PÉREZ
Es redactor de la sección de Economía y está especializado en temas laborales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Antes trabajó en Cadena Ser. Es licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco y Máster en Información Económica de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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