La estrella de Weissman ilumina al Valladolid ante Osasuna
El Pucela remonta a los navarros en un partido marcado por las alternativas
Lo peor de meter un gol temprano es conformarse. El Real Valladolid se adelantó este viernes a los siete minutos con un estupendo gol de Weissman, que ha pasado del ostracismo a decirle al entrenador, tras un precioso reverso, que si luce el 9 en la casaca es por algo. Su equipo consideró que la diana era suficiente y que podría resistir 80 minutos ante el asedio de Osasuna, que si de algo sabe en esta vida es de colgar balones el área y convertirlos en oro. La apuesta, qué sorpresa, salió mal. El dominio regalado a los rojillos pronto convirtió a los de Arrasate en amo del encuentro, con los locales a verlas venir. Tardó 20 minutos Budimir en aprovechar la soledad que le brindó Joaquín al tirar pésimamente una línea. Gol de cabeza de Osasuna, frase que se podrá repetir hasta el fin de los tiempos si los técnicos rivales se repliegan y renuncian al esférico.
El método de Arrasate funcionaba: pelotas a la olla y que pase lo que tenga que pasar ante el atoramiento de la defensa de Zorrilla y la flagrante diferencia de centímetros. El obsceno rendimiento defensivo pucelano, que ha encajado en todos los partidos, se evidenció cuando en el minuto 42 un saque de banda botó dos veces, ¡dos!, en un área de Primera división. Roberto Torres se benefició del blandísimo Nacho y ratificó la remontada momentánea como si tal cosa.
El paso por vestuarios trajo a unos blanquivioletas más ambiciosos. Las llegadas se convirtieron en un penalti de Herrera, que arrolló como una mula a Joaquín tras un córner, y Orellana igualó la contienda. Tablas y vuelta a empezar en todos los sentidos. Los navarros, sacando rédito del juego aéreo; los castellanos, intentando enganchar alguna contra. Marcos André, la mejor noticia de este inicio liguero del conjunto de Sergio, hizo estirarse a Herrera. Ahí apareció Weissman, un hombre que si ha metido 37 goles en Austria es porque algo sabe de perforar porterías. Pam, testarazo y de nuevo arriba el Pucela ante el eterno reto de no dejarse someter. Los pamplonicas, arrebatados al ataque empujados por el banquillo; los vallisoletanos, a aguantar y correr. Tres delanteros contra cinco defensas. Esta vez, por los pelos y porque Calleri no acertó, Zorrilla resistió.
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