De la foto galáctica de Roma a la angustia helada de Moscú
El duelo de 2004 en la capital italiana, que dejó la única imagen juntos y solos de los ‘zidanes’, fue la última vez en la que el Madrid llegó tan necesitado al desenlace de una liguilla de la Champions
Hacía 16 años que el Real Madrid no disputaba el último partido de una liguilla de la Champions con tantas urgencias. Entonces también lo tuvo que hacer en un estadio desierto, el Olímpico de Roma (por una sanción de la UEFA), y solo le valía ganar para no apelar a una carambola. El trance lo resolvió con un 0-3 ante un equipo ya desahuciado. Sin embargo, la cita en ese ambiente hoy cotidiano y que en 2004 se sintió fantasmagórico pasó a los archivos por otro motivo, por una foto que nunca más se repitió y que tuvo entre sus protagonistas a Zinedine Zidane: los cinco galácticos juntos y solos. Raúl, Figo, Ronaldo, Beckham y el francés. Jamás quisieron posar sin nadie alrededor y únicamente pudieron ser captados de forma casual por una cámara aquella noche de diciembre en la capital italiana.
Ocurrió en el minuto 60 durante la celebración del segundo tanto, logrado por el portugués de penalti. Hoy esa instantánea adorna las paredes de la Ciudad Deportiva de Valdebebas como símbolo de una época y un proyecto ideado por Florentino Pérez -en el banquillo todavía esperaba su turno Michael Owen, otro Balón de Oro- que a esas alturas había entrado en declive y que, casualmente o no, guarda algunas similitudes con este momento, por la idea de mezclar peces gordos (los zidanes) con jóvenes (los pavones).
Desde aquella jornada, que quedó en el recuerdo por esa imagen icónica más que por el marcador, el Madrid no se abocaba a un partido tan espinoso en el desenlace de una fase de grupos de la Liga de Campeones como el de este miércoles ante el Mönchengladbach. Esta es la novena vez que los blancos se presentan en la última estación con asuntos pendientes, y en todas salió victorioso. En realidad, ha participado en 28 liguillas europeas desde 1995 y no ha tropezado en ninguna.
Zidane-entrenador no se ha visto en otra igual a estas alturas del torneo, pero el Zidane-jugador, sí. Además de ese episodio romano, le tocó otro más angustioso. Ocurrió en la segunda liguilla (durante cuatro cursos hubo dos) de la 2002-03, la temporada siguiente a su volea en la Novena. Después de que Portillo rescatara al Madrid del hundimiento en Dortmund, al conjunto de Vicente Del Bosque no le quedó más remedio que derrotar al Lokomotiv en Moscú (0-1), una ciudad donde no había vencido en las siete visitas anteriores.
Disputado en un césped de cabras, el choque fue una tortura para los blancos y la necesidad de un resultado extraordinario requirió de una acción inaudita: un testarazo de Ronaldo en una jugada iniciada por Zizou. “No le había visto marcar de cabeza en mi vida”, exclamó Roberto Carlos.
A diferencia de esta última década triunfal en la que el Madrid ha zanjado las fases de grupos con los ojos cerrados, en sus primeros años en el nuevo formato de la Champions se atascaba con frecuencia pese a que entonces también cazó tres orejonas en cinco años. En la 1999/2000 se abocó a otro suplicio contra el Rosenberg (0-1) y en otro campo congelado.
Nadie podía adivinar que ese equipo que acababa de recoger Del Bosque en ruinas, con David Aganzo en lugar del lesionado Morientes esa noche en Noruega, y Hierro aguantando solo una parte por problemas físicos, iba a ser capaz de levantar la Octava. Un gol de Raúl nada más empezar y las penalidades sufridas casi toda la segunda mitad por la expulsión de Guti abrieron el camino. Esta vez, como luego en Moscú y Roma, no le valía otro resultado que la victoria para amarrar el billete. La ventaja es que ninguno de estos tres rivales se jugaba nada.
En estas primeras ediciones, cada paso por una liguilla salía a intriga. En la 98/99, el día después del asesinato de Aitor Zabaleta a las puertas del Calderón y en medio de un ambiente helador, debió vencer en casa al Spartak de Moscú (2-1) para evitar sustos. Un curso antes, lo tuvo que hacer contra el Oporto en el Bernabéu (4-0) en las primeras zancadas hacia la Séptima. Y en la 95/96, no pudo cogerse el día libre en su visita al Grasshopper en Zúrich (0-2). En estos tres casos, podía no ser imprescindible vencer en función de otros marcadores, pero el suspense estaba garantizado. Solo lo evitó en la 96/97, cuando no jugó en Europa.
Más cercano en el tiempo, también estuvo alerta en la 2007/08 ante la Lazio en Chamartín (3-1) y en la 2009/10 en el Velodrome de Marsella (1-3), aunque sin la obligación de ganar en ambos encuentros. Ante los italianos le servía el empate y, frente a los franceses, incluso perder por menos de tres goles. Ese día estaba en el palco Zinedine Zidane.
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