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TENIS | ROLAND GARROS
Columna
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La repetición es la ruta hacia el éxito

Los métodos de enseñanza modernos nos llevan por derroteros en los que la memorización goza de cierta desconsideración, como también que los procedimientos no sean divertidos

Nadal sirve durante su partido de la tercera ronda en París, el viernes frente a Travaglia.
Nadal sirve durante su partido de la tercera ronda en París, el viernes frente a Travaglia.IAN LANGSDON (EFE)
Toni Nadal

Cada vez que llega un torneo importante, como lo son todos los Grand Slams, me siento delante del televisor con la curiosidad de ver si los tenistas serán capaces de sorprendernos, de aportar innovaciones como ha ido ocurriendo siempre en los ámbitos donde la competición es lo que marca la razón de ser.

Las nuevas tendencias se suelen ir perfilando poco a poco, aunque de vez en cuando y por mucho que el ejemplo no sea de mi gusto, llega un tenista como Nick Kyrgios que sorprende a sus rivales con ciertas originalidades, como su ya famoso saque de cuchara, o con bolas muertas que no llevan velocidad ni intención para pillar desprevenidos a sus contrincantes. Y como todo ello está dentro de lo permitido, mi única objeción es que en su caso vaya acompañado de su comportamiento tan poco ejemplar.

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Luego me surgen las preguntas que llevan casi toda una vida motivándome. ¿Qué es lo que hace diferentes a todos los jugadores que se han ganado un lugar destacado en el ranking de la ATP? ¿Por qué, a pesar de que hay jóvenes que a priori parece que tienen un gran talento son adelantados por otros que lo tienen mucho menos evidente? ¿Por qué hay gente que progresa y gente que no? Para mí está claro que el talento principal, en el nuestro como en cualquier otro ámbito ajeno al azar, es la capacidad de aprender.

El éxito en el tenis no es tanto un tema de hacer cosas extraordinarias como de tener una capacidad de repetición extraordinaria. Y ¿cómo se logra esto? ¿Cómo son capaces dos tenistas de intercambiarse la bola, punto tras punto, hasta el fondo de la pista sin mandarla fuera, con el público en vilo esperando el golpe ganador del más avezado? ¿Cómo es posible que sean capaces de tener el ojo acostumbrado a tan alta velocidad, el brazo y las piernas capaces de medir al milímetro el gesto exacto para otra devolución precisa o, incluso, ganadora?

Mi deducción y, quizás, una de las letanías que más repito a los jóvenes que se preparan en la Rafa Nadal Academy, es algo que percibo denostado en las tendencias educativas actuales: la repetición. Mi discurso exacto es: reflexión y repetición. Los métodos de enseñanza más modernos nos llevan por otros derroteros en los que la memorización goza de cierta desconsideración, como también que los procedimientos no sean divertidos o variados.

Hoy he congelado imágenes de las caras de algunos de los tenistas que pasan a la segunda y definitiva semana de Roland Garros durante sus partidos para enseñárselas mañana a nuestros jóvenes jugadores: Rafael, por supuesto, pero también Dominic Thiem o Novak Djokovic, e igualmente de los eliminados Roberto Bautista y Garbiñe Muguruza. Los rostros de todos ellos muestran una capacidad de atención y concentración máximas. Nada les distrae porque han repetido, memorizado, reflexionado e interiorizado cada gesto en sus miles de horas ensayando cómo meter aquella bola en aquel exacto punto de la pista.

Y, aunque haya otros factores importantes que no se pueden desgranar aquí, esta práctica común que los han conducido al éxito es sin duda la inspiración y ejemplo a seguir para tantos chavales que estos días siguen Roland Garros y persiguen su sueño de un día jugar allí. Repetición y reflexión, aunque el jugador australiano sea un excepcional ejemplo de lo contrario.

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