El Barça se rinde en Vigo
Los azulgrana se consumen en la segunda parte con los cambios después de dos goles de Luis Suárez ante un optimista Celta que empata liderado por Aspas
Al Barça se le escapa LaLiga poco a poco, de la misma manera que se consume lentamente como equipo, atrapado por un pasado difícil de olvidar y un presente que no acaba de llegar, neutralizado por un optimista Celta. Alcanza con una imagen para descifrar el momento azulgrana en un partido que se le hizo demasiado largo: la sociedad Messi-Luis Suárez anunciaba una victoria más que se frustró cuando entraron Griezmann y Arthur y habían sido sustituidos Riqui Puig y Ansu Fati. Jóvenes y veteranos se alternan en un equipo que no tiene edad por la dimisión de los futbolistas que se suponían herederos del legado de Berlín 2015. El Madrid parece tener hoy más recursos que el Barcelona. Los azulgrana no salen de la frustración y el optimismo es desbordante en el Celta.
La bonanza celeste se expresa en la clasificación, en el once titular y en la renovación de Óscar García. La sensación es que el técnico se sentía tan dichoso después de asegurar su continuidad y de poner a su equipo a siete puntos del descenso que se fumó un puro mientras cantaba la alineación a la espera de su querido Barça. No jugaron de salida titulares como Murillo o Rafinha, además de Santi Milla, Olaza o Bertrán, y por contra formaban Jorge Saénz o Jacobo. Ahora es un equipo liberado que administra sus recursos y juega a la carta, sin miedo a perder, sólido en defensa y puñetero en ataque, un mal enemigo para rivales inestables como el Barça. Había satisfacción en el Celta.
Al Barcelona le apremiaba en cambio la necesidad de ganar y a Quique Setién le convenía agitar el grupo después del juego pesaroso mostrado contra el Leganés, Sevilla y Athletic y de las maniobras de la directiva para equilibrar la cuenta de resultados con operaciones como el previsible traspaso de Arthur a la Juve. No jugaron inicialmente el brasileño ni tampoco Griezmann y por el contrario entraron Ansu Fati y Riqui Puig. Aunque faltaban Busquets (sancionado) y De Jong (lesionado), la apuesta del entrenador, rematada por el regreso a la zaga de Umtiti, pareció tan plausible como atrevida en un campo muy delicado para el Barça, incapaz de ganar en sus últimas cinco visitas —ahora seis— a Balaídos.
La ansiedad barcelonista fue manifiesta desde el arranque cuando Piqué remató al palo del marco de Rubén. Atacaba el Barça y se defendía el Celta. Así se vio en la jugada del 0-1. El equipo gallego colocó una barrera muy cuidada y reforzada ante el tiro libre de Messi. La mayoría de rivales se han desvivido para montar estrategias que evitaran el gol de rigor del 10. Ya no basta con la clásica barrera sino que aparecen delanteros que se estiran en el suelo o protegen al portero junto al palo para dificultar el disparo de Messi. Y el rosarino, harto de tropezar, también ha buscado una alternativa para burlar la contención del adversario: no chutó sino que tocó suave y corto para la cabeza de Luis Suárez.
Oportunidad para La Masia
A Messi, que ha participado en 38 goles —21 dianas y 17 asistencias—, solo le faltó rematar el partido antes del descanso, cuando dispuso de un balón para coronar la propuesta del Barça. Los pases interiores del argentino percutieron en el área del Celta, sometido por la presión azulgrana y habilitado también para las rápidas transiciones, mal rematadas por Brais e Iago Aspas. El caudal ofensivo barcelonista, en cualquier caso, era superior al del Celta. Habían despabilado los azulgrana, más vivos y despiertos en un partido interesante por el ritmo, reparador para futbolistas que pedían una oportunidad como Riqui Puig y Ansu Fati, hoy iconos de la Masia.
La imprecisión en las áreas, sin embargo, condenó al Barcelona. No tuvo puntería ante Rubén y se mostró vulnerable en la propia porque ofreció espacios muy abiertos para el Celta. El empate llegó precisamente en una pérdida de Rakitic que facilitó el contragolpe de los muchachos de Óscar y acabó con los 500 minutos de imbatibilidad de Ter Stegen. Umtiti cerró mal y no perdonó Smolov después de ser habilitado por Iago Aspas. Ya fatigados, los azulgrana perdieron dinamismo, y el partido quedó muy abierto a pesar de la voluntad de Messi por marcar las diferencias, más inconformista que nunca, consciente de que el Barcelona se jugaba sus aspiraciones en LaLiga.
Los cambios oxigenaron al Celta y validaron el plan de Óscar. Había aguantado el plantel vigués para sancionar después el desgaste del Barcelona. A los azulgrana ni siquiera les sirvió el arrebato de Messi y el segundo gol de Luis Suárez después de una recuperación de Semedo. La jugada fue tan elogiable como el entusiasmo del Celta. Aspas empató en una falta mal defendida por Griezmann y Ter Stegen y Nolito estuvieron a punto de poner el tercer gol después de que el Barça perdiera la pelota y sus jugadores no pudieran con los calzones, sometidos por el Celta. Los barcelonistas se consumieron entre reproches, incapaces de completar un buen partido, sobre todo en cancha ajena —solo ha sumado 23 puntos de 48—, y firmar una victoria cuando recuperó a la sociedad victoriosa que forman Messi y Suárez. La rueda de sustituciones, mal aceptadas por los que se iban y los que entraban, circunstancia que señala al técnico por la gestión del vestuario, del juego y del partido, certificó la indefinición del Barça, despersonalizado, perdido, sin físico y a merced del Madrid.
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