La nueva Liga: máxima alerta con el lactato
En la primera jornada tras el insólito parón por la pandemia se mantiene el número de duelos y faltas mientras los médicos vigilan las analíticas por el riesgo de lesiones musculares
La primera ración de fútbol desconfinado, la jornada 28 de LaLiga que se cerró el domingo, deja un puñado de datos que, a falta de observar su evolución en las diez fechas restantes, apuntan a que la intensidad en la disputa, en el choque, se mantiene en los niveles previos al parón. En las 27 jornadas anteriores a la pandemia se registraron una media de 27,7 faltas por partido, mientras que en los de la jornada del regreso se contaron 26,9 de media. Tan estable como el número de duelos de las que muchas proceden: 224,8 por partido antes y 222 después. También se parecen el número de penaltis (0,4 antes y 0,4 después) y el de amarillas (5 y 4,2).
Los jugadores vuelven a la intensidad de antes mientras que en los despachos se escudriñan cataratas de datos a la caza de alertas sobre el riesgo de lesiones musculares, el gran temor de médicos y preparadores físicos después de las semanas de confinamiento. No existe experiencia previa de futbolistas profesionales alejados tanto tiempo del césped y los espacios abiertos. Por eso los departamentos médicos de los clubes vigilan estos días especialmente los niveles de lactato, según explica Rafael Ramos, presidente de la Asociación Española de Médicos de Equipos de Fútbol (AEMEF): “El lactato indica el nivel de cansancio muscular y su nivel metabólico. Generalmente se controla en el entrenamiento siguiente a un partido, para ver cómo se ha cansado el músculo y cómo se ha recuperado con el descanso”. Si el nivel de lactato es excesivo, en relación con los datos recogidos durante el periodo de entrenamientos, salta la alarma: el músculo está sufriendo.
Para diseñar la dosificación de los esfuerzos cada 72 horas de futbolistas muy exigidos en el tramo decisivo de la competición, Ramos apunta también la importancia del análisis de los datos recogidos por los GPS: “Sirven para poder controlar cómo ha evolucionado el futbolista. Como conocemos a cada jugador, los datos de los recorridos que ha hecho y la velocidad máxima alcanzada, comparados con los de los entrenamientos, permiten detectar cuándo está aflojando. Si un jugador es capaz de hacer sprints de seis metros a una velocidad y en un partido lo consigue hasta el minuto 80, pero en otro se queda al 80% de eso o al 60%, es un aviso”, explica.
La amenaza latente del lactato y el GPS propició dos modificaciones reglamentarias que otorgan a los entrenadores mayor influencia en el desarrollo de los partidos: los cinco cambios y las pausas de hidratación en el minuto 30 de cada parte.
En la jornada de estreno de las modificaciones, 15 de los 20 equipos agotaron los cinco cambios, cuatro hicieron cuatro y solo Osasuna se quedó en tres. Salvo el del Alavés por la expulsión en el minuto 21 de su portero, Pacheco, ningún técnico movió el banquillo en el primer tiempo, aunque siete de ellos sí realizaron cambios en el descanso.
“Está claro que la gente fresca que entra en el segundo tiempo termina siendo determinante. Más que nunca se depende del grupo. Hoy cualquier minuto que te toque jugar tendrá mucho valor en el juego”, explicó Simeone. Tres de los futbolistas que entraron de refresco acabaron marcando y uno, Luis Suárez, asistiendo.
La combinación del número de cambios con las pausas de hidratación permiten al entrenador provocar transformaciones profundas en el devenir del encuentro. El domingo, en el Alfredo di Stéfano, Mendilibar introdujo cinco jugadores en el minuto 57. Uno de ellos, Bigas, acortó distancias, y el efecto en el equilibrio de fuerzas fue notable: el Eibar tomó el mando, sobre todo después de que en el 61 el Madrid realizara tres sustituciones para repartir esfuerzos. Aquello se cortó cuando en el 75 Zidane aprovechó la parada de hidratación como un tiempo muerto de baloncesto. “Hay que estar metidos”, les recordó con energía. Y ahí casi murió el encuentro.
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