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Sergi Barjuán: “El gol de Ronaldo al Compostela es para llevarse las manos a la cabeza”

El exlateral internacional del Barcelona y el Atlético quedó hipnotizado por la jugada del brasileño en 1996, que a Robson le evocó a Pelé de joven

Ronaldo supera a los jugadores del Celta ante de marcar para el Barça, el 12 de octubre de 1995. (EFE)
Ronaldo supera a los jugadores del Celta ante de marcar para el Barça, el 12 de octubre de 1995. (EFE)
Ramon Besa

Hay futbolistas cuyo paso por un club se resume en un gol, expresión de una trayectoria tan corta como excitante y, al mismo tiempo, anuncio de una carrera prodigiosa culminada con un doble triunfo en la Copa del Mundo. Así se explica el impacto que tuvo el tanto que marcó Ronaldo Nazario (Río de Janeiro, 43 años) en el Multiusos de San Lázaro de Compostela el 12 de octubre de 1996 cuando a sus 20 años era jugador del Barça.

“Tal que fuera un acto reflejo de cuantos estábamos en el campo, yo también me llevé las manos a la cabeza. La jugada no me pilló en el mejor sitio y, además, había neblina, circunstancia que de todas maneras no impidió que celebráramos el gol con asombro porque nos pareció imposible: arrancó de lejos, le encimaron hasta cinco rivales, trastabilló antes de rematar mordido y la coló”, reflexiona Sergi Barjuán (Les Franqueses, Barcelona; 48 años).

“El impacto fue tremendo”, prosigue el que fuera lateral internacional azulgrana y del Atlético. “Hay un detalle que le convierte en un gol especial: su valor aumentó a medida que lo veías repetido y la gente te preguntaba por tu recuerdo; cada vez que lo pasaban por la tele te parecía mejor; disfruté más en las repeticiones casi que en directo”, subraya quien jugó con las tres erres: Romario, Ronaldo y Rivaldo.

“Mi taquilla estaba junto a la de Romario, el mejor en el área, y siempre he tenido una buena relación con Rivaldo, el francotirador que metía los goles de tres en tres en los escenarios más complicados y en el instante necesario, como aquel día en que su chilena en el último minuto ante el Valencia nos llevó a Europa”, sostiene Sergi. “No parecía brasileño como Romario y Ronaldo”. Triste y melancólico —“introvertido”, matiza Sergi— Patapalo, como definían a Rivaldo, era el problema y la solución del juego de la misma manera que Ronaldo condicionó el despliegue en la cancha y fue la alegría del vestuario en tiempos de combustión técnica en el Camp Nou por el despido de Johan Cruyff, la anunciada llegada de Louis Van Gaal y las broncas hacia Bobby Robson si no ponía a Lo Pelat.

Había que lanzar al Fenómeno Ronaldo y Pep Guardiola e Iván de la Peña, Lo Pelat, filtraban los mejores pases para el 9. El gol de Compostela, sin embargo, vino de una pelota peleada por Popescu con Mauro y Passi que Ronaldo recogió en su campo para enfilar al meta Fernando. Chiba, José Ramon, William y Bellido fueron desbordados en una carrera de 48 metros, en 11 segundos y después de 14 toques de Ronaldo.

Reacción de Robson tras el gol de Ronaldo.
Reacción de Robson tras el gol de Ronaldo.

“El gol tiene fuerza porque expresa las virtudes de Ronaldo: potencia, velocidad, regate y tiro”, relata Sergi. “Era rapidísimo con el balón, en la conducción y en la aceleración, y ejecutaba muy deprisa”, explica Sergi. “Explosivo físicamente, dominaba la bola con su técnica. No había forma de tirarle porque era una fuerza de la naturaleza, un toro; eliminaba a los rivales mientras ganaba metros. Imparable”, remata Sergi.

Ronaldo absorbía el juego, no necesitaba asociarse, tampoco destacaba por su visión periférica, sino que su instinto le llevaba a apuntar al marco contrario como si fuera una bola de fuego, o una manada de búfalos, en expresión acuñada por Jorge Valdano. A veces se parecía a Alberto Tomba, sobre todo en jugadas como el eslalon de Compostela, y en ocasiones remitía a la figura de Michael Jordan, como en aquel gol que le endosó al Valencia.

“Aquel fue un tanto muy celebrado en el Camp Nou mientras que el de Compostela llegó a todo el mundo”, matiza Sergi, igualmente autor de un gol espectacular en Eindhoven en los cuartos de final de la UEFA 1995-1996. “¡No fue lo mismo!”, se ríe correcaminos Sergi. “Yo metí pocos goles”, explica. “El goleador era Ronaldo”, prosigue. El brasileño contó 48 tantos en 49 partidos, campeón de la Recopa y de la Copa, final que alcanzó después de un épico partido de cuartos de final contra el Atlético de Pantic (5-4), compendio de la volcánica temporada del Barcelona.

A pesar de su condición de Pichichi, sabedor el vestuario “desde el primer día que sería un fuera de serie y un compañero divertido por su contagiosa alegría” –palabra de Sergi— el presidente Josep Lluís Núñez le traspasó al Inter después de que, según dijo, se le apareciera la Virgen. Núñez se sintió chantajeado y facturó al brasileño cuya carrera no se detuvo en Milán, sino que también pasó por Madrid —imposible olvidar su hat trick en Old Trafford—, hasta que las rodillas no aguantaron tanto giro y tanta carga ya advertida en Compostela.

Acompañado de su ayudante José Mourinho, Robson advirtió: “Ronaldo me recuerda a Pelé de joven”. Y, al igual que Sergi, se llevó las manos a la cabeza, como cuando, siendo seleccionador inglés, contempló los dos goles de Diego Maradona en México 86.


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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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