La misión del fútbol remite al Apolo XIII
Llega la hora de los jugadores, a los que les queda por delante mucho más que vencer sus comprensibles miedos y jugar partidos en el lóbrego escenario de los campos vacíos
Los futbolistas no se van a ahorrar la parte de aventura que tiene el regreso a la actividad. En eso se parecen a todo el mundo. Acaban de comenzar una experiencia que les va a dirigir a un territorio tan inquietante como desconocido. Como siempre, el fútbol volverá bajo la gigantesca lupa televisiva, a la que se adhiere como un salvavidas, no sin obligaciones que le colocan como mascarón de proa del deporte, de la industria del entretenimiento y quién sabe de cuantas cosas más, incluido lo que su regreso significa de formidable experimento. De misión en toda regla.
Falta por fijarse la fecha de comienzo —12 ó 19 de junio—, pero LaLiga está decidida a completar el torneo y establecer la clasificación definitiva de la temporada. Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Profesional, se refirió tajantemente a dos asuntos: se jugará lo que resta del campeonato y desechó cualquier peligro. Consideró ínfimo el número de positivos detectados —“pensábamos que serían alrededor de 30”, afirmó— entre las 2.500 pruebas que se han realizado, aseguró que los jugadores serían analizados antes de cada partido y casi etiquetó a la Primera División como una burbuja impenetrable. “Si hay algún riesgo para los jugadores, es más fácil que lo encuentren en sus casas”.
Cuatro pesos pesados del fútbol español —Piqué, Sergio Ramos, Koke y Mikel Merino— se añadieron a la tesis de Javier Tebas y no elevaron ninguna duda en el programa dominical que emitió Movistar +. Todos declararon su deseo de volver pronto y parecieron desestimar las incomodidades de un plan que les obliga a viajar solos en sus coches, recoger la ropa en la puerta del centro de entrenamiento y devolverla después de la práctica, sin poder ducharse en los vestuarios, sin compartir las sesiones con la gran mayoría de los compañeros y cuidándose de guardar una distancia de dos metros con los jugadores contiguos.
Están, en definitiva, en un elemento antinatural que les avisa del carácter amenazador que se les presenta. El temor a la covid-19 es real y las autoridades sanitarias se encargan de recalcarlo sin descanso. Algunos países no seguirán el modelo español, portugués, italiano, inglés y alemán. Francia, cuyas estadísticas en la pandemia son bastante similares a las de España, ha clausurado el campeonato por orden gubernativa. En España jugarán los hombres, pero no las mujeres. La federación ordenó el cierre de la Liga Iberdrola por las dificultades para cumplir con el protocolo sanitario.
Nada en el deporte español, ni en el europeo, puede compararse con el brutal peso del fútbol, de alguna manera sobrepasado por su propia trascendencia y obligado a actuar de gran paraguas general. En medio de esta gigantesca crisis ha tenido que rascarse el bolsillo para aportar 200 millones de euros al deporte español, acuerdo interpretado en muchos sectores como un óbolo forzoso al Gobierno. Desde entonces, la LaLiga apenas ha encontrado obstáculos en su deseo de reanudar la temporada.
Con los equipos de vuelta a una extraña actividad, llega la hora de los jugadores. Les queda por delante mucho más que vencer sus comprensibles miedos y jugar partidos en el lóbrego escenario de los campos vacíos. Sólo esa parte asusta. No hay precedentes históricos de algo parecido. Por eso mismo, más que de un regreso, se trata de una misión, con todo lo que eso tiene de exigencia, inquietud y expectación general. Esta versión inexplorada del fútbol le sitúa en un terreno de máxima dificultad. Vuelve como volvió el Apolo XIII de su angustiosa misión a la Luna en 1970, con el miedo a estrellarse en la reentrada en la atmósfera. Entonces todo salió bien. Ojalá ocurra lo mismo ahora.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.