Messi, Messi y Messi
El 10 hizo que el encuentro girara a su alrededor para acabar de definirlo
Messi marcó la diferencia. Igual que tantas veces, como si no pasara el tiempo, camino de la gala en que aspira a recibir su sexto Balón de Oro, 15 temporadas después de estrenar su reinado en Europa. A sus 32 años, el 10 todavía es decisivo para resolver los litigios de dos equipos en plena transición, incluso en el Wanda. Ya son 30 goles en 39 partidos del capitán ante el equipo de Simeone para suerte del Barcelona, líder de LaLiga.
Aunque muda constantemente de camiseta, y no para de apelar a sus orígenes y de presumir de su estilo, vestido con la senyera en el Wanda, el Barça necesita de Messi para ser reconocido porque a menudo es un equipo híbrido, peleado con el balón, reiterativo en sus concesiones y al que le lleva Dios y ayuda acabar una jugada que no sea de estrategia si no media el 10. No dio tres pases seguidos en la primera media hora de partido ante el Atlético.
La alineación de Saúl como lateral izquierdo ponía el foco en su marca sobre Messi. Y, sin embargo, el partido se disputó mucho rato en el costado opuesto que ocupaban Trippier y Junior. Atacaba el rojiblanco y forcejeaba el azulgrana, habitualmente vencido, redimido por su portero, Piqué o Lenglet. La mayoría de los encuentros tienen el mismo guion: muchas faltas, varias tarjetas, una sucesión de saques de esquina, alguna que otra lesión, más de un tiro al poste, un par de intervenciones antológicas de Ter Stegen y el gol de Messi. El Atlético parece tener a veces más juego colectivo que el Barça. Al equipo de Simeone, sin embargo, le falta gol, muy pendiente de Morata. La esterilidad rojiblanca permitió la recuperación barcelonista a pesar de su falta de profundidad y precisión, expectante con las aceleraciones de un capitán que ralentiza su envejecimiento, más selectivo que nunca ante el Atlético.
Messi es muy capaz aún de desmentir a quienes se preguntan si no habrá perdido un poco de ritmo y hasta de finura cuando decide mirar el partido; si no será que camina más que corre como sus compañeros y ya no mete los goles de tres en tres; si no alcanzará con su clase para que gane el Barça. A la que se activa, sin embargo, el equipo sabe que le bastará con su capitán para reducir a los adversarios más duros de pelar como es el Atlético. Los rivales ya no temen al Barça sino que tienen miedo de Messi porque todavía elimina rivales con su conducción, gambetea como ningún delantero y golea en el Wanda.
El drama sucede cuando los demás se sienten Messi. Los azulgrana no encuentran a Griezmann porque buscan a Neymar. Y el francés no regatea ni dispara como el 10 de Brasil. Tampoco estaba certero Suárez. La diferencia es que el charrúa sabe acompañar a su amigo y propiciar su tiro ganador en un partido trascendente para medir la ambición del Barça y del 10. Messi hizo que el encuentro girara a favor del Barça y sabía por tanto que su resolución pasaba por un gol suyo; cualquier otro resultado habría sido un gatillazo para el propio Messi. El Barça!, Barça!, Barça! de Manolo Vázquez Montalbán debería ser sustituido por el Messi!, Messi!, Messi!
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